Salvador Dalí es uno de los pintores más polémicos y extravagantes de la historia del arte. Su peculiar historia comenzó desde pequeño, cuando creía que era una parte de su hermano muerto llamado Salvador. Pero esa figura fantasmal que siempre lo acompañaba, también se convirtió en un impulso para sacar al genio que tenía dentro. Este mismo se convirtió en un fiel marcador de su personalidad, excéntrica, vivaz, arriesgada, siempre en busca de atención, en que los demás, por un instante, voltearan a verlo. Escribe en su autobiografía: “para deshacerme de mi hermano muerto, tenía que jugar al genio convenciéndome en cada momento de que yo no era el otro, que yo no estaba muerto. Así pues, debía realizar todo tipo de excentricidades”.
Desde muy joven comenzó a pintar, primero algunos bodegones y obras que copiaba de otros grandes artistas pero poco a poco, sus obras comenzaron a tomar su personalidad, mejorando su técnica de dibujo y pintura. A los 16 años planificó su gloria: entrar a la escuela de pintura, escultura y dibujo en Madrid, ganar un premio y continuar sus estudios en Italia. Antes de ir a Madrid presentó ocho de sus cuadros, que la prensa local calificó como “de un talento excepcional, en camino de conseguir el éxito”.
Cuando llegó a la escuela de Bellas Artes, conoció a Luis Buñuel y Federico García Lorca. Fue un solitario, que odió las técnicas de sus profesores para enseñarles pintura, atorados en el impresionismo, sin voltear a ver al cubismo, nueva corriente que él admiraba profundamente. Se vestía con un sombrero de ala ancha y una capa, pero de pronto, cuando sus compañeros se dieron cuenta de su interés en el cubismo y la información que poseía sobre las vanguardias francesas, comenzó a ser admirado. Se cortó el cabello, se compró el traje más caro de la tienda de moda, frecuentó bares y restaurantes y fue expulsado de la academia.
Visitó a Picasso con conmoción después de admirarlo por años pero su veneración duró poco. Lorca y él se hicieron grandes amigos, se escribieron cartas; parecían tener un idilio amoroso. Luis Buñuel también se hizo su amigo, su socio y con él trabajó en varias cintas como Un Perro Andaluz, con un toque onírico y simbólico que los colocó como grandes representantes del surrealismo. Grandes falos y senos, juegos ópticos en sus pinturas, gente sufriendo y gozando en un universo lejano, desértico en el que nada parece tener sentido, estuvieron en casi todos sus cuadros.
Te presentamos sus pinturas más controversiales y polémicas.
La edad de oro
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Después de que junto a Luis Buñuel realizó Un perro andaluz, el vizconde Charles de Noailles y su esposa Marie-Laure les propusieron filmar otra cinta, un largometraje sonoro. Su contribución no aparece en la producción, pero se implicó intelectualmente y comunicó sus ideas por escrito a Buñuel. Dalí le dijo a Buñuel “quiero muchos arzobispos, osamenta, custodias. Quiero sobre todo arzobispos con mitras bordadas bañándose entre los cataclismos rocosos del cabo de Creus”. Cuando proyectaron la cinta por primera vez, Gertrude Stein, Picasso, Duchamp, Malraux y Man Ray estaban entre los asistentes, al comenzar la proyección, la mayoría de los invitados huyeron de la filmación. Cinco días después los miembros de una organización antisemita de extrema derecha atacaron el cine y una semana después, la película se prohibió en Francia por 50 años.
El Enigma de Guillermo Tell
Cuando a principios de 1934 expuso este cuadro en el Salón de los Independientes, estalló un escándalo. El cuadro fue interpretado como una mofa de Lenin. Breton convocó a los surrealistas para excluir a Dalí, a los que les dijo “que se había convertido en culpable repetidas veces de actos antirrevolucionarios con tendencia a la glorificación del fascismo hitleriano”. Dalí llegó a la reunión excéntrico como siempre; argumentando que se sentía enfermo. Se colocó un termómetro en la boca y habló con él todo el tiempo. Se defendió de las acusaciones de Breton y dijo que ningún miedo debería censurar. “André Breton, si sueño esta noche que hago el amor con usted, mañana por la mañana pintaré nuestras mejores posturas amorosas con todo lujo de detalles”. Acabó su acto mostrando su torso desnudo arrodillándose sobre la alfombra y jurando solemnemente que no es enemigo del proletariado.
El enigma de Hitler
Después de haber tenido esa discusión con los surrealistas, Dalí decidió pintar otro cuadro controversial con temática política, como cuadros con temas históricos. En este caso decidió hacerlo sobre Hitler, a quien identificó como Maldoror. Desde principios de la década de los 30, el artista ya tenía una gran admiración por el dictador por su manera de dominar a las masas y su elocuencia. En 1934 le prohibieron pintar la svástica pero Dalí no paró. La representación de Hitler sobrepasó el límite aceptable y desde ese momento quedó completamente vetado del Movimiento surrealista. El español abandonó Europa y se marchó a Estados Unidos para comenzar a pintar cuadros religiosos.
Cristo de San Juan de la Cruz
Un Cristo representado en la oscuridad inmensa, en la cruz, fuerte y joven, sin clavos ni corona de espinas, no tiene heridas, llagas o síntomas de tormento. No existe el INRI sino una hoja de papel que simboliza la eternidad de Cristo, en la parte inferior, nubes abundantes resaltan la imagen de Jesús, hasta abajo, la bahía de Port Ligat con pescadores que representan a Diego Velázquez y Francisco de Zurbarán yacen inmóviles. Este cuadro fue criticado por carecer de sentimientos religiosos. La primera vez que se expuso la obra en la Galería de Arte y Museo Kelvingrove, recibió ataques con una piedra. El cuadro se rasgó y fue restaurado en seis meses para exponerlo nuevamente. Continuó generando controversia cuando lo consideraron una artimaña de un pintor que ya era famoso por ser surrealista. En 2009, el periódico The Guardian lo calificó como “kitch y horripilante”.
Ángelus arquitectónico de Millet
En la década de los 20, gracias a las teorías psicoanalíticas de Lacan, Dalí descubrió el método paranoico crítico con el que analizó El Ángelus de Millet, un cuadro que ejemplifica la moralidad cristiana del siglo XIX: dos campesinos yacen a mediodía rezando el Angelus para la mejora de cosechas, o al menos eso parecía. La obra obsesionó a Dalí, quien consideraba que existía algo oculto debajo del lienzo, un niño muerto, tal vez. En el museo del Louvre, Dalí solicitó radiografiar el lienzo. Descubrió que en medio de ambos había un féretro pequeño que sugería una tumba. Su descubrimiento se reinterpretó en varias versiones, el mundo por fin supo qué ocultaba Millet y lo macabro de una pintura estuvo nuevamente entre el público con la sensualidad desbordante, típica de las pinturas de Dalí.
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