Texto de Andrea Bustillos Duhart
Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos , 1598 – Madrid, 1664) es uno de los principales representantes del Barroco español, periodo también denominado como el Siglo de Oro Español. Entre sus compañeros y amigos se encontraba Diego Velázquez (1599-1660) pues ambos estudiaron en el taller de Francisco Pacheco (1564-1644), pintor y tratadista de arte de gran influencia en Sevilla. Zurbarán fue reconocido principalmente por sus pinturas de carácter religioso y sus naturalezas muertas, ganándose el sobrenombre del Caravaggio español, debido al uso del claroscuro y al realismo que imprimía en sus cuadros.A pesar de que la corte se encontraba en Madrid, Sevilla fue la capital artística durante el Barroco debido a la gran proliferación de órdenes religiosas y al gran número de encargos que estas solicitaban a los artistas con el fin de crear un imaginario colectivo de fe, obediencia y religiosidad. Debemos recordar que el Barroco es un movimiento artístico que está fuertemente ligado al contexto político y social de la Contrarreforma, que tras los movimientos reformativos protestantes intenta no perder adeptos y crear conciencia religiosa a través de un arte dramático, empático y dogmático.En este contexto se entiende la obra de Zurbarán, concretamente esta pieza, como una representación de arrepentimiento y penitencia. Magdalena ya no es representada como una cortesana seductora y ricamente ataviada. Por el contrario, encontramos una mujer arrepentida con expresión melancólica, que ha renunciado a los placeres y bienes terrenales para dedicarse a la meditación. Su actitud pensativa concuerda con el mensaje simbólico de los objetos dispuestos en la mesa, que a manera de vanitas, recuerdan de la fugacidad de la vida mediante las imágenes de la vela consumida, el cráneo, y el reloj de arena.
Magdalena Penitente, s.f.
Óleo sobre tela, 147×112 cm
El lenguaje formal de esta obra es naturalista, ya que la figura está modelada sólidamente, los ropajes son tratados con gran riqueza plástica en las texturas y detalles, además de los intensos contrastes lumínicos que dramatizan el tono y fijan la atención del espectador en los puntos clave. El uso del claroscuro otorga a la obra expresividad y misticismo. La luz proviene del ángulo superior izquierdo, resaltando el rostro pálido de la Magdalena, así como los objetos dispuestos sobre la mesa, y termina iluminando una carta rota que se encuentra a sus pies, donde se advierte la ya casi desaparecida firma del artista.Este lienzo perteneció al coronel inglés John Meade y fue comprado en 1851 por Richard Ford. Se subastó en Christie´s en 1929, pasó a la galería Savile y posteriormente a la Spanish Gallery de Thomas Harris, donde fue adquirido por el ingeniero Alberto J. Pani en 1934, por encargo gubernamental.