Texto por Kelly
Nuestra vida sigue un flujo, los días pasan y el tiempo no se detiene, las manecillas del reloj no miran quienes avanzan con ellas, sólo siguen y siguen. Nuestra vida ha girado en torno a lo que somos y deseamos ser, de acuerdo a lo que nos hemos propuesto y muchas otras cosas que han sucedido por causalidad, pero al final todos llegamos a este punto: crisis.
Llega un día a la vida de cada persona en distintas edades y distintas ocasiones, en donde el sol no te quema y el aire no despeina; no sabes lo qué haces, ni por qué lo haces, e incluso te preguntas si ese es realmente el camino, pues tienes que vencer tantos obstáculos que parece imposible lograrlo. Entonces, ¿cómo superar una crisis de vida? ¿Y si no podemos hacerlo? ¿Qué pasa?
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Hay un momento en el que las cosas no salieron como lo hemos planeado y aparece una enorme roca en nuestro andar, es gigante y parece que no sabremos cómo quitarla; hagamos lo que hagamos, intento tras intento, ella sigue ahí y las manecillas del reloj siguen corriendo.
Nadie comprende lo que estás pasando, parece que sólo es cansancio, pero esta sensación no se va. En la noche te invaden pensamientos que no te permiten conciliar el sueño, crees que todo mejorará la mañana siguiente, pero no es así: el apetito se ha ido, un dolor invade tu espalda, todo tu cuerpo, tu familia y amigos saben que algo está mal, sin embargo, no saben cómo ayudarte y no pueden hacerlo.
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Hasta que un día decides que es suficiente. Sabes que nadie te ayudará y no porque no quieran hacerlo, simplemente porque esto es algo que debes de afrontar tú mismo. No puedes dejar que una simple roca por más grande y fuerte que sea te impida seguir, que todo por lo que has luchado y todos tus sueños se acaben, sabes que es hora de buscar otros caminos que te lleven a la misma meta. Te das cuenta que quedarte mirando la roca no te llevará a ningún lado, y que el tiempo sigue pasando, recuerdas que naciste para triunfar y que todo lo que te propongas alcanzarás.
Y es justo ahí, cuando la vida te regala las lecciones más preciadas. Un día recordarás esa roca que tanto te lastimó, y comprenderás que estás listo para proseguir y poder cruzar por rocas mucho más grandes. De eso se trata la vida.
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