Después del romanticismo alemán, la cúspide del arte del siglo XVIII y XIX, sólo quedaba romperlo todo, destruir con el canon y seguir explicando la vida desde los ojos de quien lo miraba. Uno de esos transgresores fue Max Liebermann, quien influido por el pintor húngaro Munkácsy comenzó a mirar al ras del suelo y a sustituir el sentimiento magnánimo del romanticismo por la realidad cotidiana carente de vanidad.
Sus primeros trabajos mostraban a personas trabajando como: Mujeres desplumando gansos, Mujeres fabrican conservas, Taller de spinning o Trabajadores en los campos de nabos, en los que desprovistos de cualquier ficción mostraba los sitios y el ambiente en el que las personas se desenvolvían a diario. Liebermann con sus cuadros invitaba a ver la vida, a confrontarse con ella.
Mujeres desplumando gansos, 1872
Otra muestra representativa de su búsqueda de la verdad en la intimidad es Jesús de doce años en el templo, obra en la que Max se concentra en el niño y la reacción de los expertos de la Ley, dejando fuera de la imagen la majestuosidad del templo.
Jesús de doce años en el templo, 1879
Por esta postura se le conoció como el pintor de la fealdad, por negarse a mostrar la belleza de las cosas, por discriminar lo que todos buscan a favor de lo que la mayoría trataba de ignorar. Max Liebermann, el pintor que navegó entre el romanticismo y el impresionismo para hacernos mirar más allá de lo que hay, transitando por el camino pedregoso de la realidad, fue señalado por críticos, mecenas y regímenes políticos como un pintor indigno de cualquier tipo de reconocimiento.
Trabajadores en el campo de nabos, 1875
Otro ejemplo son sus desnudos que presentan la realidad despojada de sensualidad y de lo prohibido; simplemente muestran cuerpos cubiertos de una historia indescifrable pero existente que desarma el morbo de quienes los miran, como sucede con sus distintos cuadros: Niños Bañándose, Enamorados e, incluso, Sansón y Dalila, en los que los conflictos de los personajes sobrepasan su desnudez sin sacrificar la belleza de sus cuerpos.
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Max Liebermann fue un revolucionario, un transgresor y una institución de su época. Logró transformar el arte alemán, y europeo, al cruzar el camino no trazado hacia una nueva manera de ver el mundo para mostrárselo a sus contemporáneos. Insolente, generoso o artista, yo creo que las tres.