“Si los hombres pudieran ver lo que hay detrás de esa faz atractiva, de esos labios carnosos, y esos grandes ojos brillantes, retrocederían llenos de espanto…” Con esta descripción, los antiguos místicos y líderes religiosos descalificaban el atractivo físico de aquellas personas que les incomodaban por su aspecto exterior. Para ellos, la belleza física era objeto de reproches y ataques porque consideraban el atractivo como una equivocación, un riesgo capaz de distraer incluso a los más inteligentes.
En el ensayo, “El rostro y el alma” realizado por el doctor Francisco González Crussi, se detalla uno de los tantos ataques lanzados contra la belleza: el “reduccionismo anatómico”; aseveraciones enunciadas con la intención de descalificar el atractivo al centrar su atención en los rasgos físicos y reducirlos a su forma más directa: “¿qué otra cosa es el atractivo físico sino un conjunto de sangre, venas, arterias, bilis, líquidos viscosos, humores pegajosos y carne cruda?”, se pregunta Crussi en su texto.
La interrogante va más allá de la formalidad y las descripciones. Hurga entre los fragmentos del cuerpo humano como símbolo de una raíz emocional y expresiva, inherente al ser humano. Esa misma pregunta fue el motivo por el que la pintora norteamericana Jen Mazza se internara en la exploración de una veta visceral, pero no por eso menos hermosa.
Para la elaboración de muchos de sus cuadros se ha utilizado a sí misma como modelo. En ellos ha intentado recrear una especie de “teatro emocional” en el que captura fotografías para luego comenzar sus cuadros. No obstante, sus primeros trabajos no se basan en modelos fotográficos, sino en lugares extraídos de su memoria o de la historia del arte, lo que dota a sus piezas de una realidad estética en continua transformación.
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Su proyecto titulado “Scarlett intent and other series” (Las intenciones de Scarlett y otras series), integra imágenes que seducen al espectador por lo momentos capturados en ellas: los retratos son tan vivaces y armónicos en su composición, que parece que miran, estrujan, se contienen o tiemblan frente a la mirada de quien se asoma en ellos. Los dedos jugando al borde de los labios, los labios se suspenden en un gesto parecido a besar o lamer o cerrarse en unos dedos que, sin moverse, recorren la boca que los amenaza.
Mazza estudió en el Mary Washington College. Ha expuesto su trabajo en diferentes sitios de Nueva York y Nueva Jersey. Ha sido becaria del Consejo Estatal de Arte de Nueva Jersey en 2001 y 2008. Y fue seleccionada para participar en el programa Emerge de Aljira Center for Contemporary Art. Su trabajo ha sido elogiado por el New York Times y el Star Ledger.
“En el proceso de selección de temas para mis pinturas, voy recopilando una especie de biografía de los objetos, que refleja una gran parte de mi historia personal, sin limitar sus posibles lecturas y resonancias. El libro es un contenedor para mucho más que la historia individual que salpica sus páginas. Esto se hace especialmente evidente con el paso del tiempo, simplemente al ver la portada del libro conocido o leer un párrafo nos transportamos en nuestro propio pasado…”
El articulista Dan Bischoff escribió lo siguiente para el Star Ledger: “Las pinturas de Mazza te hacen inclinarte para captar el menor detalle y luego contemplar las implicaciones más amplias de los detalles que vemos. Como mirar a través de un agujero de alfiler, sugiere más información de lo que realmente proporciona. Y, por supuesto, las fotos no funcionarían si Mazza no maneja la pintura lo suficientemente bien como para justificar la inspección. La diablura está en sus detalles.”
“Sócrates se refirió a la belleza como una breve tiranía. Platón evadió el problema bajo el argumento de que la belleza es el privilegio de la naturaleza…” Tal parece que la estética escapa a las reflexiones filosóficas, pero las expresiones artísticas de Jen Mazza no permiten el juego; se apropian del cuerpo como un rompecabezas en el que las insinuaciones se convierten en palabras no dichas. Enunciados por decir sin palabras, sin sonido, apenas sugeridos por la forma y las silueta de una posibilidad convertida en deseo. Un anhelo de la piel retratado al acecho.