Una hoja de plástico colocada de forma abierta en el suelo todavía no es nada. Es la persona que al penetrarla, la crea y la transforma.
Lygia Clark
Lygia Clark fue una artista brasileña y no lo fue, ella misma se autodefinía como “no artista” y sus búsquedas deambulaban entre las exploraciones creativas y las terapéuticas.
Su primera etapa estuvo vinculada con el Movimiento Neoconcreto de Brasil, donde se indagaba sobre distintas posibilidades en las que la obra artística se relacionaba con sus espectadores. Los integrantes de este movimiento estaban interesados en descubrir nuevas maneras de interactuar con el arte, más allá de la pura contemplación.
De estas inquietudes surgieron sus trabajos “Bichos”, “Trepantes” y “Caminhando” en la que los objetos estaban presentados con el fin de que el observador tuviera la posibilidad de modificarlos, ya sea por medio de bisagras, materiales maleables o recortables, de manera que la siguiente persona encontraba un producto distinto. Con ello Lygia buscaba una nueva concepción de lo artístico pero también del mundo y de la humanidad.
Este camino la llevó a elaborar propuestas vinculadas con la acción y las sensaciones. Lygia trascendió el simple rompimiento de la frontera que dividía al arte y de la persona para descubrir la modificación del ser humano por medio de experiencias sensoriales. Así surgió una etapa muy representativa de todo su trabajo, como “Campo de minas” en la que los participantes (ya no espectadores) caminaban con zapatos imantados sobre una superficie que les dificultaba dar los pasos. Otra serie fue “Ropa-cuerpo-ropa” donde una pareja se ponía un traje que ofrecía sensaciones del género opuesto.
“El libro sensorial” era un catálogo de sensaciones táctiles y, “Máscaras sensoriales” eran dispositivos en los que se alteraban los sentidos del oído, la vista y el olfato.
Todos estos trabajos permitían llegar a estados inexplorados del cuerpo en conexión con su entorno. Hacía que despertaran percepciones adormiladas en la cotidianidad. Como en “La casa del cuerpo”, su última obra de esta etapa, en la cual Lygia Clark invitaba al espectador a transitar nuevamente por todas las etapas de la gestación hasta salir a este mundo colmado de todo, de la misma manera en que su obra se dirigió, a partir de ese momento, a ejercicios más colectivos.
“Red de elásticos”, “Cuerpo colectivo”, “Túnel” y “Canibalismo y baba antropofágica” son obras en donde los participantes formaron parte de una construcción grupal, y evidentemente la experiencia se dirigía a regiones distintas a sus propuestas individuales.
Lygia no era en sí sólo una artista, pero tampoco era una terapeuta, y gracias a su propia negación, llegó a ser Lygia Clark.