John Currin (1962) nos sorprende con una mezcla de arte clásico puro y bello, y una perversión que desconcierta. Es un pintor americano reconocido por sus pinturas figurativas satíricas, que con un virtuosismo técnico elabora temas sociales desde una provocativa sexualidad. Sus influencias parten desde el Renacimiento, a revistas de la cultura popular y modelos contemporáneas. Entre lo grotesco y la belleza, sus obras podrían encasillarse en la categoría de caricaturas, pues de cierto modo aluden a lo cómico por sus malas proporciones, en donde a veces sus mujeres resultan encantadoras y otras veces repelan. Realiza una mezcla entre alta y baja cultura. Son retratos inesperados y perversos, que salen de la categoría de lo socialmente aceptado; que deambulan entre lo ridículo y lo sublime, la ironía y la ofensa.
Con las reminiscencias del pasado, el artista combina vulgaridad y refinamiento desde que se sumergió en el mundo del arte en la década de 1990. Entre gracias y vírgenes, Currin le da otra interpretación y lenguaje al pasado con aprendizajes que obtiene de imágenes del porno viejo, pin-ups, catálogos antiguos, etc. También le gusta rescatar escenas de películas y reinterpretarlas.
Entre todas estas fuentes de inspiración, el resultado es un estilo muy realista, sin miedo de apropiarse de la sexualidad humana y provocarnos con ella con temas exagerados. Si bien se ha ganado la crítica de muchos, su técnica es impecable. Los colores, técnicas y composición propia de los Renacentistas está tan bien abordada que de ahí nace el factor sorpresa, pues en temática, en libertad y elementos decorativos, las piezas no corresponden a la época de este estilo.
Con respecto al humor y la ironía que inundan todas sus obras, en una entrevista de Vanity Fair le preguntaron: – “¿De dónde nace tu humor?”
A lo que Currin respondió:
– “De los niños. Cuando tienes hijos, te llega ese sentimiento de estar en misa o en un funeral y pensar. ¿Qué pasaría si eructo en este momento? Todas las cosas graciosas que me vienen a la cabeza son ofensivas básicamente para todos los que me rodean, inapropiadas y extremas. Para mi fue crucial convertirme en un hombre y dejar de ser un adolescente calvo”Entre transparencias, zapatos de mal gusto, lentes de sol, gestos faciales o de las manos inapropiados y con tono burlesco, cuerpos deformados que posan sin estilo y sin pudor, mientras mantienen el contacto visual con el espectador, los detalles le dan a las piezas ese toque grotesco y humorístico que en su conjunto las vuelven absurdas.
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