“La peor amenaza para nuestro planeta es la creencia de que alguien lo salvara”.
Robert Swan
Cuando se combina el arte con la fauna, los límites entre abuso y libertad de expresión se pueden desvanecer fácilmente, lo que resulta un tema complicado que daría pie a una reflexión que duraría horas por los diferentes puntos de vista; sin embargo, y a pesar de haber visto obras que nos enchinan la piel al ser hermosas, cuando vemos que en ellas se compromete la integridad de algún animal, de inmediato nos dejan de gustar e incluso se consideran detestables. Esto sólo sucede si los espectadores poseen una gran sensibilidad cuando ven que se pone en peligro a cualquier ser vivo.
Desde la antigüedad existe un arte llamada eboraria que consiste en la talla del marfil; los griegos y los romanos eran amantes de este trabajo por el valor que suponía poseer piezas de este tipo. Algo indiscutible es el trabajo a detalle que realizan los artesanos al esculpir el colmillo; sin embargo, cuando se profundiza en el orígen de dicho material, pierde su sensibilidad.
En la actualidad existen personas y guardabosques que se dedican a proteger esta especie, pero también están los cazadores que sólo buscan ganancias económicas y asesinan a miles de elefantes por año para que la práctica de la talla de marfil permanezca vigente. Se estima que mueren alrededor de 100 elefantes diarios por este cruel motivo, y lo que más alarma es que la cifra de homicidios aumenta mientras que el tiempo de gestación para dar vida a una criatura de esta especie no se acorta; el elefante es el único mamífero que tarda 22 meses en gestarse en el vientre materno.
Por lo que es lamentable ver cómo la especie está en peligro sólo por el capricho de unos cuantos humanos, y es aún más deplorable darse cuenta de que este grave problema tiene su raíz en algunos supuestos “conocedores del arte”. En especial, en los países asiáticos donde comprar una pieza de este material es considerado una actividad cultural y artística, en lugar de etiquetarlo como un acto retrógrada.
Aquellos que se denominan “conocedores de arte” y disfrutan poseer y “apreciar” las esculturas que se producen con los colmillos del paquidermo son los responsables, así como los traficantes y cazadores, pero estos últimos, ¿para qué matarían si no existieran interesados en comprar el valioso y escaso marfil?
El tráfico de marfil entre África y Asia genera un estimado de 75 millones de dólares anuales en ventas ilegales, y sólo los que están cerca del consumidor reciben las enormes ganancias que resultan de esta horrible práctica. Todo mercado negro debe ser erradicado no a través de sus vendedores, sino por medio de sus usuarios. En este caso el problema principal es el mercado en Asia, pues a pesar de que sólo está permitido la comercialización de 5 mil toneladas anuales, se trafican cientos más.
Para erradicar de raíz este problema es necesario educar a los compradores sobre cómo valorar y entender el arte, pues éste busca la conexión del ser humano con su interior, enlaza a las personas con sus sentidos y emociones para lograr una sociedad con seres más espirituales, conscientes, sensibles y empáticos; busca la creación, jamás la destrucción.
Existen artistas que utilizan el arte para protestar por los derechos de los animales con el objetivo de concientizar a las masas del daño que les provocamos y el peligro en el que los hemos puesto. Por ejemplo, Wallen Mapondera es un artista de Zimbabwe que retrata la relación entre el hombre y el animal, expone en su obra la poca protección que tienen los animales en su tierra natal; él entiende el arte como un medio de expresión sobre las atrocidades que viven las especies salvajes.
Está también Zoe Birrell, una artista y activista portuguesa que crea piezas de arte que nos hacen pensar sobre la desdichada vida que llevan algunos animales con el fin de cumplir los placeres humanos; comprende el arte como una forma de explicar que no es necesario dañar o matar a algún se vivo para sobrevivir.
Así como Asher Jay, una fotógrafa, escultora, activista y exploradora de National Geographic que se enfoca en campañas para defender y proteger a los elefantes, delfines y demás especies atacadas por la raza humana; para ella el arte es una forma de provocar y solicitar apoyo para la causa.
Cuando todos aquellos compradores entiendan que la figura de “oro blanco” que compran no es arte, sino una prueba tangible de un crimen, cuando entiendan que el arte no genera valor sólo por poseerla, sino porque provoca emociones, sentimientos, deseo de compartirla y disfrutarla; en ese momento el mercado negro se quedará sin demanda y su valor disminuirá. Hoy los más fuertes se encuentran en China y Vietnam, donde el precio de un kilo de marfil alcanza casi los 3 mil dólares.
El arte ha servido como medio para protestar contra políticos, sistemas e injusticias, también para sorprender a la humanidad a través de las diferentes visiones de los artistas, además de ejercitar la mente e impulsar la creatividad. Que hoy su entendimiento nos sirva para crear conciencia sobre este acto y nos motive a tomar acciones para salvar a esta especie majestuosa, pues por su modo de vida es una ejemplo de inteligencia, unión, comunidad y altruismo.
Una de las alternativas para que la oferta y demanda de los colmillos de marfil disminuya es que los artistas que se dedican a la talla de este material, encuentren otros que lo suplan y continúen con el arte de la eboraria sin comprometer la integridad de un ser vivo. Así la caza ilegal y el peligro de extinción de esta especie desaparecería.
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Las diferentes épocas están marcadas por hechos y tragedias que cambiaron el curso de la humanidad, esto se reflejó a través de los distintos movimientos artísticos que surgían, como aquel periodo en el que al arte sólo le importaba la violencia, el miedo y la sangre… así como las 9 torturas más estremecedoras que sorprendieron la historia del arte y lo transformaron todo.