Hace unos años, el fotógrafo y cineasta Claytonn Cubbit llevó a cabo un proyecto en el que filmó y retrató a mujeres leyendo distintos pasajes literarios mientras eran estimuladas sexualmente con la ayuda de un vibrador controlado a distancia. El objetivo de la serie denominada “Literatura histérica”, consistía en explorar la relación cuerpo-mente con respecto a la relación cultura-sexualidad.
Al capturar las reacciones de las participantes (escritoras y artistas en su mayoría), Cubbit notó que las expresiones realizadas en el momento del clímax expresaban algo especial. Un rasgo intransferible que las distinguía del resto y enriquecía su trabajo porque en la espontaneidad de sus gestos no había simulaciones ni mentiras. Las muecas, los gemidos, la contracción de los labios, todo sucedía como una genuina reacción individual.
La espontaneidad y el éxtasis han sido conceptos estrechamente relacionados desde las primeras manifestaciones de expresiones artísticas hace más de 42 mil años. Ese instante en el que los sentidos se desentienden del mundo y sucumben a la desmesura del placer como una cascada de sensaciones, ha sido referido en la literatura (Márquez de Sade, Henrry Miller), la pintura (Marc Chagall, Roberto Ferri) y la escultura (Gian Lorenzo Bernini).
Tal es el caso del escultor Luigi Rodríguez. Un artista plástico y escultor venezolano que, contra el asombro y la estupefacción de los críticos, inmortalizó sus facciones suspendidas en la espontaneidad de su propio orgasmo. Un gesto de valentía que le ha valido ser contemplado por su trabajo con una expresión de desaprobación, pero también de una extraña sorpresa por parte de los críticos.
El sitio electrónico Point Media Label, por ejemplo, asegura que Rodríguez es un hombre ordinario y por lo tanto su arte es normal. Mientras que el portal venezolano VAEA, destaca el ingenio y el atrevimiento presente en su trabajo.
¿Quién tiene la razón?
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Intrigado por los orgasmos, Luigi Rodríguez decidió estudiarse a sí mismo y explorar su sexualidad en el momento del clímax, para comprender su individualidad como un rasgo de unicidad con respecto a todos aquellos que lo rodean. Por esa razón, construyó una réplica de su propio rostro detenido en el estallido de placer que le significa “venirse”. Actividad que, según él, le ha representado una afortunada enseñanza: “crear esta escultura ha sido un gran viaje de autodescubrimiento, para recrearme físicamente y deconstruirme psicológicamente…”
Para el teórico social y filósofo francés, Michel Foucault (1926-1984), la exploración de Rodríguez a través de su arte se justifica en tanto la sexualidad respalda la identidad de los individuos y los distingue porque funciona como un espacio en el que se muestra lo que está permitido de aquello que no lo está. Con esto, Foucault alude a la censura impuesta por un modelo cultural en el que participamos a diario y en donde se aprecia la sexualidad como un tema del que sólo se puede hablar detrás de las puertas, en secreto.
Rodríguez ha señalado que su proyecto lo condujo a una idea fantástica sobre el hombre y su relación con la sexualidad: “al alcanzar el orgasmo nos extraviamos por un momento e ignoramos todos nuestro temores desde la capa más básica. El ego, los juicios, todo se mueve y en el punto más alto de la experiencia, todas estas reacciones nos representan en el estado más puro. Por eso titulo mi proyecto con el nombre de “Puro Luigui”, en alusión a la pureza que experimentamos en ese instante.”
Una vez que estas esculturas hiperrealistas se dieron a conocer, Rodríguez no se limitó a exponerlas para la observación de la gente. También ofrece, a quienes así lo deseen, la posibilidad de tener su propio rostro congelado justo en mitad del orgasmo; además de mostrarse dispuesto a compartir opiniones y perspectivas entorno al trabajo que hace con sus piezas sin ningún problema.
El sexo y sus implicaciones forman parte de una práctica íntima y de carácter individual cada vez más reproducida por los medios de comunicación. En un ambiente sociocultural que se transforma a pasos agigantados, los cuestionamientos tienen lugar, no sólo en las aulas o en espacios públicos que en su momento llegaron a ser importantes centros de discusión, sino también en las posibilidades que, gracias a las herramientas tecnológicas permiten a los participantes hacerse escuchar de distintas maneras y el semblante arrobado de Luigui es una prueba.
¿Conoces las expresiones de tu rostro cuando alcanzas el orgasmo?, ¿qué dicen de ti esas expresiones? Si después de mirar estas esculturas, deseas aprender un poco más de la influencia de esta manifestación artística, te recomendamos comenzar con una rápido vistazo desde el interior o, si así lo prefieres, un poco de malos modales alrededor del mundo te mostrarán 16 esculturas ideales para olvidarse de “lo políticamente correcto”.
Aventúrate.
Si deseas conocer un poco más sobre Luigui Rodríguez, visita su página.