El filósofo francés Rene Descartes entra a un bar y el mesero le pregunta si quiere un trago y él responde: “Déjame pensarlo” y desaparece.
-Toni Marioni
¿Existe algo tan íntimo y reconfortante como abrir una cerveza con tus mejores amigos? Sentarse en círculo con su música favorita, hablar, recordar, reír y sentir que el tiempo se detiene es un ritual antiquísimo que no cambia entre generaciones. Es una acción que todos realizan innumerables veces, pero que nunca significa lo mismo, es por eso que algo tan sagrado en realidad no pertenece a una sala común, sino a un museo. 1970 es el año en el que “The Act of Drinking Beer With Friends is the Highest Form of Art” fue presentada por primera vez en el circuito artístico de California y aún no sabemos si tan magna situación llegó muy temprano o muy tarde a un museo.
El culpable de esta hazaña sin precedentes es el artista pop Tom Marioni, quien elevó la comunión entre amigos al grado más alto entre la humanidad, el arte. Tal vez para muchos ésta es una muestra de que el arte lleva mucho tiempo andando sin rumbo, pero sin duda la fuerza de la obra está sustentada por mucho más de lo que se aprecia al verla.
La revolución de artistas como Duchamp o Andy Warhol hizo que viéramos y dudáramos del concepto de arte. Si un urinal que nunca fue presentado en una exposición cambió el arte para siempre y después una lata de sopa representó el arte más importante de la modernidad, era claro que no se podía seguir definiendo al arte como algo bello, técnico ni personal. Entre muchas vanguardias que existieron en el siglo XX, después de los años 50 muchos artistas tomaron un lado mucho más político y social, buscando cambiar al mundo a través de obras que incitaban a la rebeldía y que denunciaban injusticias. Como es el rumbo natural del arte, el siguiente paso consistió en darle un giro de 180 grados a esa idea. Fue cuando Warhol vio en la farándula y la vida glamurosa el arte más grande.
El arte pop se trataba de lo trivial, banal, lo camp y lo mediático. Warhol tomaba la cara de Marilyn Monroe para hacer grandes serigrafías y venderlas a precios exorbitantes. Gracias a eso es que hoy un libro de Kim Kardashian dedicado al “arte del selfie” es un objeto de colección. De hecho, lo que vemos replicado hoy en el mundo de la farándula tiene mucho que ver con lo que el arte hacía en los años 60.
La calle 47 es donde se encontraba Factory, el edificio en el que Warhol tenía su estudio de cinco pisos en los que producía arte al por mayor y que redefinió el concepto del término. Fuera de ahí había otros artistas haciendo algo similar. La técnica pasó a segundo lugar y la originalidad e irreverencia se convirtieron en parte elemental de la obra.
“Si Duchamp había borrado la distinción entre objetos de arte y objetos comunes, Cage la diferencia entre música y ruido, Cunnihham la barrera entre movimiento y danza y Kaprow y Maciunas las fronteras entre el arte y la vida, ahora Warhol iba a terminar el trabajo erosionando la diferencia entre alta cultura y cultura popular”.
Artistas como Richard Prince no hacían más que tomar otra obra y hacerla suya. Prince vendió una reproducción de una foto publicitaria de Marlboro por 1.2 millones de dólares. Sherrie Levine tomaba fotos de otros artistas y las exponía como suyas. Fue cuando el artista comenzó a tener la idea de que si se sentía artista, todo lo que hacía era arte y así es como Bruce Nauman creó la gran obra “Coffe Thrown Away Because It Was Too Cold”.
“El sentido común advertiría que aquello era simple y mera trampa pero, para suerte de los artistas sin talento, la década de los sesenta dejó un lodazal de teorías y conceptos con los cuales legitimar cualquier cosa fue posible. Siempre hay a la mano una palabreja extraña para extender un velo sobre lo banal y hacerlo ver interesante. La obra está deconstruyendo los estereotipos (…) por ejemplo. O es una critica al concepto de autoría. O muestra la lógica del simulacro. Ante tales explicaciones no hay más remedio que aguzar la mirada, fruncir el ceño y volver a apreciar las tontas obras de Prince y Levine hasta ver algo interesante: ¡Es una critica a la sociedad”, ¡es una deconstrucción de estereotipos!, ¡es un simulacro de un simulacro!”
Todo eso fue preparación para que en 1970 Toni Marioni creara su estupenda obra de arte. La vida común, la rutina, la sencillez de algo que hacemos cada fin de semana ahora era una gran obra de arte. El gran simbolismo de la obra era la obra en sí y ésta era mucho más catártica que cualquier pintura o escultura; aquí podías reír, tomar y llorar si lo deseabas. “The Act of Drinking Beer With Friends is the Highest Form of Art” representa un punto en el que el arte había demostrado que podía ser cualquier cosa.
La obra consta de una barra que da exclusivamente cerveza, dos mesas con cuatro sillas cada una, un círculo dibujado en la pared y una pantalla colocada verticalmente que muestra el interior de una cerveza. Según Marioni esa cerveza es una metáfora de la vida, pues las burbujas suben y es como nacer, pero después se hacen viejas y al explotar simbolizan la mente. Además, la cerveza representada cumple la proporción áurea.
Desde 1973 y hasta 2014 Marioni llevó su exposición por todo el mundo y logró permanecer vigente en el mundo del arte. Si hoy alguien más la hiciera muchos la considerarían un timo, pero la antigüedad de la obra hacen de ella una importante pieza en la historia del arte. Tal vez no sea la más grande forma de arte que existe, pero no se puede negar que Marioni escogió una de las tradiciones más abrazadas para convertirlas en arte.
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Fuente:
El puño invisible, Carlos Granés
