Encuentra este artículo en Sabotage Magazine en su edición de enero.
Rodeado de un ambiente de escultores, Alexander Calder (Filadelfia, 1898) decidió licenciarse en Ingeniería. Es considerado uno de los artistas más innovadores del siglo XX por sus famosos móviles y esculturas en alambre reconocidos en todo el mundo.
Comenzó a enrolarse en temas de arte cuando ingresó en la Asociación de Estudiantes de Arte de Nueva York; en la década de 1930, como parte de la Abstraction-Creation, desarrolló un especial interés en el campo de la abstracción, el que se manifestó primero en la pintura y finalmente en su trabajo como escultor. De Joan Miró, Jean Arp y Piet Mondrian adoptaría su propuesta estilística para construir su propia identidad. De esta faceta derivaría su obra más destacada: los móviles.
Su trabajo escultórico de móviles y stábiles fue reconocido por el artista francés Marcel Duchamp. Los móviles son figurillas orgánicas abstractas suspendidas en alambres que se balancean con el viento. Los stábiles (estables), como su nombre indica, continúan la estética abstracta pero sin movimiento, y por lo general representaban formas animales. Estas piezas encumbraron a Calder en la escultura moderna y, de cierto modo, opacaron el resto de su obra compuesta por dibujos, gouaches y esculturas de piedra, madera y bronce.
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El reconocimiento a la obra de Calder crecía junto con el tamaño de sus móviles y estables. La aceptación popular, y en el gremio, de su obra sobrevino por la inclusión de movimiento en una escultura para dotarla de dinamismo y efectos cambiantes de luz. A Calder se le reconoce el precursor del arte cinético. Los móviles del artista le significaron numerosos encargos durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y embellecen plazas y edificios públicos de Bruselas, Chicago, ciudad de México, Venezuela, Montreal o Nueva York.
Otro de sus trabajos destacados es su popular circo en miniatura. En 1926 comenzó un trabajo artesanal con la elaboración de pequeños animales en madera y alambre que se convertirían en una legión para el circo.
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Decía Sartre que la única motivación artística de Calder fue integrar un sentido de movimiento desconocido a su trabajo como escultor. Los móviles del norteamericano son lírica, técnica y matemática; un símbolo perceptible de la Naturaleza que “despilfarra polen y causa mil mariposas para tomar vuelo”.
De Calder se reconoce la animación de la obra, una propuesta que originó una revolución estética en la época e integraba un sentido de juego en cada pieza. “El artista ignoró las estructuras formales del arte y redefinió lo que éste puede ser”. Su primera gran muestra fue en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1943; durante esa década se llevaron a cabo retrospectivas de su trabajo en ciudades como Ámsterdam o Brasil. En 1952 ganó el Primer Premio de Escultura en la Bienal de Venecia, y en 1958 el Premio de Escultura en Pittsburgh. Para 1970 era ya reconocido en el panorama artístico mundial; su obra se presentó en el Guggenheim y de nueva cuenta en el Museo de Arte Moderno.
La aportación de Alexander Calder fue la oposición al ideario de la escultura con la armonía, belleza y aspecto lúdico de los móviles; la naturaleza actuó como otro elemento para el dinamismo de su obra que produjo, en su tiempo, una forma de arte única. Estableció un compromiso con los nuevos discursos del arte en la era moderna mediante un trabajo ajeno a las pretensiones y, sobre todo, accesible: dispuesto en museos y a los ojos de la ciudad.
Calder murió el 11 de noviembre de 1976, en Nueva York, después de haber supervisado el montaje de la mayor exposición retrospectiva de su obra en el Museo Whitney de Arte Americano.