“¿Qué pasaría si todo el material inconsciente de nuestro cerebro se hiciera consciente? ¿Dudaríamos más acerca de nuestra ´realidad´? ¿Ese mundo consciente se convertiría en la nueva ´realidad´?”
El universo de los sueños nos otorga múltiples perspectivas de la realidad, pues es una representación subjetiva y no lineal de lo que experimentamos diariamente. La experiencia onírica nos acerca a una realidad descompuesta en múltiples flujos, tramas entretejidas de emociones reprimidas e impresiones: una mina de oro para la creatividad.
La creatividad es una capacidad vital, desde que nacemos somos creativos para sobrevivir. Sin embargo, a pesar de que la usamos diariamente, en ocasiones es más complejo caracterizarla que desarrollarla, a tal grado que un artista no puede describir su propio proceso creativo con precisión. Tal es el caso de Salvador Dalí, quien encuentra su inspiración en los conceptos de la ciencia emergente del siglo XX y es a partir de las teorías del psicoanálisis que desarrolla su proceso creativo, el método paranoico-crítico, un medio a través del cual podía traer material del inconsciente a su consciente.
Gracias a este método, el surrealista encontraba conexiones entre distintos objetos e ideas que aparentemente estaban desligados y de esta manera engendraba vías para expresar la esencia de la condición humana en propuestas artísticas originales (Surrealismo).
Aunuqe su obra dejó una marca en la historia, su proceso creativo continúa siendo un misterio, pero no por esta razón te quedarás sin saber más acerca del método paranoico-crítico, porque a continuación le mostraré una entrevista literaria con Salvador Dalí, una charla producto de mi creatividad y fascinación por su obra (El siguiente texto se inspiró en la entrevista que tuvo Salvador Dalí con Jacobo Sabludovsky en 1971):
Eran las 7:00 P.M., el ronquido del tren de Madrid a Cataluña no cesaba, parecía que la noche aplastaba sus ruedas contra los rieles de acero. Me encontraba semidormido recargado en la ventana, cabeceaba con el ritmo del motor y mi sueño frágil apenas se balanceaba durante el recorrido. No había dormido bien últimamente, la noche parecía eterna y las horas se dilataban como las espesas nubes que arrastraba el gigante metálico. Poco a poco se iban apagando los tenues rastros de luz del pasillo. Mientras tanto, a mi izquierda una voz femenina se incorporaba al espacio y desequilibraba mi sueño:
–¿Desea ordenar algo?, el servicio nocturno acaba en dos horas –expresó la ferromoza.
–¡No!, sólo un té por favor –dije un poco molesto.
A las nueve de la noche me quedé dormido completamente después de recibir el té, por suerte la ferromoza vaciló en despertarme para hacerme la cuenta, pues si hubiese sido de otro modo no habría tenido nada que contarles, mas que la penosa situación que sufrí cuando desperté y noté que mi cartera no estaba en el bolso del pantalón. El sueño que tuve lo escribí a manera de diario en un cuaderno viejo que comúnmente utilizo en mis viajes para anotar frases y pensamientos.
Sueño del 7 de Diciembre de 2014.
El aullido del tren se alejaba con cada suspiro, mi mente sólo divagaba como una gaviota en pleno cielo, repentinamente olvidé donde estaba y me sumergí en un mar inconsciente.
Entramos en una habitación circular adornada con pequeños detalles inspirados en relojería suiza, una lámpara dorada en forma de trombón colgaba desde el techo a unos cuantos metros de mi cabeza.
El “Divino” tomó asiento en una silla lacada cercana a la mesa, al centro de la habitación, y esperó postrado sobre ésta tal cual una figura de cera. No quise romper su silencio porque ni siquiera pestañeaba -en ocasiones me preguntaba si realmente estaba vivo- hasta que él me hizo una pregunta bastante extraña. Respondí haciéndole saber que venía a entrevistarlo. No respondío, me miró fijamente encolerizado y apoyó sus brazos sobre la mesa mientras gritó: –¡Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech no da entrevistas cuando está dormido!, por favor vuelva mañana. Insistí en que mis motivos eran personales y no contemplaba publicar lo que él me confiara, pero volvió a su posición inicial con los ojos clavados en el infinito.
