Oí la ruina de todo espacio, estrépito de vidrios rotos y paredes en derrumbe; y el tiempo, una descolorida llama final.
James Joyce
El mundo, ya de por sí muriendo, se enfrenta al hombre que paulatinamente lo termina con más rapidez que nunca. Somos seres de una aldea global, pero parece que su inminente destrucción nos hace reacios a no apegarnos a nada. ¿Qué más da si el mundo se acaba? Probablemente nos convirtamos en lunáticos que esperemos un futuro donde sería justo ir al espacio para acabarnos la galaxia, de otro modo, el cometido que tenemos por ser más tecnológicos y menos apegados al resto de las cosas no tendría sentido.
Cuando hablamos de espacio, nunca planteamos un lugar real. Nuestra identidad, el sitio en el que nos encontramos físicamente, la comunidad… no nos percatamos de eso, porque en cierto punto, para nosotros el espacio se convirtió en el mundo. En ese lugar lleno de posibilidades que no nos ata a nada sino simplemente nos deja volar infinitamente.
Pero si vemos un poco atrás, cuando el espacio significaba algo, nos damos cuenta de la enorme diferencia con el mundo posmoderno. Antes, un sitio lograba darte identidad, lo llenabas de símbolos y significados, te mostrabas pleno cuando lo nombrabas, cuando te sentías cerca.
Ahora, en un mundo en el que nos importa más el espacio virtual que el físico, existen millones de posibilidades y, sin quererlo, nos hemos transformado en algo muy similar a la Matrix que veíamos con asombro e incredulidad. Interpretamos al mundo de manera distinta y actuamos en él de acuerdo a lo que nuestra relación con los demás significa… ¿Y si tiene mayor significado lo que vemos en una pantalla y el mundo virtual?
Tal vez, como lo plantea la artista Manuela García, el mundo ya no existe. La tercera dimensión en la que nos encontramos sólo es un espacio extraño en el que estamos sin idea de saber qué hacer en él. Percibimos el mundo con nuestros cinco sentidos, pero la razón ha dejado de lado la manía de hacer algo por mejorar nuestro espacio. Ahora, la hoja, el lienzo o una computadora componen nuestro espacio. Sí, sabemos que es de dos dimensiones, pero algo en nuestro inconsciente nos permite reclamarlo como nuestro, porque el mundo que es para nosotros ya no nos pertenece.
Manuela García cursó su licenciatura en pintura en la Facultad de Artes y Diseño. Con una mirada Foucaultiana nos muestra el mundo en destrucción, a punto de colapsar en el que todavía nos encontramos, con ansias de vivir, con un esfuerzo sobrehumano por sobrellevar la pesada carga que implica saber que agotamos nuestro espacio y ese sitio al que en algún momento llamamos hogar.
Interiores y paisajes urbanos, todo cabe para demostrar y problematizar el espacio en un análisis de coincidencias y diferencias entre los modos de representación de lo abstracto y figurativo, valiéndose de motivos arquitectónicos.
Tal vez, el único remedio es el que plantea el escritor Cormac McCarthy en “La carretera”:
“Las cosas mejorarán cuando todo el mundo haya desaparecido.
¿Desaparecerán todos?
Seguro que sí.
¿Mejor para quién?
Para todos”.
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Ella forma parte de la selección de Creativos 2016 de Cultura Colectiva, conoce más de su obra en:
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