Todo individuo es seguido de una sombra, pero cuanto menos es ésta incorporada a la vida consciente de aquél, tanto más negra y espesa es.
—Carl Jung
En 1890, Oscar Wilde escribió El retrato de Dorian Gray, una novela gótica en la cual, después de vender su alma al diablo, un retrato al óleo del protagonista empieza a adquirir la apariencia que tendría si se reflejaran en la piel todos sus vicios, pecados y perversiones. Esta novela se convirtió en un objeto de estudio para diversos psicólogos porque su argumento puede interpretarse a través de los conceptos de la conciencia y la sombra, ya que narra cómo una pintura oculta el verdadero rostro del personaje, mientras protege su apariencia de heridas físicas y emocionales, tal como lo hace el inconsciente reprimido.
El cuadro se convierte así, en palabras de Jung, en «el cubo de basura que se encarga del trabajo sucio». Conforme avanza la historia, la obra se deforma a causa del goce desenfrenado, de los excesos, el adulterio, la obsesión por las banalidades, la doble moral y el deseo insaciable de poder que deja ver el lado más oscuro de su alma. Lo que le ocurre a Dorian Gray no puede considerarse una transformación súbita, sino las consecuencias de dejarse llevar por los impulsos de su naturaleza, por aquellos defectos que son parte de su ser pero la moral suele controlar.
Gray debe enfrentarse entonces a la existencia de esa faceta suya y confrontar las cualidades oscuras de su personalidad: debilidades, miedos, perversiones y aquellas pulsiones del ego que reprimimos por ser consideradas negativas en la sociedad. Ese aspecto inconsciente de la personalidad habitado por actitudes que el consciente no reconoce como propias o prefiere negar, es definido por Carl Jung como la sombra del ser humano.
Conocerse a sí mismo significa también reconocer los demonios ocultos en las sombras que nos asustan durante las noches de insomnio cuando nos persiguen los fantasmas de los deseos y las pasiones desenfrenadas. ¿Dónde ocultamos nuestros secretos más íntimos? ¿Detrás de qué puerta encerramos los oscuros sueños que nos llenan de culpa? Como Dorian Gray, cada uno de nosotros tiene su propio cuadro en el ático, una sombra escondida bajo la piel donde reside esa parte de nosotros que no podemos destruir porque ese monstruo que tanto tememos no es más que nuestra apariencia real.
Ante este autodescubrimiento, el arte es una de las mejores catarsis, eso lo sabe bien Plácido Merino, quien crea retratos psicológicos mediante un expresionismo que demuestra la capacidad que él describe como “materializar la sombra”, es decir, sacar a la luz traumas y secretos a través de la pintura. Su estética responde al erotismo al plasmar el cuerpo y exaltar el significado de la carne por sí misma, con un acercamiento no sólo físico sino también emocional. Para lograrlo, el proceso de sus obras inicia con sesiones psicológicas de las modelos que retrata, porque Merino no busca representar la belleza sino la oscuridad interior al indagar en la profundidad y complejidad humana que rebasa los acuerdos y convenciones sociales. Él conoce las sombras de la sociedad y por ello cada uno de sus cuadros es una historia cruda detrás de las miradas y las pieles.
Este mes te presentamos la serie Little Shadows de este artista que encuentra catarsis entre el erotismo y el dolor para liberar lo reprimido y reflejar el poder que adquiere la sombra cuando se le evita durante mucho tiempo.
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Conoce más de la obra de este artista mexicano y sus pinturas eróticas que te harán sentir la oscuridad y miseria del deseo, y acompaña tu tarde con 8 películas que, como las obras de Merino, están inspiradas en la psicología de Carl Jung para que descubras cuáles son los cuatro deseos que rigen nuestro comportamiento y nos perjudican más de lo que creemos.