Se suele decir que no hay nada ingenuo en ninguna forma del arte. Sobre todo si su dimensión es social y exponencialmente colectiva. En enero de este año el diario peruano Correo informó sobre la incautación y orden de inamovilidad sobre piezas de arte ayacuchanas que habían sido donadas a finales de 2017 por el instituto Popular Arts of America al Museo de Arte de Lima (MALI). La colección pertenece a los artistas ayacuchanos de la Asociación de Artistas Populares de Sarhua, quienes con anterioridad ya habían difundido su arte a nivel nacional e internacional en lugares como el Museo de la Reina Sofía, en España, así como en Dinamarca, Estados Unidos, Argentina y Chile. Increíble e irónicamente, su propuesta no fue entendida (o no quiso entenderse) en la esfera pública de su país natal y fue instrumentalizado para el debate político en cuanto a una supuesta relación directa entre arte popular y exaltación del terrorismo.
El diario acusó que la Dirección Contra el Terrorismo (Dircote) había realizado esta detención en medida a la visible exaltación de símbolos —como la hoz y el martillo— de una época de terror y violencia nacional y que habían sido utilizados en las tablas. Las piezas en cuestión pertenecen a la serie Piraq Causa, hechas en tablas de Sarhua, arte tradicional del pueblo de Sarhua. “Al hacer la visualización de los trabajos en pintura y retablo, [la Policía Nacional del Perú] se percató [de] que las pinturas correspondían a hechos que podrían estar en los alcances de apología al delito de terrorismo”, afirmó el Correo. Esta información recibió el respaldo de las facciones más conservadoras de la política peruana, que sin un previo análisis de la puesta llamaron a esto una nueva afrenta a la democracia y a la paz civil perpetrada por los “proterrucos”.
Carlos Tubino, exvicealmirante de la Marina y congresista actual de la bancada Fuerza Popular —creada de los remanentes del partido del exdictador Alberto Fujimori—, expresó en Twitter que sin ninguna duda eso era apología al terrorismo y que debían ser denunciados todos los involucrados por estas conductas terroristas. Por su parte, Cecilia Blume, exfuncionaria del Ministerio de Economía y Finanzas de Perú, sostuvo que la exposición de estas tablas debería “guardarse por un par de generaciones más porque el terrorismo está aún rondando”. Las respuestas no tardaron ante este pronunciamiento y muchos usuarios le recordaron un mensaje que ella escribió en Twitter en el año 2015, cuando se conmemoraban 23 años de la tragedia de Tarata, ocurrida en la capital peruana. En dicha oportunidad subrayó que “los medios cuelguen fotos para que los chicos se enteren de lo que vivimos”. Estos dos individuos son para muestra un botón de los otros varios personajes que de la misma forma han apuntalado contra esta manifestación cultural ayacuchana, entre ellos periodistas, opinólogos, etc.
Pero, ¿qué son realmente las tablas de Sarhua y qué representan? Un pequeño recordatorio para quienes olvidan o quieren olvidar. Este trabajo artístico, tradicional del departamento de Ayacucho, es comúnmente realizado en tablones de sauce o molle y tiene como principal objetivo escenificar y representar a las personas y prácticas cotidianas de este pueblo. Marcial Berrocal Evanán, maestro artesano dedicado a elaborar las tablas de Sarhua, indica que “en nuestro distrito se tiene como tradición regalar una tabla pintada con la historia de la familia que la reciba, el compadre espiritual la obsequiará por motivo de construcción de una nueva casa”. No obstante, las tablas pronto complementaron su utilidad en usos que retrataran e inmortalizaran episodios importantes de la historia colectiva social y cultural de su territorio.
Entre las décadas de los 70 y 80 y principios de los 90 la población civil de la sierra peruana se encontró víctima del fuego cruzado de Sendero Luminoso y las fuerzas armadas del Gobierno. Una gran parte de los muertos y desaparecidos en este tiempo de violenta insurgencia tuvieron como su ejecutor principal a las grupos paramilitares y no sólo a los guerrillas armadas del MRTA y Sendero Luminoso. Esta experiencia marcó profundamente a estas poblaciones, por lo que esa violencia fue representada en estas tablas a manera de afianzar los vínculos colectivos entre ellos por medio de las memorias compartidas y de que la humanidad no olvide las consecuencias de tan sangrienta guerra.
