Hace algunos años, el artista alemán Julius von Bismarck descubrió una manera de convertir una cámara analógica en un flash imperceptible al ojo humano: el Image Fulgurator. Este dispositivo capaz de proyectar cualquier imagen sobre una superficie cuando intercepta el momento preciso en que otras personas disparan el flash de sus cámaras permite manipular físicamente las fotografías justo en el instante en el que una imagen está siendo realizada y sin que el fotógrafo lo detecte, porque la manipulación sólo puede verse cuando la fotografía ya ha sido tomada.
Esta intervención ha sido realizada por el artista como un acto disruptivo en momentos de gran afluencia mediática, como en la Plaza de Tiananmen frente al retrato de Mao Zedong, sobre el cual se proyectó una paloma perteneciente a un cuadro del pintor surrealista Rene Magritte. En otra ocasión, junto al artista español Santiago Sierra, intervino las fotografías de los peregrinos en la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid.
El trabajo de este artista está vinculado con la complicada relación entre ciencia y arte, pues utiliza máquinas para sus intervenciones performáticas, tales como el flash sincronizado que proyecta imágenes invisibles para el ojo humano, provocando desconcierto ante el hecho de develar frente la mirada del público aquellos mensajes que suelen permanecer ocultos y que la tecnología permite manifestar. Su obra puede interpretarse como un boicot, una irrupción o la necesidad de desmantelar el espectáculo al que estamos acostumbrados, porque un “no” sobre la cabeza de un líder religioso representa probablemente una acción de denuncia y una negativa rotunda a mantener intacto el status quo.
¿Te has preguntado quiénes crean la tecnología? ¿Para quién está pensada o diseñada? Todo lo que vemos y lo que usamos todos los días fue pensado por alguien y ese pensamiento tiene tras de sí diversos valores, un motivo, una cultura y toda una esencia que originó la pantalla desde la cual estás leyendo en este momento. Esa es la pregunta que inspira el trabajo del artista mexicano Rodrigo Palacios Murillo, creador apasionado y curioso que encamina su producción artística hacia “eso” que no se ve pero que le da sentido a la existencia.
Para Palacios, la pregunta que debe responder el arte es, ¿qué hay atrás de las cosas? Para develar los procesos y las verdades ocultas. Por ello, todo el tiempo indaga, incluso acerca de sí mismo, tratando de descifrar qué es lo que hace Rodrigo y para qué lo hace, situándose en tercera persona para analizarse y cuestionarse.
Al igual que Von Bismarck, Rodrigo explora los límites entre ciencia y proceso artístico, pero en su discurso, esta relación tiene que ver con problematizar el hecho de que el razonamiento lógico haya dejado de lado a la imaginación y la intuición. Para él, el asombro y la sorpresa en el arte son algo fundamental, por lo que encuentra una clara conexión entre su obra y artistas contemporáneos como Teresa Margolles, especialmente con acciones como la pieza En el aire, que consiste en una instalación de burbujas dentro de una galería. El público entra, juega y disfruta estar rodeado por miles de burbujas que aparentemente no interrumpen la armonía y el espectáculo de la cotidianidad, pero en realidad son un acto de protesta y denuncia contra la impunidad, contra lo que no quieren que veamos.
Al salir de la sala, el visitante se entera de que el agua con la que se producen viene de la morgue y se ha usado para limpiar cuerpos, como un recordatorio de la fragilidad humana pero también de la presencia cercana de la muerte en una sociedad violenta e indiferente. Para Palacios, esta pieza es una gran inspiración por ser un reflejo del mundo, de todo lo que nos esconden y de la punta del iceberg que sólo puede denunciarse al indagar más allá, no sólo en las propias obras, sino en la vida misma.
A diferencia de artistas como Rafael Lozano- Hemmer, quien explora la paranoia tecnológica del control y las relaciones virtuales, en la obra de Palacios el factor tecnológico tiene una presencia sutil como una herramienta que no es evidente en sus piezas a simple vista, pero que permite que los objetos que crea cuenten las historias sobre su existencia. La presencia tecnológica y digital en sus piezas nace de una necesidad estética por llamar la atención con obras de gran impacto que transmiten contenidos realmente trascendentes.
Para Rodrigo Palacios el espectador lo es todo, porque su labor como artista es compartir todas esas cosas que están mal en el mundo para contagiarlo de crítica y consciencia, debatir acerca de los responsables y asumir aquella fracción de responsabilidad que a todos como cómplices nos corresponde.
