Realizada cada dos años en esta mítica ciudad italiana, la Bienal de Venecia se caracteriza por reunir algunas de las expresiones más relevantes del arte contemporáneo en el mundo. Si bien es posible encontrar piezas únicas, esto no es garantía de que todo será bello o agradable… existen otras piezas artísticas que resaltan por el simple hecho de ser horripilantes, incluso hasta grotescas. En esta ocasión, la Bienal tiene como título “May You Live in Interesting Times” (Que vivas tiempos interesantes) que evoca a momentos cuyo interés se traduce en periodos difíciles, de inestabilidad y crisis.
A pesar de que algunas de estas piezas de arte pueden resultar desagradables, lo cierto es que comunican de una forma efectiva un gran mensaje, en ocasiones relacionado con el mismo concepto de arte y otras sobre la vida misma. Conócelas:
Sun Yuan y Peng Yu, Dear, 2015.
Este dúo de origen chino cuentan con dos piezas en la Bienal que comparten rasgos en común en cuanto a la disposición de sus piezas al interior de cajas de vidrio. Dear muestra un asiento similar al de la escultura del Monumento a Lincoln en Washington, D. C. que en un instante pasa de un momento de calma a un frenesí provocado por una manguera que arroja aire a presión, provocando que ésta se sacuda a lo largo y ancho de la caja.
Foto: Italo Rondinella
Sun Yuan y Peng Yu, Can’t Help Myself, 2016.
Se trata si acaso uno de los actos más tétricos de la bienal. La pieza consiste de una caja de vidrio que en su interior un brazo mecánico intenta limpiar un líquido rojo que recuerda a la sangre formando un círculo casi perfecto en su base. Este robot está programado para realizar 32 movimientos diferentes que de cierta forma recuerdan al movimiento humano. De acuerdo con Designboom, los artistas pretendían plantear con esta pieza lo inaprensible del arte, que así como el líquido que intenta recoger y mantener en un círculo perfecto, no puede ser fijado.
Shilpa Gupta, Untitled, 2009.
Se trata de una reja que asemeja a aquellas que se utilizan para mantener a extraños fuera de una propiedad al mismo tiempo que brindan cierto sentido estético, pero que es motorizada. Su único movimiento es girar 180º de un lado a otro, estrellándose contra las paredes del recinto y dejando una marca que a cada golpe desmorona más la pared. Se trata de una metáfora que aborda la existencia de las fronteras y los límites, y de cómo éstos pueden ser causa de destrucción sin importar de qué lado se esté.
Foto: Francesco Galli
Alexandra Bircken, Eskalation, 2016.
Conformada por 40 esculturas, esta artista aprovecha materiales como el latex, tela de algodón, de nylon y hasta percheros para formar sus esculturas que asemejan figuras humanas. Todas están posicionadas en escaleras e incluso en diversas vigas como un remanente de la humanidad que provoca una suerte de misterio sobre qué le pudo haber ocurrido a esas personas o incluso sobre nuestro destino mismo.
Foto: Andrea Avezzù
Teresa Margolles, La búsqueda (2), 2014.
Margolles es una de las mexicanas que está participando en la actual edición de la Bienal que, siguiendo su temática, presentó una intervención que muestra los carteles de búsqueda de diversas mujeres desaparecidas. Estos carteles vienen acompañados con una frecuencia de sonido en tres paneles de cristal y se vuelven la tajante evidencia de la realidad que a veces decidimos ignorar, la de las decenas de mujeres desaparecidas en nuestro país.
Foto: Andrea Avezzù.
Christoph Büchel, Barca Nostra, 2018-2019.
Este gran barco que muestra el paso de los años, así como la oxidación de sus metales es un terrible recordatorio de uno de los naufragios más trágicos que ocurrieron en el Mediterráneo. Ocurrido un 18 de abril de 2015, el barco transportaba en su sala de máquinas a cientos de inmigrantes provenientes de Libia. Se presume que 1100 personas desaparecieron o perdieron la vida y sólo hubo 28 sobrevivientes.
Foto: Haupt & Binder
Renate Bertlmann, sin nombre.
Esta instalación presume ser apacible, inocente, incluso bella, sin embargo, el campo de rosas que Bertlmann creó esconde a simple vista un tono amenazante y que algunos describen como violento. Cada rosa tiene sobre sí una pieza afilada de metal, como si se tratara de una proposición mucho más contundente y herramienta de defensa más efectiva que las espinas naturales de las rosas.
Ryoji Ikeda, Spectra III, 2018.
Un simple túnel de luz basta para representar cierto horror. Ikeda logra con esta pieza incomodar a los espectadores, pues para poder ver el resto de la exhibición primero deben someterse al corredor totalmente blanco que cuenta con una luz LED pensada para cegar temporalmente a sus visitantes y quedarse grabada en la memoria de cada uno de ellos.
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