¿Cómo expresas tu amor? Cuando ves a la persona que te quita el aliento, ¿recuerdas canciones tan tiernas como tu corazón, te llegan a la cabeza 100 formas diferentes de decirle “te quiero”, te empeñas en arreglarte un poco más cada día y, cuando te saluda, tu corazón acelera su ritmo, tus manos sudan y te sonrojas? Sabes que aunque no sea tu pareja, te hace feliz el hecho de tenerlo en tu vida, incluso de lejos. Entonces te das cuenta de que estás entregando mucho más de lo que deberías y de pronto, te sientes desamparado… ¿Qué ocurre cuando tu sentir se inclina más por un discurso de individualidad y soledad? No porque quieras que sea así, pero la vida te ha tratado de tal forma que la única manera en que concibes el amor es justamente como un sentimiento ajeno, lejano y hasta cuestionable.
Roland Barthes resume la sensación de desamparo emocional en una frase: «El discurso amoroso es hoy una extrema soledad». Es una frase cruda pero concisa que se resume en la exposición de Priscilla Monge titulada Fragmentos de un discurso amoroso, que reúne instalaciones, pinturas y fotografías. Ella, como tú y como yo, se ha enamorado tan intensamente que no puede pensar en algo que no implique a su amado, ni siquiera sabe cómo hacerlo. Simplemente, la mente se llena de ideas románticas, pero también de inseguridades y falsas ilusiones.
El amor es así, tiene cientos de perspectivas que notamos conforme el tiempo pasa y nos sorprendemos de actitudes que tomamos ante la vida; es una sorpresa descubrir que estuviste vuelto loco por alguien que enamoraba a chicos por hobby o que terminaste con alguien antes de que pudiera llegar con un ramo inmenso de rosas o un poema escrito a mano como tanto soñaste. Siempre nos arrepentimos, pero también, siempre tendremos memorias gratas que nos ayuden a sentirnos un poco mejor cuando nos damos cuenta de que en realidad no desperdiciamos tiempo y lagrimas.
Monge divide su obra en fragmentos por los que todos hemos atravesado en cuestión del amor, como la vida y la muerte. Una mañana despiertas y sientes que tu vida no tiene sentido. Te miras al espejo y crees que no mereces el amor de nadie, pero de pronto llega alguien que te devuelve la vida y te hace creer en el romance por primera o milésima vez y no te queda más que quitarte los miedos y tratar de ser feliz con esta nueva oportunidad de amar; sin embargo, en algún momento debe terminar. No importa si dura un día o 10 años; cuando se acaba, pareciera que la muerte emocional volvió y en algunos casos la física también.
A veces, el amor llega en forma de dictadura. Mientras que uno se siente el dueño del otro, el sentimiento se va acabando y dañando al grado de que uno de los dos termina herido y cansado de sentir. El corazón también se agota de entregar más de lo que debería de recibir y es capaz de devolver lo mismo. Pero en ocasiones somos incapaces de darnos cuenta de que la relación no está funcionando o que nos hemos convertido en dominador o dominado.
De igual manera, hay ocasiones en las que el ser víctima o victimario se divide con una línea sumamente delgada, misma que se mantiene invisible hasta que uno de los dos decide tomar una postura en la que maltrata o permite el maltrato. No es que estemos conscientes de ello, simplemente, sucede y a veces, al caer cuenta, ya es muy tarde. Entonces, el arrepentimiento, el coraje y el resentimiento se hacen presentes, pero también el sentimiento de culpa por haber desperdiciado el tiempo en una relación que terminaría por ser un mal, pero necesario, recuerdo.
Priscilla Monge desarticula la visión general de todas estas situaciones encontrando una perspectiva muy personal en cada una de ellas, entonces, el imaginario colectivo en el que se concibe el amor, se convierte en un sentimiento individual encontrando una forma diferente de concebirlo, misma con la que cada espectador se identifica sabiendo que quizá la experiencia de Monge es muy similar a su forma de afrontar y ver el amor. De este modo, la artista pone a disposición de los espectadores enamorados y desilusionados: fotografías enormes, instalaciones con luz y piezas escultóricas que provocan una reflexión poética y una ordinaria que al conjugarse se convierten en la perspectiva moderna del amor; la soledad y la ilusión de encontrar una pareja. No es que la necesitemos, pero a veces se extraña el romance, los abrazos, los apretujones en la cintura y las mordidas en los labios.
Esa es la razón por la que Monge realiza obras tan diversas, ya que en el amor, nada es igual y aunque duela, canse y harte, es divertido. Ella busca mostrar con sus piezas y performances la sensibilidad de cada ser humano y el pensamiento colectivo sobre los sentimientos, que dice que, si bien la modernidad nos tiene acostumbrados a la individualidad, siempre esperamos un poco más, un momento que de ordinario pase a extraordinario, aunque eso nos cueste un dolor profundo en el corazón.
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Consigue al amor de tu vida con algunos sencillos pasos y atraviesa las 7 etapas del romance a través de algunos poemas.