Lo único que nos ha mostrado la modernidad es nuestra disposición a destruirlo todo. En cuanto nos encontramos con alguna novedad, se enciende dentro de nosotros un instinto consumista que, en cuanto avanza, amenaza con desplazar todo lo que estaba antes de él. Un ejemplo claro de esto son los smartphones producidos por Apple que, en cuanto sale una nueva edición, todo mundo enloquece y comienza encontrar defectos en los dispositivos ─los cuales, evidentemente, no existen─ sólo para justificar la compra de un teléfono más reciente. Esta vorágine hace que los flamantes propietarios de iPhones más recientes se mofen de aquellos que siguen usando versiones “obsoletas”.
Aunque esa es sólo la punta de nuestro problema; después de que a los dispositivos móviles se les agregara una cámara, la gente sintió una enorme necesidad de documentar cada momento de su vida con un obturador de pésima calidad. Desde momentos íntimos hasta situaciones que rayan en lo ridículo, las selfies tienen un lado oculto que nadie quiere aceptar: son destructivas.
Más de un lector se habrá enfrentado a la bochornosa situación de ver a alguno de sus amigos hacer el ridículo con tal de obtener la “toma perfecta”: se suben en otra persona, árboles, lavamanos e incluso monumentos históricos de un valor incalculable sin importarles el daño que le podrían estar causando a dichas estructuras. Las siguientes obras de arte sufrieron las consecuencias de la posmodernidad en formato jpg.; de hecho, algunas de ellas ya no tienen remedio… justo como nuestro amor por la tecnología.
“Estatua de Dom Sebastiao” (1891)
En 2016 un joven portugués enfrentó una condena de cinco años de prisión tras destruir esta escultura situada en una estación de trenes en Lisboa. La obra representaba al Dom Sebastiao, rey de Portugal entre 1557 y 1558; cuando el chico quiso montarse sobre ella, ésta cayó al piso rompiéndose en pequeños fragmentos, es por ello que no se sabe cuánto tiempo durará la restauración.
“Chacán-Pi (Making Love)” (2001), Fernando de la Jara
Desde su creación se ha mantenido como propiedad del Instituto de Microbiología de la Universidad de Tubinga. En 2014 captó la atención de todos los medios de comunicación alemanes cuando un estudiante estadounidense que estaba de intercambio decidió tomarse una “foto creativa”. Al tener forma de vagina —aunque en realidad representa el símbolo π—, el joven decidió fotografiarse como si estuviese “naciendo” de la escultura. Para su mala suerte, dicho parto no pudo suceder como lo planeó y la policía tuvo que intervenir para sacarlo de ahí.
“Infinity Mirrored Room- All the Eternal Love I Have For The Pumpkins” (2016), Yayoi Kusama
No es un secreto que las exposiciones de esta artista japonesa son más un escenario para grandes selfies que instalaciones con una carga significativa para los espectadores, esto quedó demostrado en el Museo Hirshhorn de Estados Unidos cuando una persona dio un mal paso al tratar de enfocar su cámara. Ese intento de selfie destruyó una calabaza punteada con un valor aproximado de medio millón de dólares.
“San Miguel” (Siglo XVIII)
No sólo el arte contemporáneo sucumbe ante los amantes de la selfie. Ni siquiera el arte sacro con toda la protección divina que —se supone— tiene dentro de sí puede combatir las oscuras fuerzas de la selfie. Esto quedó demostrado cuando en el Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa un turista brasileño, buscando el enfoque perfecto para su fotografía, caminó hacia atrás hasta chocar con una escultura de San Miguel. Si bien algunas piezas que sufren estos accidentes tienen reparación, según el director del museo, Jose Alberto Seabra Carvalho, el daño que este turista causó no tiene remedio.
“El sátiro ebrio” (220 a.C.)
Si bien se trata de una copia hecha durante el siglo XIX, su valor histórico la convierte en una de las más caras de la Academia de Bellas Artes de Brea, donde descansaba hasta 2014, año en el que un estudiante trató de tomarse una selfie sentado en la pierna de esta representación de Dionisio hallada en 1624 en el Castel Sant’Angelo de Roma. Al ser hueca, la extremidad cedió dejando al sátiro amputado y al joven sin su preciada foto.
“Los dos Hércules” (1700)
En 2015 un par de turistas nos mostraron que ni siquiera la mítica fuerza de Hércules puede contra la modernidad y el ego que ésta genera en las personas. Todo ocurrió en Italia cuando un par de jóvenes trataron de trepar a la estatua que, por cierto, sirve como símbolo a la ciudad de Cremona, Italia. Al intentar sujetarse de algo, torpemente tiraron la corona situada arriba del medallón flanqueado por las dos esculturas humanas; la pieza quedó hecha pedazos.
Si la era tecnológica implica un avance para la humanidad, es lógico que éste se dé en todos los niveles, incluso aquél que va directamente relacionado con nuestro sentido común. No porque estemos yendo rápidamente hacia el futuro vamos a destruir nuestro pasado, pues sin él no seríamos nada más que seres fugaces sin ningún legado palpable más que una fotografía pixeleada.
*Este artículo fue publicado anteriormente por Diego Cera el 7 de julio del 2017 y ha sido modificado