* Exposición organizada por la galería La 77, el 27 de Septiembre, Obras de Zael Von Mazón.
En Glaube/Liebe/Tod, se observa arriba de la obra una figura de la muerte, es decir el contrario de la vida. Más es lo que preocupa demasiado a los seres humanos, mientras que la muerte no es el fin de la vida, de toda existencia humana. Bajo la vigilancia de la muerte, se manifiestan figuras que saben concentrarse en la vida, las emociones que procuran. Permite encontrar lo espiritual, la trascendencia adentro de relaciones de atracción, de placer, de amor, de orgasmo: eso es explorar la vida. Mas no en lo que la acaba.
Es dionisíaca, el hecho de saber disfrutar lo que nos esta dado, tomar la fruta del día, sentir por los cuerpos, los poros, las pieles, acariciándose, frotándose, gimiendo, estrechados para sentir lo que el otro siente. Eso es una conexión, una continuidad, respetar al Otro. Y eso es mágico, único, una de las más grandes bellezas del ser humano. Además no vemos cuerpos enteros, porque somos en la intimidad, en privado, lo compartido por dos almas, la dualidad-unidad Hombre-Mujer.
En Après nous le déluge, una mujer, los cabellos cayendo, lleva un rostro de cigüeña. Parece a una diosa pájaro, viajando de los dos lados del mar, conociendo su fuerza. Delante de esta potestad elemental, de su infinidad y de su misterio, de su densidad y de su tumulto, aquella es como una hechicera conociendo los abismos. El mar vuelve un altar de la diosa cigüeña, objeto de lo incomprendido, y por el mismo título, de la fascinación de los hombres. El rojo utilizado tiene una potencia evocadora. Nos permite sentir fuertemente las cosas. De hecho colocamos todos un sentimiento al color rojo: Óbito, Sufrimiento, Frío, Ardor, Amor, Calor, Luz…
Ambos comparten por sus collages, un tiempo y elementos suspendidos, paralizados adentro de torbellinos. Además esos elementos colorados bailan para celebrar la creación como la permanencia de lo bello y de lo profundo de las cosas. Hay un culto del íntimo que esos dibujos definen, guardando un equilibrio entre lo que debe ser visto o no, lo que tiene importancia, lo que es vívido y que tiene una historia.
En Certes espécies de costums discrets II, trata el conocimiento del ser humano, de su cuerpo, es decir lo físico, lo mental y lo moral. Cuando hay igualmente una voluntad de abstracción, que el arte no sea realista, queda lo íntimo. En efecto el sentido que puede haber en el espectador puede no ser el mismo que el artista, y es justo lo que quiere éste. Por ejemplo, parece que la figura posee un nido para rostro. El modelo posando para nuestro artista es anónimo. Hace hablar a un desconocido quien tiene un poco de nosotros.
En Certes espécies de costums discrets IV, el cuerpo nudo es aparente, se ven las bellas formas de la mujer. Pero es su cara la que sale, mostrando que el cuerpo no representa nada sin la persona que le anima. Un rostro expresa y transmite mucho, como aquello por su mirada quieta, las lágrimas deslizando sobre su armoniosa cabeza, la virginal, dolor, serena. Parecen suceder los recuerdos cuando la figura está estirandose, relajándose. Un pañuelo para celebrar a los desaparecidos, y los vestidos del torso quitados quizá para ofrecerse a su amante de quien se ha separado. Es el cuerpo del deseo, y el cuerpo estirado los pechos salen por adelante, dejando aparecer las curvas de su vientre, y de sus caderas.
En Certes espécies de costums discrets I, tres espaldas surgen del cuerpo del hombre, como si se anadean las perspectivas. Bajo él, son diseñados los reflejos de movimientos rápidos y la boca colorada, parece la de un cánido. Quizá es una transformación de lobo a humano o lo contrario: una metamorfosis. Entonces, podemos interrogarnos sobre la bestialidad: El hombre tiene temor de regresar a la naturaleza, cree que la humanidad (con la modernidad) es distinto, opuesto a la naturaleza. Se equivoca, somos parte de la naturaleza y es animal. Siempre en nuestras culturas fue creído que el animal era parte de nosotros, porque nos reconocíamos como tal, aceptábamos lo bestial que no es el mal. Esa asociación o sino esa disociación no existe en el arte de Zael Von Mazon. Hay una comunión y unidad entre Humanidad y animalidad.