Hoy acuso a la vida de matarnos. Todas las imágenes, discursos, ensayos o publicaciones aspiracionales en lugar de ayudarnos, nos orillan a la muerte, porque juegan con nuestros sentimientos y nos mienten al hacernos creer que podemos lograr cualquier cosa, cuando en realidad no es así.
Somos humanos imperfectos, con una larga lista de limitaciones y errores. El mundo aspiracional refuta nuestra condición natural y nos obliga a ser algo que no somos. Cuántas veces hemos leído en Internet: “Tú puedes”, “todo depende de ti”, “hazlo”. ¿Hacerlo? ¿Por qué? ¿Porque ustedes me lo están diciendo? ¿Alguna vez se han puesto a pensar si en realidad queremos parecer modelos de pasarelas? Ustedes, mujeres, ¿de qué sirve ser la mujer más bella, la más esbelta o sexy? De nada.
“La venus del espejo”(1660), Diego Velázquez
A pesar de ser Venus, la mujer más bella, no se le ve una cara feliz. El espejo simboliza el medio por el cual los demás alimentan el complejo de Narciso, empujando una vez más a la mujer a superarse en belleza. Eso es imposible y es ahí cuando inicia la tristeza.
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Lo “normal” es querer serlo o, al menos, desearlo. Les voy a decir algo a todas esas señoritas: nunca serán algo que no son. Si aspiran a ser la próxima Afrodita y por naturaleza o azar no tienen esas instrucciones genéticas, a pesar de que lean todos los artículos que digan cómo ser más bellas y realicen sus mandamientos, su apariencia no va a transformarse.
“El baño de Susana” (1562), Tintoretto
Nuevamente, otra mujer viéndose al espejo, queriendo ser lo que no se puede. El par de voyeristas en el cuadro se aprovechan de su cansancio y vulnerabilidad a causa de la tristeza.
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A mi parecer no hay nada de malo en ello. Lo inaudito sería dejarse llevar por la necesidad artificial de “belleza”. Por eso hablé de la verdadera condición humana, la que es imperfecta, la que sobrevivió durante más de 21 siglos y aún le queda mucho camino por delante si decide sacudirse todas las mentiras que el mundo nos ha implantado en la cabeza.
“La cuna” (1872), Berthe Morisot
Ser madre es otra ilusión de lo positivo. Aquí se ve claramente que lo impuesto, incluso la familia, es algo que provoca tristeza.
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Necesitar ser algo imposible encasilla a las mujeres a un estado de profunda tristeza —y en realidad, a cualquier humano que pretenda ser lo que no es—. La tristeza provoca angustia, la angustia provoca desesperación, y la desesperación fomenta la muerte. Por eso digo que la vida nos está matando.
Otro factor que causa frustraciones, tristeza y desesperación es lo que Byung Chul-Han denomina “sociedad positiva” En los primeros párrafos ya había mencionado algo sobre esto, cuando el mundo te dice “tú puedes” y en realidad no es cierto.
En la sociedad positiva todos somos —o debemos ser— perfectos. Tanto tú como yo podemos ser millonarios, tener mucho poder y ser exitosos, puesto que somos seres maravillosos e impecables. Todo depende de nosotros, si nos atrevemos a hacerlo o no. Otra vez el mismo discurso aspiracional.
“Muchacha leyendo una carta frente una ventana abierta” (1658), Johannes Vermer van Delft
¿Amar a alguien también es aspiracional?
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El problema fatal es que primero ellos nos obligan a alcanzar la perfección, nos dicen que trabajemos duro, que demos el 110 % de nuestras energías y que nunca renunciemos, nos derrotemos o digamos “no puedo”. Ese es el mundo positivo. Y se preguntarán ¿qué hay de malo con eso?
“Virgen con el niño y vida de Santa Ana” (1452), Fray Filippo Lippi
En un mundo positivo, María debe ser madre del hijo de Dios. A pesar de que tiene a Jesucristo en la mano se le ve angustiada, como si no supiera si en realidad quisiera eso. Incluso en esa imagen religiosa se aprecia que la imposición de lo que debe ser no es garantía de felicidad.
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Lo trágico radica en la verdad, en la que el mundo no es equitativo con todos, nunca será lo mismo nacer en una familia de judíos adinerados que en una mexicana de clase media baja. A mí no da vergüenza decir que nací en una colonia pobre y que incluso hoy sigo aquí. ¿Eso es malo? Por supuesto que no y tampoco voy a permanecer aquí toda mi vida, pero al menos yo no me creó la farsa de convertirme en el hombre más rico de la ciudad, el cual tendrá cinco autos en la puerta y que algún día cambiará su residencia a Ámsterdam o París.
“Siesta” (1900), Pierre Bonnard
Mujer derrotada por la sociedad del cansancio.
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Esas ideas son sueños de un ser inconsciente, totalmente cegado de su verdad y realidad. Claro que también me gustaría experimentar lujos, pero acepté que la sociedad es desigual, injusta y azarosa. Lo que hago es quitarme la venda de los ojos y ponerme metas factibles, que conforme se realicen, me permitirán aspirar a más.
“El rapto de las hijas de Leucepio” (1618), Pedro Pablo Rubens
La mujer triste es la que se deja secuestrar por el hombre positivo y todo su mundo.
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Muchas personas creen pensar lo mismo, pero aún no abren los ojos del todo y siguen prestándole atención a la vocecita aspiracional que dice: “Consigue todo”, “busca ser la persona perfecta”. Como creen fervientemente que lo harán, se explotan a sí mismos y comienzan a matarse lentamente con sus propios actos.
“En un café: la absenta” (1876), Edgar Degas
Así es como se ven las mujeres a sí mismas cuando llega la tristeza de no poder ser lo que ellos quieren. Si ese va a ser el estado perpetuo de la sociedad del cansancio, mejor desechar las falsas ilusiones de la vida.
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La sociedad positiva es el truco perfecto para crear máquinas que trabajen día y noche, pensando que así van a conseguir el cambio que tanto necesitan. Aquellas personas agotan sus fuerzas enriqueciendo los bolsillos de otros. Por desgracia, es casi seguro que ellos no salgan del oscuro túnel y si lo hacen, estarán tan exhaustos por llegar al límite de sus fuerzas que no podrán disfrutar nada.
La sociedad del cansancio, como la nombra Byung Chul-Han, vive tan frustrada de no poder alcanzar el éxito que ella misma se autoimpuso que cae en la tristeza y después en el suicidio. Las personas terminan tan alienadas que resulta muy difícil rebelarse cuando víctima y verdugo, explotador y explotado, son la misma persona. Por eso afirmo: la vida nos está matando.
“Ofelia” (1851), John Everett Illais
De la frustración a la tristeza, de la tristeza a la muerte.
Tanto mujeres como hombres somos susceptibles a caer en el engaño de ser alguien bello, perfecto y exitoso. Como el humano es imperfecto por naturaleza, comienza la frustración, de ahí el desánimo y por último la tristeza. Ojalá que todo termine en una pintura triste, pero hay veces en que nos despersonalizamos tanto que terminamos en el suicidio.
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Por eso hay que negarse a todos los discursos que nos obligan inconscientemente a ser lo que no somos. Rechacemos los textos aspiracionales y comencemos a ser felices a través de la verdad. Si quieres reflexionar sobre la vida, debes ver las 10 pinturas que demuestran que el hombre está condenado a morir y pinturas que demuestran cómo es vivir com depresión.