Todos los rincones del mundo se están sobrecalentando, y el Paseo de la Reforma no es la excepción. Estoy aquí por VerDeMonero, humor negro en tinta verde, la exposición de caricatura ecológica de Víctor Solís, que está instalada sobre las rejas de Chapultepec y puede admirarse mientras se camina por la banqueta –como yo ahora– o desde la comodidad del tráfico.
Érika y Adriana, por ejemplo, pasaban por aquí y se toparon con la exposición. Dicen que lo que más les gusta de los cartones es la contundencia de su ironía. El dibujo preferido de Érika es uno en el que el mundo es una moneda introducida a una maquinita expendedora de billetes, como si fueran dulces; y Adriana me cuenta que ella, para cuidar al medio ambiente, usa el transporte público y no tiene carro. Le digo que yo tampoco. Nuestros salarios son eco-friendly.
La colección la componen setenta cuadros y está dividida en cinco partes: ciudad, bosques, agua, cambio climático y ética ambiental. La gente se detiene igual frente al osito polar atrapado en un reloj de arena que en vez de arena tiene un témpano en deshielo, que frente al perro que protege el último árbol del jardín: Reserva de la biósfera del perro. Prohibido cortar.
A don Ramón Gustavo, quien viene con regularidad a las exposiciones en las rejas, ésta le parece de un doble valor: artística y concientizadora. Él, por su parte, separa la basura en orgánica e inorgánica y, sobre todo, no fuma. Le expreso cuán admirable me parece que haya dejado el cigarro para cuidar el planeta, pero me explica que no lo dejó, que de hecho nunca se le ha antojado. Sus pulmones están sanos, a diferencia de los de un cuadro que ha llamado su atención, en el que un médico le muestra al paciente la radiografía de los suyos, manchados por la huella de un neumático.
El gobierno del Distrito Federal, como parte de su Plan Verde, ha montado esta colección junto con el monero Víctor Solís, una especie de Al Gore chilango con talento y sentido del humor. Y es precisamente ese humor el que destaca Claudia, una chica que no sólo tiene ojos bonitos sino que, también, separa su basura. El tema ecológico está de moda, me dice, y a veces se trivializa. Por eso celebra el uso de la caricatura, la reflexión por medio de la carcajada.
“La caricatura ayuda a resumir los motivos de la indignación”, asegura el escritor Fabrizio Mejía Madrid. Y los cartones de Solís hacen de esa indignación ironía, ridiculización del género humano y sus errores; sus dibujos son cosquillas que duelen.
La exposición se queda aquí, bajo los rayos ultravioleta, hasta el 20 de octubre tanto para los enterados como para los incautos peatones. Yo me voy: es hora de comer y mi cuerpo, aunque orgánico, no es autosustentable.
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