El silencio en la sala era insoportable, Dalí permanecía en una especie de animación suspendida, que es un proceso vital similar a la muerte, al que se someten ciertos organismos para economizar energía. Miré mi reloj con desdén, ya era media noche y no sabía cómo ni por qué había llegado a aquella extraña sala, lo único que tenía claro era que no me iba a retirar sin hacerlo hablar.
Después de cuatro horas semidormido y meditabundo, el personaje de cera se incorporó y decidió presentarse tal y como debió hacerlo en un principio cualquier persona promedio. No vacilé por ningún instante y decidí desahogar todas mis preguntas. La entrevista comenzó sin contratiempos. (a continuación expongo información confidencial del autor, se espera discreción por parte de los lectores):
¿Padece usted algún tipo de locura?
Dalí: El primero que lo dijo fue precisamente Dalí, porque hace exactamente 35 años un día memorable cuando me pidieron la diferencia que había entre un loco y Dalí respondí que casi ninguna, que la única diferencia que había era que yo no estaba loco. Es una diferencia mínima pero muy substancial.
¿El dinero lo motiva a pintar?
Dalí: Lo primero es mi esposa Gala, que es la inspiradora de todas mis grandes obras y después el oro.
¿Qué necesita Dalí para hacer una obra maestra, alguna especie de droga?
Dalí: No, justamente el inventor de la LSD, Albert Hofmann dijo que Dalí es el único pintor LSD sin necesidad de tomar la droga.
¿En qué tipo de manifestación artística se realiza mejor su genio?
Dalí: Mi genio, ni en la pintura, ni en el grabado, ni en la acuarela, ni en las joyas, ni en la litografía. ¡En la cosmogonía! (su estruendosa voz resonó en la sala), Dalí tiene una concepción del cosmos completamente original, mi genio está en mi propia cosmogonía.
¿Por qué usted se hace llamar el “Divino” Dalí?
Dalí: Porque soy místico, extremadamente imaginativo y monárquico en un sentido metafísico, porque soy apolítico. Para mi la monarquía es prueba de validez del acido desoxirribonucleico, lo que quiere decir que se transmite desde la primera célula viviente hasta la última. Mi obra será transmitida a las siguientes generaciones de igual manera, no hay un siglo XX sino un siglo Dalí.
Yo: Antes de irme quiero hacerle una última pregunta, sé que es un asunto delicado pero le aseguro que lo que me diga no caerá en manos equivocadas. (El divino asintió con la cabeza y continúo con la entrevista)
¿Cuál es su método o proceso creativo?
Dalí: Primeramente quiero reconocer a Sigmund Freud, uno de los más grandes científicos del siglo XX, pues a él le debo el desarrollo de mi método. Mi método se llama sistema paranoico crítico y es un sistema que creé hace 30 años y aun no sé realmente en qué consiste, sólo sé que con él se puede ganar muchísimo dinero porque me estoy volviendo ligeramente multimillonario.
¿Por último, puede describir cómo aplica su método a la pintura?
Dalí: A grandes rasgos puedo decirle que consiste en liberar las fobias, obsesiones y represiones en un lienzo en las formas más delirantes y caóticas que puedan existir, estas son plasmadas como una imagen doble, de tal manera que el apreciador puede discernir amblas si las contempla atentamente. El resultado que se obtiene del método generalmente es una composición de imágenes reales mezcladas con lo irracional del inconsciente pero sin ejercer ningún control en el proceso de creación, se deja que el inconsciente se proyecte de manera automática.
Fin de la entrevista.
Después de las preguntas, Dalí volvió a adoptar su posición inicial, inanimada y pétrea. Ya no tenía nada que hacer en aquel lugar, así que me propuse dejar la habitación pero entre mi decisión y el silencio sepulcral se escuchó un pequeño golpeteo en la puerta de la habitación. Acudí rápidamente al llamado y apareció la ferromoza con la cuenta del té en la mano:
–Son dos euros con setenta centavos –dijo apresurada.
Mientras tanto, introduje mi mano velozmente en el bolso del pantalón y me sentí absorbido por un horripilante hoyo que devoraba mi mano, la cartera ya no estaba. Pagué con mi vergüenza al despertar.