2016 fue una basura. Eso nadie lo discute. El número de perdidas o catástrofes culturales fue en extremo alto y en términos políticos o sociales los días por venir no aparecen del todo halagadores. Sin embargo, no todo fue malo ni quiere decir que esté destinado a la ruina. En el mundo del arte recibimos muchas noticias gratas y disfrutamos de varios momentos gratos; recordemos que allí está Obrist como el personaje más influyente del medio y que las muestras especializadas fueron en extremo fructíferas. Si bien 2016 nos dejó con un mal sabor de boca en muy distintas mesas, debemos admitir que también nos dio una cantidad satisfactoria de arte en sus distintas disciplinas o soportes. Por ejemplo, Maurizio Cattelan,quien nos dio un inodoro de oro sólido para reflexionar en el Museo Guggenheim de Nueva York; Marina Abramovic que extendió su trabajo hasta el espectáculo y una edición de Manifesta en Zurich para recordar por demasiado tiempo. Desde lo políticamente comprometido hasta lo absurdamente extravagante, pasando por la belleza y lo grotesco, hay obras que se han quedado en nuestra mente y fijarán los estándares a cumplir en el 2017.
Las producciones más relevantes fueron:
“I Can’t Breathe” Shaun Leonardo
Tomando la espacialidad de centros comunitarios para la población afroamericana, Shaun cohesionó el dramatismo, la violencia y la necesidad del ser humano de defenderse en un perfomance. El título de la pieza dirige inmediatamente nuestro pensamiento hacia los incidentes discriminatorios en Staten Island, las últimas palabras de Eric Garner antes de morir en manos de la policía y la conmoción de una sociedad dominada por el sinsentido.
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“Laundromat” Ai Weiwei
Una exploración visual en torno a los problemas de supervivencia, opresión, guerra, destrucción y desplazamiento en el mundo. Recogiendo los zapatos y prendas de cientos de miles de refugiados sirios, Weiwei armó un reconocimiento a todas estas víctimas con el lavado de ellas y su disposición en el espacio como medio de humanización o tributo a su dolor.
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“New York Magazine Election Cover” Barbara Kruger
Una de las producciones más importantes del año ni siquiera se vio en una galería o sala de museo pues fue la portada de una revista. Con su estética tan personal y recogiendo la rabia completa de una civilización, Kruger generó una de las mejores imágenes políticas y del arte jamás hechas en 2016.
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“Respect. Remove. Rename.” MTL+
Accionando un sistema de préstamo y difusión de carteles para protesta, este colectivo se ha encargado de escandalizar a más de una celebración o grupo de personas en la convivencia norteamericana. Por ejemplo, durante el Día de Colón efectuaron una estrategia de protesta con activistas de Black Lives Matter y discursos de la retórica colonial.
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“Project for Door” Anthea Hamilton
Una escultura que invadió las redes sociales en todo el mundo más rápido de lo que alguna vez imaginamos. Con múltiples niveles de lectura y diversos modos de interacción, esta revisitación formal de Hamilton hacia la puerta de Gaetano Pesce fue un total highlight del año.
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“Comunicando con Tierra” Marta Minujin
Minujin extrajo 30 kilos de tierra inca de Machu Pichu para comenzar allí un viaje de simbolismos, rituales, ceremonias, caminos y discursos históricos sobre la restitución de suelos y conexiones culturales en América Latina.
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“Rockaway!” Katharina Grosse
A partir de intervenciones pictóricas a gran escala, Grosse tomó un edificio militar abandonado tras las devastaciones del huracán Sandy. A partir de colores rosa, blanco y rojo la obra abrió un oleaje de color surrealista en un vestigio catastrófico.
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“Floating Piers” de Christo y Jeanne-Claude
En un año de tumulto, la realización de Floating Piers fue un oasis utópico. No sólo el proyecto era visualmente impresionante, sino que surgía en el momento exacto de Europa dividida. La obra consistió en una pasarela que unió a Sulzano con Monte Isola por tres semanas. Creado como un arte hecho para el arte, el trabajo de este dúo fue uno de los más emblemáticos y simbólicos de la época.
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¿Qué sucederá en 2017? Nadie lo sabe. Mucho menos en temas estéticos o del arte. Mientras, podemos seguir revisando lo acontecido con Obrist: el hombre más poderoso e importante del mundo del arte no es artista ni coleccionista y preguntándote ¿Por qué el mundo del arte está controlado por los hombres?