“No es mi manera de pensar lo que me ha traído mis desgracias, sino la manera de pensar de otros”. Sentidas palabras que connotan a un alma libre en tiempos de hipocresía y falsa moral. La libertad sexual, la locura, el alto erotismo, una posición política radical sumados a una imaginación ilimitada llevaron a prisión a Donatien Alphonse François de Sade, mejor conocido como Marqués de Sade, por órdenes de Napoleón.
Su fértil imaginación lo hizo concebir dos libros que desnudaban los excesos y monstruosidades de las clases acomodadas de la Francia del siglo XVIII, lo cual ya era sumamente incorrecto: “Justine o los infortunios de la virtud” (1791) y “Juliette o las recompensas del vicio” (1796). Si a lo anterior le sumamos el hecho de que Sade dotó a estos libros de una carga sexual de extremas proporciones, se puede entender por qué su figura causó tanto escándalo en la sociedad.
La historia de Justine nos habla de una chica que, en busca de la virtud, se enfrenta a un mundo despiadado y cruel con los más débiles. Sade nos enseña que la virtud no es un hábito honorable en un mundo dominado por los abusos físicos y mentales de los más poderosos.
Por otro lado, en la novela sobre Juliette, hermana de la noble Justine, se exalta el vicio y la maldad como camino para sobrevivir en el mundo. En ambos libros destaca la excelsa creatividad del autor francés para describir escenas sexuales imposibles, extremas y sanguinarias donde no hay límites. El ateísmo declarado de Sade empapa las páginas de éstas y otras obras como “Las 120 jornadas de Sodoma” y “La filosofía en el tocador”. El poeta francés Apollinaire lo exaltó refiriéndose a él como “el espíritu más libre que jamás ha existido”.
Su figura ha sido fuente de inspiración no sólo para escritores y artistas de Europa, sino que ha trascendido hasta rincones del mundo más alejados. Tal es el caso de la pintora surrealista Leonor Fini, nacida en Buenos Aires, Argentina en 1908. De formación autodidacta, la biblioteca heredada por su tío le abrió la puerta a obras de artistas como Aubrey Beardsley y Gustav Klimt. En su pintura destaca la figura femenina como centro de un universo plagado de simbolismos y una fuerte carga de erotismo.
Leonor Fini siempre mantuvo una estrecha relación con la literatura, una fuente de la cual bebió en múltiples ocasiones para alimentar su obra. Escribió cuatro novelas: “Rogomelec”, “Moumour”, “Contes pour enfants velu” y “Oneiropompe”, y realizó ilustraciones inspiradas en las obras de Edgar Allan Poe, Marcel Aymé, Henrik Ibsen y el Marqués de Sade. Este último en particular le permitió desarrollar una serie de ilustraciones donde explora los secretos sobre el universo voluptuoso y transgresor de Sade, pero también del suyo.
Fini nunca se casó, en parte debido a una sexualidad indefinida. Para algunos lesbiana, para otros bisexual, lo cierto es que su figura se entiende únicamente por medio de su arte. Sus pinturas con presencias fantasmales, cuerpos indefinidos, seres con mirada perdida y actitud contemplativa son muestras del misterio que Fini representaba para sí misma. Sin embargo, tuvo amantes masculinos como el diplomático Stanislao Lepri, el artista surrealista Max Ernst y el escritor Konstanty Jeleński,
“Toda la pintura es erótica. Ese erotismo no tiene necesariamente que estar en el tema. Puede estar en la forma con que se pinta un ropaje, en el diseño de una mano, en un pliegue”, dijo.
Su vida erótica en donde desfilaron tanto amantes masculinos como femeninos, se vio reflejada en las ilustraciones sadianas que realizó con gran maestría.
La novela “Juliette o las recompensas del vicio” fue la obra que impactó profundo en el inconsciente de la pintora argentina. Juliette representa el prototipo de la mujer que busca la rebeldía y la transgresión como un método para alcanzar la libertad. Este personaje debió ser una especie de espejo para Fini, en el cual vio reflejado sus ideas acerca de las relaciones humanas y del matrimonio en particular. Recordemos que la artista argentina nunca se casó ni se sometió a una sexualidad bien establecida: estos son actos que denotan un alma alejada de los sometimientos y las convenciones sociales que sólo busca viajar bajo sus propios vientos. Tal y como lo hace Juliette.
“Nunca he vivido con una sola persona. Desde los 18 años he preferido estar en una especie de comunidad, una casa grande con un taller, gatos y amigos, y con un hombre que tienda más a ser un amante y con otro que tienda más a ser un amigo. Siempre ha funcionado”, declaró sobre su posición ante el matrimonio.
El misterio femenino y su relación con el mundo intangible son los principales temas de cada cuadro y dibujo de Leonor Fini, una de las surrealistas más destacadas junto con Remedios Varo, Leonora Carrington y Frida Kahlo. Aunque cabe destacar que ella siempre renegó de esa etiqueta y calificó de misógino a André Breton, el líder del movimiento surrealista. Era tanta su fijación con el misterio de lo femenino que fue autora de diversos retratos de destacadas mujeres como María Félix, Anna Magnani, Margot Fonteyn, Alida Valli, Silvia Monfort y Leonora Carrington.
Leonor Fini no goza de la popularidad de otras pintoras surrealistas como las antes mencionadas, sin embargo, su aportación al arte ha sido trascendental. Amante de los gatos, de la libertad, de la fantasía y de las visiones transgresoras, su obra nos recuerda que el erotismo y las visiones del inconsciente siempre nos acompañarán como un sueño húmedo.
Leonor Fini pertenece a ese selecto grupo de mujeres surrealistas que merecen ser recordadas y que nos recuerda todo lo que debemos saber sobre 6 formas surrealistas de estimular a una mujer.
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Fuentes
Gatos y respeto
EcuRed
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