En Europa las medidas sanitarias son cada vez más severas, la gente evita el contacto físico, el transporte público o asistir a sitios muy conglomerados. Todo en pro de la salud de los ciudadanos, sin embargo, los amantes del arte están llevando estas medidas más allá de lo inimaginablemente necesario.
Algunos de los lienzos emblemáticos del Museo del Prado se han vaciado, parece que sus personajes han decidido unirse a la cuarentena sugerida por la Organización Mundial de la Salud. Los espectadores se han mostrado sorprendidos e inquietos ante esta anomalía, es como si los protagonistas de las grandes obras hubieran huido y dejado sus emblemáticas escenografías y paisajes completamente vacíos y, honestamente esto resulta bastante desconcertante.
El Guernica, Pablo PicassoLa respuesta la tiene el artista José Manuel Ballester, un asiduo asistente al Museo del Prado desde que comenzó sus estudios en Bellas Artes, hace algunas décadas, conocía el museo y sus obras a profundidad, como si El Prado fuera su segunda casa. Ballester comenzó este proyecto como una reflexión personal ante la pérdida de una amiga suya:
«La chispa que desencadenó todo fue la desaparición de una persona que yo admiraba mucho. Una amiga mía, Jocelyne, murió hace siete meses, y el vacío que ella me dejó lo proyecté en su obra preferida, la de Fra Angelico. Todos tenemos miedo a la muerte, y cuando alguien cercano desaparece, lo hacen también muchas otras cosas; es más, de forma inconsciente te planteas tu propia desaparición. Es como si ese vacío emocional hubiese encajado al trabajar con las obras antiguas».
Las meninas, Diego VelázquezA partir de esta idea, el proyecto de Ballester fue creciendo de la mano de la ampliación del Museo del Prado, hasta que por fin tuvo la oportunidad de contarle la idea de recrear las obras emblemáticas del museo sin sus protagonistas a Miguel Zugaza, director del museo y la subdirectora, Manuela Mena, quienes entusiasmados aprobaron su proyecto.
El 3 de mayo de 1808, GoyaBallester utiliza programas de computadora para intervenir las pinturas clásicas, con la paciencia de un cirujano, el artista corta, edita, retoca, iguala colores, imagina espacios y experimenta en el vacío.
La balsa de la medusa, GéricaultAl terminar el proceso creativo, el artista imprimió la obras en lienzos de tela o metacrilato, siempre con las medidas originales de las obras. Cuando el original y la copia se observan en paralelo se nota a detalle el increíble trabajo de Ballesteros.
«Hay un punto en el que debes tener cuidado con los pigmentos. El azul lapislázuli, por ejemplo, que utilizaban tanto en los siglos XVI y XVII, no lo puedes conseguir con ningún ordenador. He intentado no caer en la trampa de competir, porque habría tenido la batalla perdida de antemano, y he procurado respetar fielmente el original. Lo que es pintura, es pintura, y lo que es una reproducción, es una reproducción. Me interesaba que la obra tuviera coherencia en su conjunto, aunque esté transformada enteramente y no fuera idéntica al original».
El nacimiento de Venus, Boticelli
«He dejado solamente lo que son los elementos arquitectónicos. Para reconstruir el templo he tenido que documentarme y ver los templos de Florencia, la forma de hacer del artista, el estilo y la forma en que pintaba, para mantener la textura».
La última cena, Leonardo Da Vinci
«Al meterme en el cuadro hice desaparecer todo lo que tiene vida, pero tuve que tomar decisiones sobre la marcha; por ejemplo, qué hacía con el agua, con la vegetación; tracé una frontera y decidí que todo lo que se movía iría fuera».
Alegoría de la pintura, Vermeer
¿Qué opinas acerca de la reinterpretación sobre estos clásicos que propone José Manuel Ballester? ¿Tienes en mente alguna otra obra de arte que podría recibir este tratamiento? ¿A quién borrarías de la historia del arte?
Cristo crucificado, Diego Velazquez
En portada: Totenart