¿Arte o activismo? En realidad, ambos. Washed up series es el nombre del proyecto de Alejandro Durán, artista mexicano, quien, junto con la ayuda de miembros de la comunidad de Punta Allen, Quintana Roo, limpió la reserva natural más grande de México, con el propósito de realizar una serie de instalaciones temporales que hicieran visible el problema de la infiltración de la basura en los espacios naturales del país. El artista logró remover los desperdicios esparcidos a lo largo de tres kilómetros de costa caribeña. ¿El resultado?: un total de 765 kilos de plástico proveniente de muchas partes del mundo que fueron a parar a la playa de Sian Ka án.
“Algas” y “Brotes” son algunos de los títulos de sus fotografías, a partir de los cuales el artista mexicano transformó objetos de plástico comunes y corrientes, como cepillos de dientes, botellas de refresco, tulipanes y algas marinas. En la obra “Bombillas”, los focos aparecen en la arena con tanta naturalidad que casi olvidamos que lo que vemos no son conchas y caracoles.
La serie hace un comentario sobre la manera en que la basura se ha convertido en nuestro panorama cotidiano. Los deshechos y residuos que contaminan nuestras calles y plazas, se han normalizado al grado de dejar de considerarlos un problema. “Washed up” se traduce al español como “lavado” o “limpiado”; los objetos recolectados se limpiaron con el propósito de embellecer Sian Ka án, considerada patrimonio mundial por la UNESCO.
Durán utilizó envases PET y pedazos de sillas de plástico para la composición de sus interesantes y coloridos paisajes. Estos generan efectos contrarios al confundirse con la naturaleza, por lo que no resulta sorprendente, ni incómodo y ni extraño, sino agradable. Por ejemplo, el plástico azul sirve como una metáfora del mar, y los botes de detergente ocupan el lugar de las flores silvestres que resultan misteriosamente poéticos. En esto radica la efectividad de la obra, en esa lectura doble que confronta al espectador y lo obliga a cuestionarse que le deja un sabor agridulce.
La serie ha sido reconocida de manera intencional; las fotografías poseen una cualidad estética innegable, además de abordar un problema mundial. Se exhibieron en galerías, museos y espacios públicos, como en la Galería Octavio Paz de Nueva York, que, después de permanecer cerrada por más de 10 años, de nuevo abrió sus puertas con el trabajo de Durán en el 2012. Desde entonces expone el trabajo de artistas emergentes mexicanos y se preocupa por hacer visible el legado cultural de nuestros compatriotas en la ciudad neoyorquina.
Como parte de su proyecto, el artista inauguró también el Museo de la Basura, un espacio de exhibición y educación temporal en Punta Allen, en el que se llevaron a cabo workshops dirigidos a niños originarios del lugar, talleres cuya finalidad era impulsar la expresión artística, así como concientizar y proponer soluciones para la polución ambiental que perjudica actualmente al país.
El Museo de la Basura nos despoja de la idea de que el arte es algo que se contempla de forma pasiva y con actitud solemne en los largos pasillos de los museos; nos demuestra el modo en que estos pueden ser espacios activos que involucren tanto a niños como a adultos, y crear consciencia para mejorar el mundo en el que vivimos.
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