¿Crees que el arte contemporáneo es la farsa más grande de todas?
¿Consideras que los curadores y las ferias de arte sólo están preocupados por el comercio?
¿Sientes que la técnica, la composición y demás valores del arte se han perdido y deberían volver?
Si has contestado que sí a una o todas estas preguntas, continúa; este texto es para ti. No, esta vez no voy a emitir ningún juicio negativo en contra de los detractores de la contemporaneidad, ni haré un simulacro de evangelización posmo. Al contrario, vale la pena analizar con lupa y detenimiento a uno de los ismos más controversiales y a la vez conservadores del arte actual: el stuckismo. Una incitación artística que da paso a algo que otros han gustado en llamar “remodernismo” y hoy halaga cuanto enemigo del performance, la instalación y demás disciplinas es posible. El llamado remodernismo intenta recuperar aspectos de la modernidad y es propuesto como un movimiento que va hacia adelante en una vuelta al pasado, a
lo que vale. Éste es un intento por reintroducirnos a un período de nueva espiritualidad en el arte, la cultura y la sociedad, para reemplazar a la posmodernidad y a los ardides del arte contemporáneo, lo cual decían es cínico y resultado de una decadencia espiritual.
Desde 1999, cuando se propuso el Manifiesto Stuckista por sus fundadores, Charles Thomson y Billy Childish, se ha desarrollado este arte bajo la premisa de que el potencial de la visión modernista no se ha cumplido hasta hoy, que su desarrollo ha ido en la dirección equivocada y que esta visión tiene que ser recuperada, redefinida y rediseñada en búsqueda de la verdad, el conocimiento y el significado.
«El modernismo ha perdido progresivamente su camino, hasta finalmente ser derrocado por el abismo de tonterías posmodernistas», es la premisa más sencilla con la cual podríamos resumir sus ideales y propósitos. De entre sus principales puntos en el Manifiesto destacan:
Stuckismo es la búsqueda para la autenticidad. Quitando la máscara de la ingeniosidad y admitiendo donde estamos, el Stuckista permite a ello / ella la expresión sin censuras.
La pintura es el medio del autodescubrimiento. Contrata a la persona completamente con un proceso de acción, emoción, pensamiento y visión, revelando a todos éstos con íntimos y implacables anchura y detalles.
Artistas que no pintan no son artistas.
El arte que tiene que estar en una galería para ser arte no es arte.
El posmodernismo, en su tentativa adolescente de imitar al listo e ingenioso en el arte moderno; se ha mostrado que se perderá en un cul–de–sac de la idiotez.
El esfuerzo constante de los ego–artistas para el reconocimiento publico resulta en un temor constante del fracaso.
Crímenes de la Educación: en vez de promover el adelanto de la expresión personal con procesos apropiados del Arte y de tal modo enriquecer a la sociedad, el sistema escolar del arte se ha convertido en una burocracia pareja, cuya motivación primaria es financiera.
Al parecer, los iniciadores y promotores de dicho arte postulan que el modernismo comenzó con una dirección muy clara, demasiado buena, si es que le ponemos en términos burdos, pero su realización cambió a una idea y sólo eso. Para los stuckistas es, entonces, urgente una vuelta al punto de partida para tomar caminos sin explorar y todavía incompletos. Su interés, así, es el de “devolver” a las personas la accesibilidad al arte y una espiritualidad y sentido a este último.
Incluso, algunos de sus miembros recuerdan el nacimiento del punk neoyorkino en el CBGB como un paralelo a su intensión. Es decir, un asalto al monolito corporativo y mercantilizado de una expresión artística o de revuelta para ampliar una ofensiva a aquello que “no nos merecemos” como consumidores y público interesado.
La explosión absoluta del remodernismo no se ha dado. No la hemos visto del todo. Y ante esto cabe la duda, ¿no es éste un movimiento que se basa plenamente en el discurso y deja sobre el mismo toda la responsabilidad de su formalización e impacto? ¿Es el remodernismo un arte que escapa de los ismos siendo un ismo en sí? ¿Será acaso una sátira o una ironía bien dirigida en el arte contemporáneo? Habrá que seguir indagando en sus representantes y exposiciones cuáles son sus fines últimos y hasta dónde son capaces de llegar sus estrategias. Mientras tanto, tenemos una respuesta bastante específica y de mucho estudio para nuestros amantes de la pintura y los soportes clásicos.
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