A lo largo de su vida, Frida Kahlo acostumbró usar la vestimenta típica de las mujeres del Istmo de Tehuantepec, que se distinguían por sus largas faldas rematadas con encajes y otros bordados de vivos colores. Su elección no era una coincidencia, había decidido ser una manifestación explícita del nacionalismo mexicano y un símbolo del mestizaje.
Frida eligió una vestimenta típica oaxaqueña debido al origen de su madre. La pintora no tenía la necesidad de adoptar estas prendas, la mayor parte de su infancia la pasó en su casa de Coyoacán y no tuvo un contacto directo –en principio– con el estado natal de su madre. Todo esto no le importó, sus collares y adornos rescataban el folclor que la modernidad intentaba sepultar.
A través de su estilo contribuyó a la construcción de la nación. Generalmente se nos enseña que estas comunidades son eternas: México existía en los tiempos de los mayas y los mexicas; fue hecho prisionero durante la Nueva España y logró liberarse gracias a la independencia. Sin embargo, la épica de la nación mexicana es una historia llena de triunfos y caídas en la que la mayoría de su proceder es inventado. Benedict Anderson asegura que la creación de una nación implica un proceso imaginativo en el que sus miembros se conciben como parte de una gran comunidad que sólo existe en sus mentes. De esta manera, Frida Kahlo y todos nosotros podemos sentirnos identificados con todos los elementos tradicionales que rodean a la cultura del Istmo de Tehuantepec sin importar si conocemos la región.
Frida Kahlo adoptó el vestido de su madre gracias al nacionalismo, que tiene su origen en la imaginación, y al adoptar estas prendas paradójicamente contribuyó directamente a la reafirmación de esta comunidad. Con el tiempo, su imagen y obra se convirtieron en un símbolo nacional; ahora no importa si una persona proviene de Yucatán o de Baja California, ambos saben quién fue Frida Kahlo, lo que representa y porqué les hace sentir un orgullo que extrañamente comparten.
Frida Kahlo dejó testimonio en su diario personal de la forma en la que participó en el proceso de construcción de la identidad nacional. Su trabajo, deseos y apreciaciones fueron escritos en estas páginas, pero una hoja en particular demuestra que su capacidad creativa fue más allá de la pintura. En una página dedicada a “la vieja ocultadora Fisita” –apodo de su esposo y pintor, Diego Rivera– escribe una receta particular que todos deberíamos intentar o por lo menos conocer.
Es una receta para producir pintura en el hogar, uno se puede imaginar la importancia de esta sustancia para cualquier artista. El pintor vive de la inspiración, que llega esporádicamente y sin avisar; razón por la cual quedarse sin la sustancia que plasma las ideas puede extinguir una obra maestra. Es por ello que es fundamental conocer esta receta, se puede aplicar para comprobar si en la actualidad funciona, o simplemente puede ser admirada como una pieza de la vida de una pintora central en el arte nacional.
“Para la vieja ocultadora Fisita
Temple 4 volúmenes iguales de yema de huevo y aceite de linaza crudo.
Yema de huevo = aceite crudo de linaza = ración de goma de damar en aguarrás = agua
Goma “damar” disuelta en aguarrás y agua destilada. Con desinfectante toma = aldehído concentrado. ½ gramo para un litro de agua.
Damar triturado dentro del limón [suspendido en aguarrás] durante 8 o 10 días.
Limpiar la yema de la clara muy bien.
Emulsionar los elementos.
Muélanse con la emulsión los colores.
Si se desea textura brillante, aumentar la cantidad de damar, hasta dos volúmenes.
Si se desea enteramente mate aumente el agua hasta tres volúmenes”.
Esta receta sólo es una minúscula parte de la difícil vida que vivió Frida. Otra forma única en la que puedes experimentar su pasado es a través de los lugares que marcaron su vida: desde hospitales estadounidenses hasta galerías francesas.
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Referencia:
Faena