Lo sabemos, el título en sí es una ironía, ¿por qué un lector sin ser irónico no podría comprender lo que viene a continuación? Sin embargo, es posible adelantar que más de una persona se sentirá ofendida por la barrera que éste impone, como si para dar click se necesitara un conocimiento milenario o algo por el estilo; lo cierto es que la mayoría de los quejosos ni siquiera entrará a leer este artículo y quien lo haga probablemente continúe preguntándose dónde es que queda la ironía dentro de todo esto.
Sin saberlo, el lector estará formando parte ya de ese juego retórico en el que las expectativas se derrumban; lo que empezó con un pensamiento como “otra vez estos y sus títulos pretenciosos” acompañado de una mueca que va entre el hartazgo y la intelectualidad fingida, se convirtió inmediatamente en el gancho que hizo que alguien continúe leyendo estas líneas para por fin poder descubrir dónde se encuentra la ironía que después de haber scrolleado a lo largo de toda la página no encontraron en ningún lado…
Jugar con la mente, engañar a su público con finas artimañas y esquivar a la crítica son apenas algunos de los recursos que algunos artistas utilizaron para adaptar a sus obras una figura retórica que en otro tiempo sólo se podía apreciar en la literatura. Algunos más que otros, pero eso sí, siempre fieles a la imagen que tenían en mente. Estos creadores hicieron de lo irónico algo digno de encontrarse a como dé lugar.
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“Teléfono langosta” (1936)
Edward James y Salvador Dalí
En la década de los treinta, James decidió convertir su casa en un recinto para la fantasía. Con la colaboración de Salvador Dalí, decoró todo el recinto con lo que posteriormente llamó “objeto surrealista”. Artefactos totalmente inútiles cuya única importancia residía en la representación del plano onírico. Debido a la estrecha relación que hay con los crustáceos y el sexo, Dalí decidió llamarlo simpáticamente “el teléfono afrodisiaco”.
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“Monogram” (1955- 1959)
Robert Rauschenberg
Mientras andaba por Nueva York, el artista se encontró con una cabra disecada en una tienda de antigüedades. El peculiar objeto inevitablemente lo llevó a pensar en la connotación sexual y simbólica que ha adquirido este animal a lo largo de la historia, desde los sátiros griegos hasta la representación judeocristiana del Diablo. Todo ese poder fálico lo pudo ver en los cuernos del animal al que convirtió en un acto sexual cósmico a través de una llanta vieja.
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“The Flatterers” (1592)
Pieter Brueghel “el Joven”
Mientras su padre fue conocido por retratar escenas típicas en la clase baja de los Países Bajos, el Joven ─como se le conocía para diferenciarlo de su padre─ realizaba afiladas críticas al estilo de vida y los vicios de su tiempo por medio de sus pinturas. Específicamente en este cuadro el mensaje es totalmente claro, Brueghel nos da fe de que la gente, con tal de obtener dinero, es capaz de entrar incluso en los lugares más inmundos.
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“The Experts”(1837)
Alexandre-Gabriel Decamps
Como parte del movimiento conocido como singerie está este peculiar cuadro. Mientras los demás pintores que siguieron esta tendencia representaron principalmente a los miembros de la clase política del siglo XIX, Decamps decidió retratar tanto a pintores como críticos para poner en evidencia sus comportamientos poco humanos, mismos que los lleva a cerrarse hacia nuevas tendencias o expresiones al juzgarlas desde el lente de la tradición.
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“Young Making a Face” (1632- 1635)
Adriaen Brouwer
Durante la llamada edad de oro de la pintura holandesa, los artistas gustaban de retratar escenas de la vida cotidiana de sus barrios y alrededores. La mayoría de estas escenas correspondían a figuras que, aun si no eran de clase alta, ostentaban cierta elegancia al pasear por las calles, no obstante, también estaban quienes, como Brouwer, se dedicaban a cazar estampas menos convencionales en las que el underground holandés tuviera el protagonismo. En este caso es un desaliñado joven que consiguió un traje sólo para entrar en una fiesta donde, evidentemente, la comida era gratis.
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“La Clairvoyance” (1936)
René Magritte
Es complicado decidir cuál de todas las visiones surrealistas a las que tenemos acceso resulta la más curiosa de todas, aunque si algo podemos adelantar es que Magritte tiene un lugar especial dentro de esa clasificación. Este simpático autorretrato da una imagen del pintor como un visionario empedernido que siempre mira al futuro. No hay muestra más clara de ello que un pintor, mirando un huevo, pinta al ave en la que éste se ha de convertir.
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“Escaping Criticism” (1874)
Pere Borrell del Caso
Probablemente la crítica del XIX fue una de las más duras de toda la historia o al menos es lo que nos dejaron ver los surrealistas, quienes en todo momento la atacaron o decidieron simplemente pasarla por alto. A diferencia del cuadro de Decamps, por ejemplo, el de Borrell de Caso no arremete directamente contra la crítica, más bien se adelanta a ella y la evade para demostrar quizá que es lo último que cualquier autor necesita.
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¿Y…? ¿Lograste encontrarla? Ok, ya has pasado bastante como para no revelarte por fin el secreto: la ironía es que a pesar de odiar el título decidiste continuar leyendo hasta este punto en el que tu mente, si bien pudo disfrutar el trabajo de estos artistas, se concentró más en encontrar una figura que todo el tiempo estuvo en sí misma.