Texto escrito por: Ángel Eduardo Santillán Mora
René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye, en la región francesa de Touraine; su padre: Joachin Descartes, abogado, era consejero del Parlamento de Britania en Rennes y por vía materna nieto del alcalde de Nantes. Su madre fue Jeanne Brochard, quien murió pocos meses después de su nacimiento, por lo que él quedó bajo el cuidado de su abuela desde muy pequeño.
Vivió su infancia en casa de su abuela materna, a cargo de una nodriza antes de mudarse a casa de su tío abuelo Michel Ferrand, también abogado, y comenzó sus estudios en el Colegio Jesuita de La Flèche, donde asistió a lecciones hasta los dieciséis años, para después especializarse en Derecho en la Universidad de Poitiers.
De cejas alargadas, nariz aguileña y un bigote muy peculiar; usando un atuendo elegante que acompaña con una cabellera larga, su presencia revela una personalidad directa, me mira expectante y comenzamos la conversación.
—¿En qué consiste el método cartesiano?
—Este método no se contenta con aproximaciones, no se contenta con la experiencia dudosa, sino que quiere llegar a la certidumbre completa. Las cuatro reglas del método son las siguientes:
La primera: sólo aceptar información que sabes que es verdadera; es decir evitar cuidadosamente la precipitación, ejercer la prevención y no incluir en los juicios aquello que no se presenta claro.
El segundo: dividir cada uno de los problemas a examinar en partes tan pequeñas como sea posible, para así abordar los múltiples temas que lo componen de manera más sencilla y sistemática.
Lo que lleva al tercer paso: conducir los pensamientos en orden, empezando por resolver los problemas más simples y más factibles de conocer a profundidad, para así subir en los grados de conocimiento más complejos.
Por último, hacer enumeraciones complejas y revisiones generales de los problemas que no se pudieron resolver en los pasos anteriores, y estar completamente seguro de no omitir nada importante, ya que eso causaría problemas a futuro.
Me noto confundido en ese momento, Descartes me explica que el conocimiento según lo que él piensa no significa conocer las cosas más allá de toda duda razonable como lo creen otros, sino llegar a certezas absolutas, sin que quede ninguna duda posible.
—¿Cuál es la primera certeza a la que accede Descartes y cómo llega a ella? —le cuestiono.
—Es la teoría de pienso, luego existo; toda la información que recibimos como seres humanos proviene de nuestros sentidos, pero los sentidos pueden ser engañados, por eso el proceso de pensamiento y el dudar de dicha información es la confirmación de que existimos, ya que está completamente separado de los sentidos.
Sin duda, Descartes es un genio, su mirada siempre contempla alguna explicación fundamentada, en la siguiente pregunta me detengo, y le cuestiono de un tema que le apasiona.
—¿Cómo comprobar la existencia de Dios?
—Este argumento se completa mediante la demostración causal de la existencia de Dios, en el mundo debe existir por lo menos tanta realidad como los conceptos que creamos para definirla; por lo tanto, si los seres humanos crearon el concepto de Dios, que engloba al infinito, entonces debe existir un ser infinito que dio origen a ese concepto. Dios es la única sustancia real, que puede existir por sí mismo, sin ser experimentado por los sentidos.
Descartes se nota entusiasmado, es por eso que le pido que me explique más del tema.
— ¿Cuáles son las sustancias que conforman la naturaleza y en qué consiste cada una de ellas?
—La materia, cuya esencia es la extensión en longitud, ancho y profundidad, en ella existe todo como modificaciones temporales de la misma; y la mente, con las facultades de intelecto y voluntad.
Le agradezco por su tiempo y con gran entusiasmo se despide de mí, no sin antes mencionarme que estaría encantado de que regresara a su hogar; no cabe duda que el genio sabe que así será.
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