Aunque es preocupante el desinterés en la búsqueda de la verdad por parte de un medio de prensa tan masivo y profesional como Correo, lo es mucho más que una clase política con gran influencia de masas aún mantenga los mismos recelos que propiciaron esta guerra civil, tras la que nadie salió victorioso. El psicólogo Jorge Bruce, al respecto, realiza una analogía entre la sociedad peruana y la enfermedad esquizo-paranoide al señalar lo altamente sintomático de su funcionamiento: “Las divisiones binarias son propias de un pensamiento infantil (…) Esa ceguera ideológica que se traduce en un negacionismo primario ha confundido los testimonios valientes de artistas como Evanán con apología del terrorismo”. Ser “terruco” o “terruquear”, como algunos periodistas defienden, se empieza a definir como una suma de características sociales, étnicas, artísticas, etc., que como un artefacto deben ensamblar de forma perfecta y lo que no entra en el campo de la insurgencia.
Evanán
Esta dualidad en la estructura mental desde la cual se hacen juicios de valor ha llevado a manipular erróneamente (y de forma consciente quizá) la información respecto a este arte popular. La serie acusada lleva por nombre Piraq Causa (¿Quién será el culpable?), creada en 1991 por el maestro artesano Evanán y la Asociación de Artesanos de Sarhua. El diario Correo muestra de forma parcializada algunas de las fotografía de esta serie de tablas y retablos, en los que se escenifica la puesta de banderas rojas en la plaza de la comunidad, a los campesinos con armas en mano, entre otras figuras con supuestas tendencias terroristas. Sin embargo omite las leyendas que éstas contienen debajo de cada dibujo, en las cuales se puede observar información como “Saqueo en la comunidad”, “Campesinos lloran por grupos terroristas”, “Creen que es el fin del mundo”, entre otras frases que desmienten el mensaje y la intención de este periódico.
La directora del MALI se pronunció al respecto con gran preocupación: “Hay una voluntad de silenciar lo que ocurrió en el pasado (…) En la década de 1980 ser ayacuchano equivalía a ser terrorista y eso es inaceptable. Tenemos que poder darle un espacio y respeto a las víctimas”. De igual forma el ministro del sector Cultura alzó su voz: “De ninguna manera el deseo del MALI es adquirir obras de arte que tienen que ver con hacerle apología al terrorismo”. Quizá un poco menos político hayan sido las afirmaciones del periodista Juan Carlos Tafur, quien declaró en su cuenta de Facebook: “Lo cierto es que nuestra derecha está cada vez más bruta y achorada (…) la forma en que la ultraderecha nativa reacciona ante cualquier hoz y martillo en verdad revela cuán funcional le ha sido este fenómeno terrible de violencia a sus intereses políticos”.
No está de más incidir en que a la policía le hace falta una instrucción más integral sobre la realidad social peruana y específicamente a la Dircote, si es que es el ente encargado de la censura artística considerada subversiva, educación en humanidades y artes. Por otra parte, es lamentable que la facción política de extrema derecha que hoy por hoy domina el poder legislativo no tenga reparos en disparar sobre reconocidos artistas populares imputándoles conductas y tendencias terroristas sin siquiera tener un panorama en conjunto de la obra. Por último, las motivaciones de las acusaciones de este grupo no están del todo claras. El arte magnifica la memoria colectiva que éste puede evocar y resguarda las formas y cohesión social en el espacio donde se mantiene viva esta memoria comunitaria. La reconciliación tan sonada en Perú debe empezar por tolerar y entender las representaciones culturales de cada localidad y no arremeter contra ellas, ya que mellan el espíritu de fraternidad que se busca.
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Descubre cómo los factores políticos y sociales influyen en la producción de sus artistas, como en las siguientes obras de arte que muestran el dolor y angustia de la migración y la violencia, asi como estas imágenes que te permitirán reconstruir a una sociedad en decadencia.