La vagina de una mujer es algo tan usual en su cuerpo como su ombligo, su cerebro o su corazón, por lo que no existe ningún motivo para esconderla, juzgarla o menospreciarla; no ha cometido ningún delito ni se ha involucrado en nada de lo que deba avergonzarse, jamás ha lastimado a nadie ni tiene motivos para aceptar cualquier tipo de rechazo, falta de respeto o violencia alguna.
La vulva no es más que otro órgano que conforma la corporalidad del género femenino y de lo único que es responsable es de ser el conducto para dejar entrar y salir la vida misma; sin embargo, de ella surgen prácticas misóginas milenarias con las que las mujeres han tenido que lidiar durante décadas, pues el ser humano ha asociado la censura, la exclusión, la represión y la negatividad al órgano sexual de la mujer.
Aunque hoy muchos son los logros del género femenino sobre su libertad para elegir y demandar, aún continúan estancadas otras cuestiones mayormente simbólicas que relacionan a la mujer con la cosificación de su cuerpo, con el exhibicionismo de un ciclo meramente natural que ha sido hasta satanizado por algunas culturas con la premisa de tratarse de un ser inferior que debe mantener su metamorfosis en la oscuridad.
Casey Jenkins es la artista australiana que montó un performance justamente en honor a la metamorfosis que atraviesa la mujer cada 28 días, “Casting off my womb” es el nombre de la obra con la que Jenkins representó las etapas naturales del ciclo hormonal femenino a partir de una bufanda tejida con una madeja de lana que previamente insertó en su vagina, con la que durante 28 días fue fabricando un trozo de tela bastante largo para registrar la vida de la mujer en todos sus estados, los mismos que la gente cuestiona con temor.
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Para muchos se trató de una rara y desagradable revolución no violenta con la que la activista quiso defender su propuesta, para otros fue una espléndida idea con la que creen que Casey Jenkins podrá acabar con cierto tipo de tabúes sociales por lo menos en alguno de los testigos de su performance. En cuanto a cuestiones higiénicas, la artista tomó todas las medidas necesarias, pues ella misma cambió las madejas de estambre cada 24 horas para evitar posibles infecciones, agregando que para nada le resulta incómodo sentir el objeto dentro de ella y que aunque así lo hubiera sido, ella habría continuado con la actividad hasta conseguir sus objetivos.
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Igual que Jenkins, hubo otras mujeres que han inspirado vidas enteras a partir de sus historias, ya sea como artistas o como musas, conoce a las las mujeres más enigmáticas en la historia del arte; por otro lado, en ocasiones el talento artístico es tan natural en algunos que aún en la situación más adversa les es posible desarrollarlo, como la niña que vivió en las calles y se convirtió en una artista exitosa.