Te sientes excesivamente cansado, te invade un sueño mortífero, las ganas inmensas de llorar te abrazan, te agitas, te aíslas socialmente, no puedes concentrarte y tu cabeza se llena de pensamientos que no sabes si son buenos, malos o humanos, pero no tienes la energía suficiente para esbozar una sonrisa, en realidad, no tienes motivos para hacerlo. Te miras al espejo y no ves nada de lo que pudiste ser alguna vez. Aún con eso te levantas cada mañana e intentas sacudirte el polvo y seguir con tu vida.
En el transporte ves a otros como tú, otros que se sienten fuera de lugar, pero siguen su camino como si de una carrera se tratase. Al final, el que no habla, no quiere ayuda o eso pareciera. En tu mente sólo pasa la palabra “morir”, pero sabes que no es necesario o no debería serlo, en especial cuando te das cuenta de que en realidad una parte dentro de ti ya está muerta, marchita. La vida diaria se ha encargado de mantenerla de esta manera con los altibajos innecesarios, pero a la vez es un recordatorio de que no eres un robot desalmado, sino un humano con sentimientos e incomodidades que se mantiene en constante movimiento dentro de un sinfín de emociones.
En parte, ese es el trabajo de Adam Riches: hacer que las personas entiendan que como seres humanos estamos expuestos a un constante cambio de ánimo que tiene que ver en su totalidad con la prisa de vivir y la necesidad de darle sentido a cada día que pasa. Riches explora la forma humana con sus inestablidades emocionales que se depositan en la manera de desenvolverse en el día a día; en parte, conforman la esencia de cada uno, le dan al sujeto una personalidad que a su vez le proporciona identidad. Pero esa identidad no siempre es lo que deseamos, a veces quisiéramos ser más o simplemente, intentamos cambiar a modo de encontrarle un sentido más lógico a la vida. Pero, irónicamente, ese sentido que creemos absurdo, es el más acertado, ya que es lo que nos mueve y nos motiva a mejorar o a encontrar el verdadero leitmotiv de vida que nos tiene aquí.
El pintor se basa en las experiencias propias para crear obras que emanan desesperación, tristeza, angustia y la necesidad de ser escuchado, visto y tomado en cuenta. Un lienzo es su medio de expresión, sus pinceles son su alma y su depresión equivale a la inspiración. Pero en parte, su depresión y la necesidad de gritarla es semejante al talento que emana en su piezas y en su interpretación de la vida a través del arte, mismo que plasma en ellas empatizando con todos, no sólo con un sector, tampoco con alguien en específico, sino con todos y cada uno de sus espectadores que hemos tenido más de un episodio depresivo que se presenta de maneras tan diversas que son entendidas por el artista y por lo consiguiente, plasmadas en el lienzo a través de un lápiz o un pincel.
El artista selecciona temas que sabe que se encuentran dentro de una sola persona, temas que lo vuelven vulnerable ante la vida. Por ende, sus obras transpiran muerte, tristeza, soledad, desesperación y odio por uno mismo o hacia el mundo, pero todos esos elementos se hacen presentes en su obra. Sin embargo, más que plasmarlos como un tema a superar, son puestos como la inminente realidad a la que nos enfrentamos, esa que está ahí y que por uno u otro motivo no se va… no nos deja libres.
A partir del sentir propio y del que las personas a su alrededor expresan, es que Adam Riches crea su obra y la pone a disposición de todos para entendernos y entender al otro. No es una serie de obras surrealistas ni incomprensibles, tampoco son pinturas y dibujos cuyo significado sean subjetivos. Son las caras de la depresión y la angustia a las que, pareciera, somos adictos. ¿Por qué? Quizá por el hecho de que nos hace sentir acompañados, y por supuesto, comprendidos. Él entiende lo que cada mañana nos hace sufrir, lo que nos cansa y tiene tirados en la cama al finalizar el día. Aquello que externamos a través de lágrimas y sufrimiento cada vez que es posible. Entonces se convierte en un sentimiento colectivo, que es entendido por todos de manera diversa pero que desemboca en una sola forma.
Caras tristes, rostros cayendo en la locura, miradas perdidas y colores sombríos le dan a Riches el material perfecto para crear una especie de obra biográfica, pero no suya ni tampoco nuestra, sino en conjunto. ¿Qué sería de él sin nuestro sentimiento de soledad y qué sería de nosotros sin su interpretación? Tal vez tendríamos una colección lejana, de aquellas que vemos y no nos dejan nada; sin embrago, Riches toma lo peor de nosotros y lo peor de su ser, los combina con su talento y le da vida a obras depresivas y directas, que nos ponen a pensar y a llorar, pero al mismo tiempo, nos hace sentir acompañados y comprendidos, sentimiento que de alguna manera le agradecemos poder entender.
Riches presenta un sinfín de emociones, principalmente negativas, de manera fascinante de tal modo que crea un vínculo con el espectador y no le permite soltarse ni alejarse de él. Así el artista inglés retrata el sentir de toda una sociedad o un grupo de deprimentes personas que quizá no conozca pero entiende a la distancia. Ese grupo le aplaude y la agradece poder mostrar una cara inimaginable o muy predecible, pero que pocos logran plasmar con tanta certeza y tino. Quizá esté deprimido o es un genuino observador; no obstante, cada trazo es un reflejo de la tristeza de alguien en el mundo, esa que pocos se atreven a expresar de manera tan certera y tan profunda como Riches, quien en el afán de convertir la soledad y la depresión en arte, funge como terapeuta y nosotros como el paciente que le otorga la materia prima de su creación.
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Referencia
Adam Riches
@adamrichesart