A cientos de kilómetros del corazón de la Ciudad de México, donde actualmente es posible caminar de manera inadvertida entre recintos cuyas paredes no sólo relatan la historia nacional, sino la historia plástica de la primera mitad del siglo XX, se ha conformado una nueva exposición que replantea y recobra del olvido la influencia que el muralismo y los tres grandes maestros muralistas —José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera— tuvieron en sus homólogos estadounidenses.
Si bien dentro de la realidad mexicana el muralismo y las piezas que sobreviven en edificios principalmente institucionales han pasado a un plano de total cotidianidad, lo cierto es que el impacto de las piezas de gran formato y con alto contenido histórico e ideológico han trascendido fronteras tanto en su época de producción como en la actualidad.
Charles White, Progress of the American Negro: Five Great American Negroes, 1939–1940. / Cortesía de Whitney Museum of American Art.
En ese sentido, el museo neoyorquino, el Whitney, retoma esta corriente estética y la revalúa a través de Vida Americana: los muralistas mexicanos rehacen el arte estadounidense, 1925-1945, la cual corrió a cargo de la curadora Barbara Haskell, así como por Marcela Guerrero, curadora asistente. Una exposición que tomó alrededor de 4 años en poder completarse debido a la complejidad y gran magnitud de reunir bajo las paredes del Whitney no sólo las obras de los muralistas mexicanos, sino de los artistas estadounidenses que inspirados en ellos, también plasmaron las problemáticas sociales y su historia, que en muchos casos son muy frágiles al tiempo que algunas pocas veces han sido expuestas para el público en general.
La concepción de esta exposición comenzó después de que Barbara Haskell tuviera la hipótesis de que los muralistas tuvieron un impacto en el arte americano, pronto el equipo de curadores reunió un amplio catálogo de artistas y obras que viajaron a Estados Unidos y a México, que colaboraron y que sin duda alguna tuvieron la oportunidad de conocer el muralismo de primera mano, dicho extenso catálogo e investigación culminó en aproximadamente 200 obras de 60 artistas de ambos países.
Thomas Hart Benton, Selecciones de American Historical Epic, 1920-1928.
Haskell, en entrevista cuenta que para su hipótesis inicial, ella notó las similitudes entre Thomas Hart Benton y Diego Rivera, las cuales, tras el largo proceso de investigación resultó en un campo mucho más amplio de artistas en los que la influencia de los muralistas mexicanos es innegable:
«Comencé a ver similitudes entre los temas, esencialmente entre artistas como Rivera y Thomas Hart Benton, y noté que los dos trataban la historia en una forma muy similar […] y de una forma que era accesible para el público en general; ambos realmente creían que el arte debía ser para todos, no sólo para la élite. Ellos compartían eso, además de sus temas y su relación con la historia eran los mismos».
Jackson Pollock, Untitled (Naked Man with Knife), c. 1938-1940. / Cortesía de Whitney Museum of American Art
Las razones detrás del olvido
En entrevista con Barbara Haskell y Marcela Guerrero, ellas apuntan a que los motivos detrás del olvido de la influencia mexicana, así como de la propia producción estadounidense se encontraron cuatro particularmente importantes:
La predominancia del arte abstracto y el relego del arte figurativo tras la Segunda Guerra Mundial:
El arte abstracto dominó el mundo del arte tras la Segunda Guerra Mundial, siendo la corriente estética no sólo más reciente y popular, mientras que los artistas que hacían arte más figurativo o representativo comenzaron a ser considerados como conservadores, una etiqueta controvertida dentro y fuera del arte.
Charles White, Hear this, 1942. / Cortesía de Whitney Museum of American Art
El hastío tras la Segunda Guerra Mundial
Tras la Guerra, los estadounidenses estaban cansados de ver los defectos de “las luchas nacionales”, querían ver algo normal y placentero, no querían ver la agitación política y el lado más oscuro de la historia americana. Esto provocó que este tipo de arte que tenía un trasfondo histórico y político se viera detenido.
David Alfaro Siqueiros, Tropical America, 1932. / Cortesía de Whitney Museum of American Art
Conflictos ideológicos
En la década de los 50 en Estados Unidos comenzó una época muy importante en la que el comunismo fue perseguido y condenado, por lo que cualquiera que fuera asociado incluso de una manera periférica con el comunismo podía ser sujeto de interrogatorios o arrestos. En ese sentido, el muralismo mexicano y sus protagonistas estaban íntimamente relacionados con el comunismo por lo que la estética también sufrió de cierto relego debido a motivos ideológicos.
