Pensar en la muerte inevitablemente produce una sensación de desconcierto causada por el temor a la única certeza que nos acompaña cada día y nos obliga a ser conscientes del tiempo que se nos agota con cada latido. El cosquilleo en el estómago que se origina cada que recordamos nuestro inevitable destino nos hace conscientes de la única idea que el ego humano es incapaz de soportar: desaparecer. Muchas son las versiones y paradigmas acerca del instante definitivo en el que se abandona la vida, pero lo cierto es que la muerte como sinónimo de desvanecernos en la nada nos aterra y por ello nos refugiamos en el anhelo de que ésta no sea el final, de que exista “algo más” que nos espera para continuar un camino eterno.
Cuando alguien se va conservamos los lugares, las pertenencias y las historias que compartimos. Metafóricamente, al irse dejan un espacio en blanco y poco a poco, el presente se llena de espectros del pasado y una nostalgia por aquellos lugares donde fuimos felices. La muerte deja a su paso sillas vacías en la cotidianidad y resulta incomprensible que todos los recuerdos y pensamientos acumulados a lo largo de una vida, y la esencia de aquello que somos, quede reducido a cenizas por el simple hecho de quemar un cuerpo.
Ante esta insoportable realidad hallamos consuelo en el pensamiento mágico-religioso en el cual buscamos desesperadamente una explicación que nos devuelva la certeza de que la vida no es en vano. Nos condena el egoísmo de no poder soltar y negarnos a aceptar las despedidas eternas y definitivas. Colocamos el polvo que dejamos a nuestro paso en cajas dentro de criptas para tener un lugar físico donde podamos “visitar” a quienes extrañamos sólo para darnos cuenta de que no se puede morir en la mente de quienes nos amaron y conservan nuestro recuerdo.
Por todo lo que gira en torno a ella, la muerte es uno de los temas de interés para Verónica Bapé, una artista contemporánea que crea obras en distintos formatos a partir del cuestionamiento sobre los sucesos posteriores a una pérdida. Le interesa explorar los conceptos y comportamientos que rondan alrededor de la muerte, como el miedo y la incertidumbre, y en ocasiones el misterio y la impunidad, así como los rituales e imaginario colectivo de una cultura acerca de ello. Indaga también en todos los elementos materiales que la rodean: velas, retratos e incluso colores que dotamos de un significado para materializar las ausencias.
Lejos del interés por lo paranormal, la artista mexicana cuestiona las leyes de la física acerca de la posibilidad latente de que un espacio permanezca habitado aun cuando el cuerpo físicamente haya desaparecido, es decir, que la materia sea sustituida por un espectro invisible que no desaparece. Esta investigación estética la condujo hace algunos años hacia la exposición Si tú puedes verme, también puedo verte, donde dialoga con la dualidad presencia / ausencia que se fundamenta en todo aquello que no podemos ver y, sin embargo, existe y cohabita el universo real.
Su obra atraviesa también la posibilidad de hallar dimensiones alternas que permanecen ocultas, ello a partir de cuestionamientos existencialistas como la relación espacio / tiempo y las conexiones entre ambos. Estos misterios que han alimentado las mejores historias de la ciencia ficción plantean la posibilidad de cruzar hacia planos paralelos, donde se oculta aquello que no somos capaces de detectar con nuestra reducida percepción, en función de la temporalidad y los límites de la fantasía como un universo alterno. De una manera cotidiana, Bapé presenta una forma de entender y representar dicho fenómeno comparándolo a menor escala con los filtros que usamos para alterar a nuestro antojo la percepción de la realidad, con la idea de que los sentidos nos engañan y lo invisible a la mirada puede sentirse y experimentarse a pesar de las limitaciones físicas del cuerpo.
Así, el fantasma en la obra de Bapé no se presenta ante nosotros como un espíritu entre planos de la existencia, sino como memoria e imposibilidad de olvido. Es decir, que nuestros fantasmas son todo aquello que permanece y nos acompaña en contra de nuestra voluntad, algo que no podemos esquivar y dejar atrás. El fantasma es aquella aparición molesta e inquietante, sobre todo porque en algún momento fue real y ahora nos atormenta cuando deseamos superarlo en el presente, porque además adquieren forma de palabras, objetos, personas, lugares e imágenes que nos persiguen durante la oscuridad.
Poder, finalmente, nombrar aquellos espectros es una de las virtudes de observar la obra de Verónica Bapé, pues es capaz de revelarnos dimensiones alternas que no podríamos ver de no ser por el arte, además de que nos pone en tela de juicio como futuros fantasmas del espacio donde nos encontramos y de quienes nos conservarán en sus recuerdos.
En su obra permanece la interrogante que se sustenta en la certeza científica de que lo invisible también es real, quizá nunca sabremos si existirá o no la vida después de la muerte o si continuaremos existiendo en una frecuencia temporal-espacial distinta, pero esta pregunta continuará siendo inspiración para artistas y cineastas que, al igual que Bapé, confían en las dimensiones paralelas y los planos de la existencia que aún nos faltan por descubrir.
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Durante enero no te pierdas la oportunidad de conocer la nueva producción de Verónica Bapé en 1 MES 1 ARTISTA, una iniciativa de la agencia DEAR que surge como una plataforma de apoyo, promoción y difusión cultural que le da espacio a los artistas independientes. DEAR inaugura una exposición cada primer domingo del mes con el objetivo de presentar un panorama del arte emergente en nuestro país.
La inauguración de Abundante cosa, proyecto inédito de Bapé, se realizará el próximo domingo 7 de enero a partir de las 15:00 hrs y puedes visitar la exposición hasta el 31 de enero en Artículo 123, #123, en la Colonia Centro de la CDMX.
Más información en Inauguración:Abundante cosa Verónica Bapé.
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El arte puede convertirse en un ritual para encontrar una explicación ante las interrogantes y deseos del ser humano como las pinturas de fuego de Sabino Guisu que son una metáfora del renacer humano o el trabajo de Priscila Monge, la artista que nos enfrenta al lado más oscuro y violento del amor.