El muralismo mexicano nació a principios del siglo XX como una respuesta al caos y la incertidumbre que se extendía por todo el mundo, tras los estragos causados tanto por la Revolución como por la Primera Guerra Mundial y la gran depresión; la sociedad necesitaba de alguien o algo que fuera capaz de alzar la voz en pos de un cambio inmediato que permitiera a la gente salir adelante. Artistas como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Fermín Revueltas encontraron en su pintura ese discurso que necesitaban para lanzar un mensaje en contra de todo lo que estaba dañando a la sociedad.
A través de sus pinturas, estos autores trataron de reforzar los valores que habían movido a la revolución algunos años atrás; resaltando sobre todo la lucha en contra de problemas raciales que habían nacido durante la colonia, es decir, aquella imagen del indígena pobre y sin educación que, como único modo de vida, tenía que servir a un patrón adinerado. Esta postura, evidentemente, insinuaba que la clase obrera no tenía posibilidades de progresar; por lo tanto, siempre estaría bajo al servicio de un grupo de personas con un nivel económico más privilegiado.
¿Pero cuáles fueron las técnicas que estos artistas emplearon para crear sus obras? Al igual que en cualquier otra rama de la pintura, los muralistas se valieron de diferentes procedimientos para realizar sus trabajos, en este caso se aplicaron dos: el fresco y la encáustica; siendo esta última a más popular entre los pintores quienes la emplearon por el brillo y la durabilidad que aseguraba gracias a la mezcla de pigmentos con cera la cual se aplicaba con espátulas calientes y se esparcía sobre la superficie, en este caso un enorme muro, con ayuda de pinceles de cerdas duras.
La encáustica fue empleada desde el siglo I en los murales que adornaban las grandes ciudades como Pompeya donde, a pesar del desastre natural al que fue sometida, las pinturas siguen ostentando colores brillantes y figuras bien definidas; es por eso que Diego rivera y Fermín revueltas se casaron con esta técnica a pesar de que David Alfaro Siqueiros ya estaba empleando otro método igual de efectivo: el fresco que se basa en la aplicación de pigmentos sobre un a superficie de cal húmeda; de hecho es la misma fórmula con la que Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina.
El principal impedimento del fresco es e tiempo en el que debe realizarse la obra, aproximadamente ocho horas después de que aplicar la base de cal; esto se debe a que a que después de ese periodo la el material comienza su proceso de secado, rechazando cualquier otro pigmento que desee colocarse no será absorbido por la superficie. Aún conociendo estos inconvenientes, José Clemente Orozco y Ramón Alva de la Canal también realizaron sus murales utilizando esta caprichosa técnica; aunque Siqueiros fue el único de todo el movimiento que combinó ambos métodos para realizar trabajos tan importantes como la decoración de las escaleras del Patio Chico de San Idelfonso.
Gracias a esta combinación, el trabajo de Siqueiros constituye uno de los más importantes dentro del movimiento muralista mexicano; sin embargo, esa mezcla en conjunto con la selección de materiales con los que el autor realizó sus murales también los ha convertido en elementos con un alto costo en cuanto a restauración, sobre todo para el personal de Polyforum Cultural Siqueiros quienes prácticamente tienen que restaurar toda la obra después de reparar alguno de los murales.
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Fuente
Mijangos de Jesús, Eliseo (2002) Una aproximación a las técnicas de la pintura mural siqueirana. En línea, recuperado de: http://www.revistas.unam.mx/index.php/cronicas/article/viewFile/17262/16440