El tema nacionalista
Finalmente, los temas de corte nacionalistas comenzaron a ser relacionados con el fascismo y lo ocurrido en Alemania, por lo que todo material de corte nacionalista podría ser parte de una agenda fascista o autoritaria.
Cuando se trata de la participación de estos personajes en Estados Unidos, así como de su filiaciones políticas, una de las historias más populares en torno al trabajo de Diego Rivera en Estados Unidos se encuentra el del mural para Rockefeller, en el cual pintó el rostro de Lenin, lo que provocó desagrado en Estados Unidos —incluso, en la muestra es posible encontrar la carta dirigida a Rivera en la que le piden retirar el rostro de Lenin—, y que ante la negativa de Rivera, eventualmente el mural fue destruido.
Diego Rivera, El hombre controlador del universo, 1886-1957.
La vertiente latina
A pesar del olvido y de la preferencia del mundo del arte por nuevas estéticas que dejaron de lado al muralismo en Estados Unidos, la influencia que este tuvo en tal país no fue fácil de borrar en especial de la mano de otros movimientos. Marcela Guerrero explicó que hacia la década de los 60, en particular en la costa oeste, en el sur de California comenzó el movimiento chicano, que, así como el muralismo, pretendía reclamar su espacio en el país, al tiempo que eran víctimas del racismo. Ellos crearon su propia versión inspirados incluso en Siqueiros, quien en su periodo en los Estados Unidos realizó piezas en Los Angeles. En ese sentido, casi dos décadas después de la participación e influencia de los muralistas mexicanos en Estados Unidos, éstos le dieron nueva vida a una segunda oleada de artistas estadounidenses.
Un sentido actual
Si acaso uno de los aspectos más poderosos de Vida Americana y del trabajo muralista de ambos países es cuán vigente es la obra que se realizó medio siglo atrás. A través de todas las obras es posible ver la denuncia de las condiciones de trabajo, la pelea por los derechos de los trabajadores y de la desigualdad y hasta el racismo; temáticas que en la actualidad siguen en la agenda política en ambos países de la mano con movimientos migratorios realmente importantes como la Caravana Migrante, o los diversos casos de violencia en contra de ciertos grupos raciales.
Philip Guston, Bombardment, 1937-1938. / Cortesía de Whitney Museum of American ArtSi bien en Vida Americana son los grandes frescos los que suelen robar la atención de los espectadores, lo cierto es que además es posible encontrar fotografía de la época, así como ejemplares de revistas y libros a cargo de algunas de las mujeres que si bien no se desempeñaron como artistas o muralistas, su escritura sobre esta corriente estética, así como su conocimiento sobre México y los grandes muralistas fue esencial, entre ellas están Anita Brenner, Frances Toor Weinburg y Alma Reed que incluso llegó a fungir como una suerte de representante, así como mecenas de Orozco, pues se encargó de enmarcar sus piezas, así como imprimir y enviar los catálogos de las exhibiciones.
Además de los mencionados, en esta exposición también se encuentran las obras de Charles Henry Alston, Lola Álvarez Bravo, Luis Arenal, Belle Baranceanu, Will Barnet, Thomas Hart Benton, Henry Bernstein, Emil Bisttram, Lucienne Bloch, Elizabeth Catlett, Miguel Covarrubias, Aaron Douglas, Hugo Gellert, Gace Greenwood, William Gropper, María Izquierdo, Frida Kahlo, Jacob Lawrence, Fletcher Martin, Leopoldo Méndez, Tina Modotti, Pablo O’Higgins, Jackson Pollock, Anton Refregier, Henrietta Shore, Paul Strand, Rufino Tamayo, Edward Weston, Charles White, entre otros.
José Clemente Orozco, Christ Destroying His Cross, 1943. / Cortesía de Whitney Museum of American Art
Vida Americana: los muralistas mexicanos rehacen el arte estadounidense, 1925-1945 estará abierta al público del 17 de febrero al 17 de mayo de 2020 en el Whitney Museum of American Art, en Nueva York.
Encuéntralo en 99 Gansevoort Street, Nueva York. El horario del museo es: lunes, miércoles, jueves y domingo de 10:30 a 18 h; viernes y sábados de 10:30 a 22 h. Martes cerrado, excepto en julio y agosto. Visita whitney.org para obtener más información.
En portada: detalle de Alfredo Ramos Martínez, Calla Lily Vendor (Vendedora de Alcatraces), 1929.
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