Estoy en la glorieta que junta las calles de Oaxaca, Durango, Medellín y El Oro, en la Roma Norte. La Fuente de la Cibeles posa para la foto y sus chorros de agua despiden una brisa refrescante y sospechosamente parecida a la de los ventiladores del metro.
Vengo a ver la obra de Juandrés Vera, artista regiomontano quien desde hace quince años se dedica a la pintura, y desde hace tres al arte urbano; se hace llamar “el Señor domador de pinceles”, y en esta ocasión, en el marco de Verano local, intervino el suelo de la glorieta con una pintura anamórfica (de perspectiva). Compruebo con alivio que Juandrés tiene mucho más talento para la pintura que para ponerse apodos.
Sobre unos piecitos dibujados en el piso para tal efecto pongo los míos y, frente a mí, lo que de lejos era un montón de largos pincelazos sin coherencia aparente, cobra sentido: del suelo emergen dos enormes manos que lo rompen y buscan atrapar una patineta al vuelo entre dos rampas.
Me maravillo como sesentona esnob pero más, honestamente. Y luego me agüito: un hombre de traje, dos señoras gordas y hasta un motociclista en su vehículo pasan por encima de la pintura con absoluta impunidad, mientras en las bocinas de algún local circundante, como si supiera, Alejandro Sanz canta “Cuando nadie me ve”. Pero entonces alguien me explica que ése es el chiste, o al menos parte de él. Mientras que algunos peatones admiramos la pintura tridimensional, los indiferentes, también, se vuelven un poco parte de la obra: la atraviesan como hace la patineta y salen bien librados de entre las garras humanas del subsuelo. Pienso que, quizás, en eso estriba la multidimensionalidad del arte urbano –o street painting, como le llaman quienes no han tenido acceso a un diccionario–.
Finalmente le tomo una foto, aprovechando que no hay vigilantes museográficos que me regañen. Hace calor. El sol me da en la cara y Cibeles me mira como hubiera sido yo quien le rayó su piso. Le digo que no se enoje, que Juandrés se la rifa y que ya quisiera la Diana Cazadora su propia intervención. También le explico que el arte urbano es efímero y que en unas semanas Juandrés va a venir a limpiar su numerito… Si no llueve antes, claro está.
Cibeles se aliviana y yo me animo. Avanzo entre las manotas que a cada paso se alargan pero no logran atraparme. Luego doy un salto poco elegante y corro hasta Insurgentes, por si acaso.