«La misión del arte no es revolcarse en la basura por la basura misma, pintar al ser humano sólo en un estado de putrefacción, dibujar cretinas como símbolos de la maternidad, o presentar idiotas deformes como representativos de la fuerza masculina», anunció Adolf Hitler en una manifestación masiva de Nüremberg, dejando bastante clara su postura sobre las expectativas que tenía del arte y de sus creadores, una postura bastante congruente con su ideología.
No hay que olvidar que Hitler fue un artista frustrado, en su juventud, antes de comenzar una carrera política, intentó entrar a la Academia de Bellas Artes de Viena y fue rechazado, sin embargo, nunca se desinteresó por el arte y su función social. Las obras de Hitler siempre se inclinaron por un estilo más realista, gustaba de pintar obras arquitectónicas o paisajes y en algún momento sintió que fueron subestimadas por la Academia ante la tendencia por preferir los estilos más modernos y abstractos, «las obras de arte que no pueden ser entendidas por sí solas, sino que necesitan de un libro con instrucciones pretenciosas para justificar su existencia, nunca más le llegarán al pueblo alemán», mencionó en alguna ocasión el Führer.
Dos años después de que Hitler hiciera esta declaración, se inauguró la exposición Arte degenerado, inspirada completamente en la postura del Führer y su aberración por la abstracción y el expresionismo. En esta muestra, considerada una de las exhibiciones más infames (y más visitadas) del siglo XX, se desplegaron cientos de obras de arte creadas por judíos y comunistas, pioneros de la abstracción y los expresionistas del movimiento con sede en Dresden conocido como Die Brücke o El puente, todos ellos fueron condenados como artistas enfermos por abordar el arte de una manera moderna, abstracta o no figurativa.
Foto: DWEse mismo año, en 1937, Adolf Ziegler, el pintor preferido de Hitler, lideró una comisión que se dedicó a vaciar los museos alemanes del arte considerado degenerado e inaceptable, de esta “cacería” obtuvieron 600 obras que se exhibieron en la exposición Arte degenerado, inaugurada el 19 de julio de ese mismo año, un día después de la Gran exhibición de arte alemán en la cual se desplegó en un estilo neoclásico, mientras que en la exposición Arte degenerado las pinturas contaban con una terrible museografía, con hostiles y sarcásticos textos como «la locura se vuelve método» o «la revelación del alma racial judía». Según los nazis, el arte moderno iba más allá de ser un estilo inferior o desagradable, el arte moderno representaba un verdadero fraude, una mentira apoyada por judíos y comunistas.
«Colgaron los cuadros torcidos, había grafiti en las paredes que insultaba a las obras y a los artistas e hicieron que este arte pareciera extraño y ridículo. Era enorme, llena de gente y todos los cuadros colgaban como una especie de sala de subastas de provincia, donde todo había sido simplemente pegado a la pared para crear el efecto de que se trataba de cosas sin valor», explicó a la BBC Jonathan Petropoulos, autor de varios libros sobre arte y política en el Tercer Reich, argumentando la intención explícita para generar una reacción negativa con el montaje de Arte degenerado.
Foto: DWLos nazis atribuían este tipo de obras a los judíos y bolcheviques, a pesar de que únicamente 6 de los 112 artistas expuestos eran judíos, las obras fueron divididas en 5 categorías: arte que era blasfemo, obras de artistas judíos o comunistas, arte que criticaba a los soldados alemanes, arte que ofendía el honor de las alemanas y la sala de la locura en donde únicamente se mostraban pinturas abstractas. La exposición de Arte degenerado atrajo más de un millón de visitantes, tres veces más que la Gran Exhibición de Arte Alemán.
El objetivo de la exposición se podía leer en el catálogo, los nazis querían que a través de esta exposición se pudiera «revelar las metas y las intenciones detrás de este movimiento filosófico, político, racial y moral, y las fuerzas motrices de la corrupción que les motivaban». La exhibición de Arte degenerado incluía obras de Paul Klee, Wassily Kandinsky y Oskar Kokoschka, Max Beckmann, Emil Nolde y Georg Grosz.
Foto: JotdownEl mensaje de los curadores nazis era respaldado por actores contratados por ellos mismos para que se mezclaran entre la multitud y criticaran las obras como expertos, manipulando la opinión de los otros asistentes. Al finalizar la exhibición los nazis quemaron algunos de los lienzos, augurando la próxima censura y la persecución del régimen.
En portada: The New York Times