El color me posee, no tengo necesidad de perseguirlo, sé que me posee para siempre… el color y yo somos una sola cosa. Yo soy pintor.
–Paul Klee
Paul Klee dio clases en la escuela de la Bauhaus, recinto donde se enseñaba artesanía, diseño, arte y arquitectura. A pesar de que padeció esclerodermia, una extraña enfermedad que le paralizaba los músculos y que lo llevó a la muerte, pudo crear una extensa obra de cerca de 9 mil cuadros que expresan la magia del color en todo su esplendor. Una de sus últimas creaciones, “Mundo cruel” (1940), pareciera ser la despedida anticipada de Klee antes de partir y dejarnos un obra pictórica reconocida por muchos críticos y admirada por cientos de entusiastas del arte.
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En 1937, el partido nazi organizó dos exposiciones pictóricas al mismo tiempo. Una fue la llamada Gran Exposición de Arte Alemán y en ella se exhibían obras que los partidarios del Nacional socialismo y su líder, Adolf Hitler, consideraban como verdadero arte: mujeres desnudas y soldados.
La otra exposición se componía de obras modernas, de carácter abstracto, con elementos poco convencionales y que rompían con la pintura tradicional tan del gusto del partido nazi. Un arte aparentemente difícil de comprender a simple vista por las líneas y la experimentación en su estilo. Dadaísmo, cubismo, expresionismo, impresionismo, surrealismo y fauvismo fueron colocados a ojos del público y calificados en aquella época como “degenerados”.
El motivo de exponer estas obras era claro: “revelar las metas y las intenciones detrás de este movimiento filosófico, político, racial y moral, y las fuerzas motrices de la corrupción que les motivaban”, según un panfleto distribuido por el Partido Nazi. Entre otras palabras, deseaban ridiculizar un arte que era incomprensible para ellos.
Entre los artistas incluidos en ella se encontraba Klee. También fueron exhibidos trabajos de pintores judíos y de maestros como Kandinsky y Kokoschka.
Jonathan Petropoulos, profesor de historia europea en el Claremont McKenna College, en California, y autor de varios libros sobre arte y política en el Tercer Reich, señala: “Colgaron los cuadros torcidos, había grafiti en las paredes que insultaba a las obras y a los artistas, e hicieron que este arte pareciera extraño y ridículo”.
A pesar de ello, ni los embates nazis ni el tiempo han eclipsado la prolífica obra de Paul Klee, la cual bebe de diversas fuentes: Picasso, Braque y Roberto Delaunay de quien le impresionó sobremanera el manejo abstracto que hacía de las formas y los colores. Klee expresó así la idea conceptual acerca de su propio arte: “quiero ser como un recién nacido, no conocer absolutamente nada de Europa; ignorar hechos, modas, ser casi primitivo”.
Su visita a Túnez en 1914 le reveló el misterio del color gracias a la cálida y limpia luz del país africano que ejerció una notable influencia en su obra. Cuando en sus acuarelas logró destacar dos elementos clave, la forma abstracta y el color, dijo emocionado: “Finalmente soy un pintor”.
Brian Sewell, crítico de arte, dice respecto a Klee: “Durante una década vivió el dilema de escoger entre lo abstracto y lo figurativo. Diez años de plantar la semilla del surrealismo, de sus fantasías, de reírse de sí mismo, de travesuras que lo mantuvieron alejado de lo convencional y lo serio. Se liberó del futurismo italiano, del expresionismo alemán, del cubismo parisino, movimientos a los que hubiera sido fácil adherirse, pero que le permitieron reconocer que el arte abstracto sólo era una de las muchas posibilidades y que no necesitaba deshacerse de este rico recurso para plasmar su habilidad de caricaturizar”.
La manera en que Paul Klee vivía la concepción artística se puede conocer a través de esta anécdota: se encontraba en un apartamento junto con un coleccionista y un gato. De repente, el animal se posó encima de una pintura que Klee estaba dejando que se secara en el suelo. El coleccionista recriminó al animal y se lamentó de la ruina en la que había dejado el trabajo del artista. Cuando éste vio lo que había pasado, reflexionó: “En el futuro, la gente se preguntará cómo lo he hecho para conseguir ese maravilloso efecto”.
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Si Hitler y sus partidarios no supieron apreciar la magia de los cuadros de Klee, en cambio nosotros nos damos a la tarea de preservar su obra y ofrecer toda la magia del color que su arte “degenerado” posee. Hagamos una fiesta contemplativa y perdámonos en esas formas perfectas y armónicas que el artista tuvo a buen juicio llevar a cabo.
Existen muchos más casos de pintores censurados o criticados por su obra, como lo demuestran los 6 artistas que fueron perseguidos y acusados por herejes.
Si la obra de Klee te ha dejado con ganas de aprender más, no dejes de leer los 101 mejores pintores de todos los tiempos.