L’Origine du Monde —El origen del mundo, en español— es una pintura de 1866 del pintor francés Gustave Courbet que si bien por mucho tiempo no estuvo en exhibición, a través de las décadas ha sorprendido a miles de personas por su deje de exhibicionismo, así como el retrato fiel de la anatomía de los órganos sexuales externos de una mujer.
Sin embargo, algo que se mantenía como un misterio total era la modelo que protagonizaba la pintura. Conocer la identidad podría ser motivo de morbo o bien, de un afán histórico de trazar una línea del tiempo en el proceso creativo de Courbet; así como encontrar alguna evidencia, tal vez, de la posibilidad de que alguien de la corte parisina o del círculo cercano al pintor estuviera dispuesta a posar para una pintura tal.
Ahora bien, no es que los desnudos sean una cuestión ajena al arte. Existen representaciones del cuerpo de hombres y mujeres en una multiplicidad de obras así como disciplinas artísticas. Son esas obras las que a veces nos permiten rastrear los estándares de belleza de una época a otra y a determinar cuán conservadores podemos ser, en especial cuando se trata de una pintura como ésta. ¿Será nuestra moralina o será el llamado “virtuosismo” lo que marca la línea que diferencia entre el arte o la simple pornografía?
En el sitio del Museo d’Orsay, el primer lugar donde se exhibió la semblanza de la obra resuelve dicha cuestión en un par de líneas:
«La descripción casi anatómica de los órganos sexuales femeninos no es atenuada por ningún recurso histórico o literario. Sin embargo, gracias a la gran virtuosidad de Courbet y el refinamiento de su esquema de color ámbar, la pintura escapa del estatus pornográfico».
La técnica y la maestría es innegable, así como la historia de El origen del mundo: en un principio, la pintura fue comisionada por Khali Bey, un diplomático turco que residía en París y se caracterizaba por su interés en las obras que mostraran la anatomía femenina. Cuenta la historia que Bey mantenía la pintura tras una cortina y sólo se las enseñaba a sus invitados. Años después el hombre perdió su colección por su adicción a las apuestas, por lo que durante un buen tiempo se desconoció el paradero de la pintura.
Así fue hasta que en 1955, Jacques Lacan —afamado psicoanalista— adquirió la pieza, después de haber pasado de mano en mano durante las guerras de la primera mitad del siglo XX. A la muerte de Lacan, El origen del mundo fue incluida en la colección del Museo d’Orsay en 1995 y el misterio de la modelo perduró en el tiempo, aunque siempre estuvo al alcance de todos en unos manuscritos de la correspondencia entre George Sand —seudónimo de Aurora Dupin, baronesa de Dudevant y escritora— y el hijo de Alexandre Dumas.
[James Whistler, Symphony in White, No. 1: The White Girl, 1862. Retrato de Joanna Hiffernan]
Las teorías decían que tal vez se trataba de Marie-Anne Detourbay, cortesana de Bey, otros decían que se trataba de Joanna Hiffernan, amante del propio Courbet, aunque su cabello tenía un tono rojizo que no coincidía con los vellos púbicos de la pintura de Courbet.
[Detalle de Amaury Duval, Jeanne Detourbay, futre comtesse of Loynes. Retrato de Marie-Anne Detourbay]
Sin embargo, el experto en literatura Claude Schopp encontró recientemente en la correspondencia antes mencionada el nombre de Constance Queniaux, una bailarina de la época que para aquel entonces se había retirado de la ópera y al parecer competía por la atención del diplomático, ni más ni menos que con Detourbay.
Algunos creen que la autoría se convirtió en un secreto a voces conforme Queniaux se unió a la corte parisina y se convirtió en una mujer de sociedad y de prestigio, hasta que quedó en el olvido. No obstante, pocas veces ese tipo de información se salva de los registros casuales como las cartas entre Sand y Dumas, así como los afanes historicistas que eventualmente encuentran estos datos casi por accidente.
*
También te puede interesar:
La vagina controversial que cambió la historia del arte y la manera de ver el cuerpo femenino
Alcira Soust Scaffo, la poeta y artista que resistió la entrada del ejército a la UNAM en el 68 y se convirtió en leyenda