Una mujer que está secando su cabello es una tragedia. La cita en la oficina se adelantó. La secadora no enciende. El celular está a punto de quedarse sin batería, pero no para de timbrar. Ese peinado no es el indicado. El automóvil no tiene suficiente gasolina. El ensordecedor murmullo de las calles golpea los cristales, las paredes. La mujer amarra su cabello y sin cepillarlo, suspira. Suena el teléfono. La prisa se convirtió en angustia hace cinco minutos, cuando ya no había tiempo. Suena el teléfono, la angustia da paso a la frustración que muerde sus labios. Suena el teléfono;la mujer no sabe si estallar, olvidarse del mundo o saltar por la ventana.
Suena el teléfono; se canceló la junta.
Este tipo de situaciones, así como todos los sentimientos que intervienen en ellas, son retratadas por la artista canadiense Alexandra Levasseur, quien a través de su imaginación y un bolígafro asume la necesidad de mostrar cómo es ese trajín de un individuo a lo largo del día; en determinados momentos y espacios. Cómo nos sentimos, cómo vamos transformándonos. Sus imágenes pretenden mostrar los efectos que estas interrogantes tienen en nosotros. Su objetivo no es brindar respuestas.Con un posgrado en ilustración creativa y comunicación visual por la escuela de arte y diseño de Barcelona, Levasseur orienta su talento a la pintura de imágenes ilustrativas. Sus primeros trabajos fueron, sobre todo, figuras femeninas: “La figura femenina es una constante en mi trabajo porque todo lo miro a través de mi naturaleza. Lo que veo, escucho o digo es personal, y sé que nadie más actuaría como yo en una situación identica, porque nosotros somos capaces de hallar diferentes soluciones para encarar un mismo problema.”, detala Lavasseur.
Levasseur se apropia de situaciones cotidianas. Le interesa explorar la dualidad de la existencia desde la óptica de los recuerdos y las representaciones que de ellos solemos hacer. Ella misma ha declarado que su obra “retrata personajes femeninos atormentados; ensamblados en un paisaje que parece salir de un sueño”, porque de esta forma puede cuestionar la relación entre la comodidad física, la paz mental y su relación con el entorno que es capaz de afectar el estado de la mente.
Las tormentas pueden ser pequeñas o grandes. Aparecen cuando estamos por salir de casa o al girar la esquina, pero eludirlas únicamente las vuelve fastidosas. Levasseur lo sabe, por ello abordó en esta serie de pinturas el asombro como un rostro doble. La niña que mira de frente y un segundo después baja la cabeza es el ejemplo exacto de la incertidumbre. la sorpresa. Ese gesto que reconocemos nuestro, pero que tratamos de ocultar en público.
La carga símbolica de sus imágenes está puntualizada por la continuidad y la coherencia entre los elementos que las componen. Las flores, por ejemplo, simbolizan la fragilidad que sobrevive durante el día, sin importar el grado de tensión o frustración presente en ese lugar. Sin embargo, en algunas pinturas las flores poseen colores más vivos en comparación con otros cuadros. Al final, la fragilidad se impone al vértigo de la situación no como una necedad de la ternura, sino como una muestra de valiente delicadeza.
Tal y como sucede con las flores, los colores atienden a las emociones percibidas por Levasseur en el momento de creación. Los tonos cálidos como el rojo, el amarillo o el naranja, son evidentes en cuadros donde la frustración y el aturdimiento son tan visibles que no hay necesidad de mencionarlos porque los colores explotan en el rostro de quien se asoma en ellos al contemplar con detenimiento los detalles de las piezas.
Los tonos fríos (azul, negro, gris oscuro, morado), por otro lado, son los responsables de subrayar emociones en donde las mujeres aparecen tímidas, distantes, igual al sonido de la lluvia que está por caer, pero no ha tocado la piel de quienes se vuelve de espalda, o entrecierran los ojos y cruzan los brazos sin pronunciar palabra, pero con un silencio corporal que lo dice todo, o casi todo, porque los colores hablan.
” Los temas centrales que exploro son el amor, el miedo, la angustia y el deseo. Me interesa internarme tanto en la soledad como en la dualidad de la existencia a través de la representación de los recuerdos. Me cuestiono la relación entre la comodidad física y la paz mental, y cómo el entorno puede afectar el estado de la mente.”
“La palabra “relación” se me aparece como una clave. La búsqueda de la “relación” entre las cosas es lo que realmente me interesa. En este contexto, cuestiono la idea de las relaciones como elemento básico de todo lo que existe y de la vida misma. Represento el planeta como un organismo único. Nada es destruido y todo sufre transformaciones constantes.”
No hace falta ser un premio Nobel de literatura para expresar todas esas inquietudes que llevas dentro. Lo capital es no eludir esa voz que podría darte la respuesta que has estado buscando hace mucho tiempo. Cuando se le pregunta a la canadiense por el motivo de su trabajo la respuesta es contundente: prefiero dibujar a hablar. Y en ese momento, la magia sucede: la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores, de acuerdo con Mario Vargas Llosa, para quien la sensación de hastío que todos los seres humanos experimentamos en algún momento, puede tomarnos por asalto. Nadie está a salvo.
Si deseas adentrarte un poco más en el mundo de Alexandra, quizá te interese visitar su página.