Esta pasión por revelar la esencia de los objetos también la aplica al ser humano, pues afirma que una persona es todo aquello que ha experimentado en el pasado. Por ejemplo, en la obra Hypokeimenon, término griego que se refiere a la búsqueda de la esencia o de la sustancia que se mantiene constante en una persona u objeto y lo hace ser, creó una manera inmersiva de conocer al otro a partir de sus experiencias, tomando como punto de partida que lo que somos es una construcción de un legado social e histórico. En esta pieza puedes conocer desde el interior la proyección de recuerdos y traumas de un “otro”, jugando con la ficción y la empatía para al final preguntarte, ¿qué te hace ser quien eres?
Otro eje central de su obra es la constante crítica al sistema occidental por categorizar y construir un mundo a partir de la ciencia, como manifiesta en su más reciente proyecto Si las plantas de un lugar hablaran… ¿qué nos contarían?, que entre otras cosas nos enfrenta al hecho de que todo el tiempo estamos recibiendo información de manera inconsciente, mientras escuchamos ruidos, vemos caras y percibimos distintas actitudes que modifican nuestra consciencia.
Hay momentos que te cambian radicalmente, como encontrarte frente a una buena obra de arte, y la labor de un artista es tener la capacidad de afectar la consciencia del otro para conectarlo con sus emociones y con su sentido crítico. El arte humaniza y te vuelve vulnerable ante los demás y ante el contexto que te rodea, para escuchar con atención las historias de quien está a tu lado. Esta pieza de Rodrigo Palacios, aún en proceso, imita la misión poética de una concha que revela al oído el sonido del mar, pues mediante la escultura comparte paisajes sonoros con cualquier persona que tenga ganas de escuchar algo sobre su propia historia.
Esta pieza interactiva está compuesta por una serie de esculturas inspiradas en cuatro plantas que invitan a tocar parte por parte de su estructura para escuchar un fragmento de su narración, hasta que tú mismo descubres la historia que te está contando en una obra sonora que documenta experiencias reales. La información contenida en la planta revela horas de trabajo en el campo, las familias que confían su sustento a la naturaleza y la cultura que se construye en torno a su presencia.
Palacios seleccionó cuatro plantas endémicas mexicanas: el maguey, el girasol, la nochebuena y el cempasúchil, las cuales tienen raíces y nombres en lenguas prehispánicas. Para cada una de ellas escogió un lugar y una persona o comunidad que se viera reflejada en ella. Para el maguey, un tlachiquero de pulque en Hidalgo; mientras que la historia detrás de un girasol es narrada por un apicultor; la del cempasúchil es contada por un velador de panteón y la nochebuena se expresa a través de un señor que trabaja disfrazado de Santa Claus. Entre otras cosas, esta pieza confronta lo moderno y lo tradicional, así como la explotación y los sacrificios frente a la versión idealizada de la vida tranquila en el campo.
Además la cera de abeja de la cual están fabricadas las piezas, remite a nuestro origen orgánico para asimilar que todo lo que somos está en lo que hacemos, porque somos tiempo y las decisiones que tomamos al gastarlo, pues al final, lo que hicimos hablará por nosotros como nuestro legado.
Así, en la obra de Rodrigo Palacios los objetos cuentan su propia historia y lo que hay detrás de sí. Toda su obra es una manera de comprender los procesos y responder las preguntas desde una trinchera de artista, una mirada curiosa y perspectiva creativa, sin el afán de hacer ciencia, sólo aventurarse empíricamente a entender el fenómeno. Su producción es profundamente educativa y lúdica a través de medios tecnológicos que facilitan ese proceso de comunicación que transforma la consciencia.
Palacios es aquél “tecnochamán” de los objetos que aparentemente no tienen valor, a los cuales reivindica reconociendo su papel ante el mundo, porque conocer e interesarse por el otro es una manera de empatizar y la empatía te lleva a sentirte verdaderamente pleno con el mundo. Y esa es la razón por la que es artista.
Si quieres conocer más de su obra no te pierdas Pasó pero nunca lo vi, una exposición colectiva organizada por la plataforma Periferia del 9 de diciembre de 2017 al 28 de febrero de 2018, con la participación de Carlos Bernal, Francesco Levy, Mec Paz, Rodrigo Palacios, Tulio Tula y Umberto Coa en la Galería de Arte de Jardines de México.
Cultura Colectiva te invita a la inauguración el próximo sábado 9 de diciembre, sólo tienes que responder el Tweet en nuestra cuenta @CulturaColectiv con tu nombre completo y podrás ganar una cortesía doble para el tour de inauguración en Jardines de México, Morelos, el próximo sábado de 11:00 a 19:00 hrs. Mantente al pendiente de las redes sociales Instagram y Facebook de la plataforma Periferia para conocer todo sobre sus artistas y exposiciones.
El arte contemporáneo mexicano es crítico con su realidad y poco a poco ha ganado reconocimiento internacional por su sentido social, como la obra de los 10 artistas mexicanos que ponen en alto el nombre del país y las obras de arte que muestran el dolor y la angustia de la migración y la violencia.