El arte no tiene otra función que hacerse a sí mismo. Contrario a las actividades que dominan el día a día, la expresión artística se limita a responder nada ante la máxima utilitaria (¿para qué sirve?) contemporánea. Para Georges Bataille, se trata de una acción soberana, que rompe con la dialéctica de uso y producción que rige en la actualidad. Su énfasis se sitúa en la pérdida, tanto de recursos materiales como de tiempo: un gasto improductivo. El trabajo del artista no produce valor, (el trabajo humano aplicado en él no reviste un carácter socialmente necesario) y tampoco tiene un fin intrínseco relacionado con la producción o los términos que marca el camino del progreso y la modernidad en la sociedad actual. De ahí su relevancia soberana frente a la actividad productiva.
En algunos casos, el arte trata de plasmar una carga de sentimientos que desbordan a la existencia, más allá de la razón y que desesperados, no encuentran otra forma de emerger mas que la creación artística. Puede ser un corazón destrozado, el amor que no cabe en el pecho y llena de euforia, la desolación de encontrar sólo decadencia y perdición en el género humano o la pasión que domina el cuerpo y lo guía hasta el clímax.
Cualquier representación humana capaz de erigir un monumento genuino al amor, la muerte o la tristeza puede considerarse parte de una expresión artística. ¿Qué pasa por tu mente en tus momentos más bajos y cansinos? ¿Y en los tiempos de plenitud y felicidad sublime? Sumérgete en estas ocho pinturas e identifícate con cada trazo, color y forma según tu estado de ánimo:
Tedio: “Niña en un sillón azul” (1878) – Mary Cassatt
Una niña yace sentada en un sillón azul, cargando con el tedio de los días libres y ninguna otra preocupación más que encontrar algo divertido qué hacer. A su lado, su mascota adopta la misma actitud mientras los ventanales que captan la luz en la habitación ven transcurrir un día más. El sueño o una gran idea parecen ser las únicas dos salidas de esta escena que parece repetirse hasta la llegada de la noche.
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Incertidumbre: “Hombre joven en la ventana” (1875) – Gustave Caillebotte
Un hombre elegantemente vestido mira por la ventana, asoma su mirada sólo para perderla en lo más profundo de su pensamiento. Todo lo demás está en movimiento y sin embargo, manifiesta tranquilidad: la gente que pasa por la calle, el viento agitando las ramas de los árboles y las cortinas, las sombras de los edificios proyectadas cargan una cotidianidad que abruma al protagonista de la obra, suspendido en un pensamiento que inunda su mente ante el implacable paso del tiempo.
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Melancolía: “Autómata” (1927) – Edward Hopper
Una mujer dentro de una cafetería bebe sorbo a sorbo, casi sin ganas, mientras recuerda los hechos recientes. La mirada se pierde entre la oscuridad de su café, mientras la mente vuela tratando de encontrar explicación a una historia en suspenso. El frío, la soledad y la oscuridad del fondo contrastan con el momento de reflexión, la calma después de la tormenta.
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Felicidad: “Baile en el Moulin de la Galette”(1876) – Pierre-Auguste Renoir
Cientos comparten un baile en el Moulin de la Galette. Se trata de una tarde agradable, con el Sol en lo alto colándose a través de los resquicios que dejan las grandes ramas que cubren el jardín. Las charlas, amenas y desenfadadas inundan el lugar, mientras un espíritu de plenitud invade las almas de quienes conviven sin ninguna preocupación mas que disfrutar del momento.
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Deseo: “Impulsivo” – Ron Hicks
Dos amantes se entregan al placer en una tarde de otoño y dejan guiar sus instintos por el deseo que los consume. Se trata de un sitio público, pero el impulso bloquea toda norma social y trae a flote la búsqueda obscena del placer a cualquier precio. Ambos cuerpos arden y coordinan su respiración mientras la imaginación y el roce de la piel lleva a un estado de excitación cada vez mayor e incontrolable.
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Desesperanza: “Pescadores en la playa” – Peder Severin Kroyer
Un grupo de pescadores descansa sobre la playa con su voluntad maltrecha. En la arena, la esperanza desaparece poco a poco, de la misma forma que el agua de las grandes olas se filtra al océano bajo la superficie granulosa. El horizonte apenas es visible y sólo trae consigo nubes de confusión, vacío y desolación que obligan a agachar la vista en busca de consuelo y fuerza para mirar hacia adelante.
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Tristeza: “Anciano en pena” (1890) – Vincent van Gogh
Un anciano rompe en llanto ante la soledad y el calor del fuego cercano. Las lágrimas calientes y saladas recorren las mejillas mientras un gesto de constante desaprobación obliga a fruncir el entrecejo y torcer los labios en señal de tristeza. El consuelo no llega y parece cuestión de tiempo que la resignación o la muerte hagan su parte para poner fin al trago amargo.
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Enamoramiento: “El beso en la cama” (1892) – Henri Tolouse-Lautrec
Una pareja comparte el primer rayo de Sol desde la cama, donde el calor de sus cuerpos y la pasión de horas atrás forjaron un trance hipnótico que termina mientras se funden en un beso enamorado. Despojados de todo vestigio del pasado, frente a la honestidad de dos almas desnudas, expresan su sentir y se hunden en la sinceridad de un sentimiento que los rebasa.
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