Transgresoras, irreverentes, impúdicas, fascinantes: así son las pinturas de Fabián Cháirez. No hay manera de ver su obra sin quedarse sorprendido. No se trata sólo de la variedad de elementos elegidos ni del manejo del color y las formas; tampoco es un asunto exclusivo de la precisa técnica utilizada ni la audacia de sus trazos. Es, sobre todo, la carga simbólica que estos cuadros guardan en sí mismos.
La estética novedosa y fresca de este artista chiapaneco nos fuerza a romper con los estereotipos y cuestiones comunes. Nos obliga a mirar y a remirar los vacíos conceptos que de común tenemos sobre la sexualidad masculina.
¿Por qué esperamos que un varón cumpla con ciertas expectativas de macho impuestas desde el imaginario tradicional?
La hombría, la religión, los símbolos patrios y hasta la lucha libre son algunos de los símbolos de identidad nacional que este artista se atreve a desafiar de manera magistral presentándonos una sensibilidad erótica que nos invita a replantearlo todo.
Pese al buen recibimiento que en últimos años ha conseguido el movimiento LGBTTI, es imposible apartar la vista de la marginalidad que, aún en nuestros días, persiste en quienes se declaran “no heterosexuales”. El tabú sobre la sexualidad en todas su expresiones, la falta da apertura pública a otros tipos de placer y gozo, reciben hasta hoy una gran cantidad de censura y odio.
Es justamente por eso por lo que este tipo de expresiones se vuelven tan imprescindibles y necesarias. Además de su innegable belleza, estas pinturas denuncian la censura que la feminidad implica cuando es presentada con cuerpo y rostro de hombre.
Hace un par de años, Cháirez consolidó una increíble muestra pictórica en la Galería José María Velasco del Instituto Nacional de Bellas Artes. “El jardín de las delicias” mostró al público la feminidad en 30 piezas. A propósito de la exposición, Fabián explicó que, aunque pueda pensarse lo contrario, «Dentro de la población gay se aboga mucho por la masculinidad, mientras que la feminidad es desdeñada» y que ese fue uno de los motivos para hacer este trabajo.
La obra de este artista nos hace cuestionar la masculinidad: ¿por qué se ha establecido que debe ser tal y como es?, ¿por qué nos causa tanto asombro una sensualidad tan desbordante si quien la porta es un varón?
Si duda alguna, pocos artistas mexicanos han tenido el toque de combinar la denuncia, el humor y el erotismo en un mismo cuadro.
Bajo el fuerte influjo de la cultura drag, este artista coloca entre flores y colibríes, los músculos, barbas, brazos y piernas varoniles la sensibilidad que irradian desde toda su piel.
Rompe, junto con todos nuestros prejuicios, los limites entre lo sagrado y lo profano; la cultura popular y los altos estándares del arte universal; los hitos del patriotismo nacional y el legado barrial y comunitario. No hay fronteras, los extremos dialogan en una convergencia inusual.
Esta artista egresó de la licenciatura en Artes Visuales de la Facultad de Artes en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas en 2012, actualmente continúa trabajando en su obra pictórica, ha realizado diversas intervenciones —un mural para la Galería José Maria Velasco y otro en el Marrakech Salón— que demuestran que el arte no se hizo sólo para estar en galerías y nutrir a las grandes élites, sino que está —y debe estar— al acceso de cualquiera.
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Sin duda alguna, el arte es una herramienta que nos acerca a lo indecible o lo que quedaría incompleto si se abordara desde el lenguaje escrito o verbal. Como lo hemos visto antes, el arte también puede explorar la locura y todas las posibilidades de reinterpretación de la identidad.
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Referencias
Confabulario
Secretaría de Cultura
Hysteria