“En la civilización del espectáculo, el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda y se vuelve un bufón”.
Mario Vargas Llosa
¿Te haz preguntado cuántas veces al día revisas tu teléfono y al mismo tiempo ignoras a los tuyos, lo que sucede a tu alrededor y todo lo que la vida te ofrece por estar frente a una pantalla brillante? ¿Cuántas veces haz compartido algo en tus redes sociales antes de contárselo a las personas que de verdad forman parte de tu vida y no a un montón de desconocidos que incluso, a veces, ni siquiera son ellos mismos? ¿Cuántas veces haz opinado erróneamente por creer en un contenido basura del que incluso dudas?
Nos hemos convertido, como Vargas Llosa señala, en una civilización del espectáculo. Esa que sólo compra los best sellers aunque en ocasiones no sean de calidad, pero que se han convertido en uno porque han sido la preferencia de muchos lectores a quienes les cuesta digerir textos más complejos que necesitan ser analizados, capacidad que ha decrecido en los últimos años; la civilización del espectáculo es la que prefiere ver un noticiero cómico que muchas veces no transmite la información verdadera, antes que ir a sitios oficiales de noticias a informarse de lo que en realidad sucede. Es la civilización que ha perdido la capacidad del diálogo; la que considera arte algo que es completamente una picardía. Arte es aquello que hizo Miguel Ángel o Leonardo.
Somos la civilización en la que el cómico es el rey, donde todos somos amarillistas y poco reflexivos, producto de contenidos mediáticos que han perdido identidad.
La manera en la que se desenvuelve la sociedad actual en los medios digitales es un tema preocupante: todos estamos enajenados. Los paisajes, los viajes, las obras, las pasarelas, los conciertos, etc. no los vemos directamente, en vivo, sino a través de la pantalla de nuestro teléfono, mismo que, además, nos permite hacer público absolutamente todo y que gracias a ello hemos perdido privacidad. Le estamos mostrando al mundo lo que hacemos todo el tiempo, ya no hay algo que nos haga especiales; ya no hay pretextos para ver a los que más queremos para contarles personalmente lo que ocurre en nuestra vida.
Bien lo predijo Umberto Eco en el 2002, esta sociedad va directo a querer ser el punto de atención, porque es lo que los alimenta, “Donde para ser reconocidos por los demás y no vegetar en un espantoso e insoportable anonimato hará cualquier cosa con tal de salir en televisión, o en los medios que para entonces hayan sustituido a la televisión…”. No se equivocó. Es increíble lo que muchos comparte con el único objetivo de llamar la atención, aunque a veces parezca que tantos años de evolución y aportación del hombre a la Historia, simplemente se han tirado a la basura.
Tal vez parece que estoy en contra de las redes sociales, pero todo lo contrario. Me encantan los avances tecnológicos y lo rápido que puedes tener acceso a cualquier contenido, así como lo fácil que resulta comunicarse. Lo que me preocupa, y al mismo tiempo me sorprende, es cómo esta civilización, a la cual Vargas Llosa adjudicó el merecido adjetivo que hemos utilizado, les da uso. Estoy segura de no ser la única que ve este fenómeno de esta manera, y que al igual que yo, muchos han volteado a la mesa de lado y han observado a toda una familia con la atención puesta en sus aparatos.
La civilización del espectáculo ya no lee si el texto no viene acompañado de imágenes. Hace poco visitaba un periódico local y el editor me comentó que buscan poner la menor cantidad posible de texto en primera plana y más imágenes, a diferencia de otros años. Lo mismo con el cabezal, entre más corto y menos palabras lleve el título, tiene mayor peso e impacto en el público porque, a esta civilización, ya no le gusta leer títulos largos.
La civilización del espectáculo es esa que pretende, aquella que va a museos y no tiene idea de quién es el autor de la obra que se está exponiendo, pero necesita una foto para simular que son amantes del arte, y al mismo tiempo crear interés en sus redes. Los miembros de esta civilización son los mismos que presumen leer pero no lo hacen a consciencia; es aquella que ha perdido identidad, que de repente comienza a seguir modas simplemente porque la mayoría pertenece a ella, aunque vayan en contra de su personalidad. Una civilización aborregada.
Somos la civilización del espectáculo porque la cultura se ha deteriorado. Lo que diré a continuación es el cliché más sonado: está en nuestras manos. No pretendo sugerir que evadamos la tecnología ni las redes, porque seguirán y mejorarán, y nos permitirán seguir innovando, pero de ello depende el uso que les demos. Aprovechemos el mundo real.
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La violencia normalizada y la desconfianza han roto el tejido social en México es un artículo que llama a la reflexión y que propone una alternativa para la situación actual en la que vivimos, te invitamos a leerlo.