Aforismos de lo erótico
Hemos pasado de la demonización a la banalización de la sexualidad. A partir de los años 60 nos enfocamos a renunciar a toda idea de culpabilidad en la alcoba, hemos querido ver en la sexualidad un pasatiempo anodino como tantos otros. Solemos confundir lo erótico en todo este camino. Perdemos de vista el placer, la fantasía y la pasión, el encuentro de los cuerpos, por sólo anhelar o enfocarnos en el amoldamiento de los genitales.
La falta de una cultura erótica se debe, en muchos casos, a una ignorancia del placer en el ámbito familiar y a una omición de lo placentero –tanto episteme– en el marco de lo social.
Nuestro poco atrevimiento para ver espiritualmente al erotismo, ha dirigido a que pensemos el contacto carnal y erótico como un encuentro de los sexos; que a dicha danza de los gozos se le reduzca a divertimento. Incluso en las artes hemos omitido ese carácter filosófico y de aprendizaje.
La visión del erotismo es una mirada que debe escapar del canon, que no debe ser siquiera conforme a él; de lo contrario, absorbe y no permite la creación. Siendo de esa forma, fija nuestra atención, a si exista o no, en una hoja de parra que oculte el sexo.
El erotismo puede no ser visto, porque es fin y no medio. El erotismo, malentendido como pornografía o pecado, es quizás invisible; no hay órganos sexuales que le delaten.
Hay más erotismo en las manos que en la entrepierna.
Qué erotismo pueden guardar nuestras partes del cuerpo más primitivas –entiéndanse las vaginas, los penes y las mamas–, si la evolución de otras (como las manos) permite mayor sugerencia y lascivia.
Cristo podría estar completamente desnudo en La piedad, sin embargo el erotismo de la escultura no recaería en su miembro y testículos, sino en la manera en cómo lo sujeta su dolida madre.
Calicles apuesta por la intemperancia (akolasía), propiedad de hombres fuertes, frente a la temperancia (sophrosyne), propiedad de los hombres débiles. Entendiendo este sometimiento no como una subyugación a las delicias, sino una ventajosa posición de firmeza, decreto y hallazgo con el mundo.
Vicente Romero –a quien pertenecen estas pinturas– halla este erotismo cercano al bien y a la política, no en unas piernas bien abiertas; le localiza en los detalles de la luz, las sombras, las sugerencias, los atisbos, las soledades, los intersticios del vestir y las plétoras de la humanidad (maternal).
**
Ahora lee:
Obras de arte que muestran la homosexualidad de Cristo y Judas
Fotografías eróticas del hombre que fue acusado de promover la pedofilia