“Él no pintaba por pintar, sino para revelar su verdad (…) Para captarla, se debe entrar en su juego”.
– Pierre Restany 1
“Contrariamente a la mayoría de los artistas, el personaje de Yves Klein no es inferior a sus obras. Éstas son los hechos superiores de una aventura excepcional y, de alguna forma, son las pruebas de la misma. Pero, por lo demás, sólo queda el recuerdo. Porque Yves Klein se preocupó tanto por lo que debía desaparecer como por lo que debía quedar. Es por ello que una exposición no es suficiente, si en ella no se muestran más que las pinturas, las huellas, los fuegos, los oros. Tiene que intentar recordar, también, toda aquella parte del trabajo de la cual sólo la memoria conserva el rastro”.
– Pierre Descargues 2
La obra de Klein es considerada, aunque de manera superflua, como la continuación del discurso Dadá de Husksenbeck, conservando la misma línea estética del denominado antiarte. “El arte ya no puede recuperar su condición anterior… Esto quiere decir, nada menos, que el arte tiene que salir de su propio concepto para poder serle fiel”. 3
De esta forma, el arte sólo puede continuar existiendo en su disolución o negación, repitiendo una y otra vez el momento único e irrepetible de su desaparición.
Existe en su trabajo una evidente tendencia mística tanto en los escritos como en la obra misma, ignorada en la mayoría de los casos por considerarlo como una actitud vacía o una simple postura Dadá.
“Su comportamiento confirma el carácter complejo de su personalidad… Una mezcla sistemática de códigos, símbolos y fantasías”4 que, de alguna manera, protegían su “mundo interior” con teorías de los Rosacruces y de la disciplina Heindeliana.
A diferencia de Duchamp, con su Ready-Made en el que casi cualquier cosa era obra de arte si él así lo deseaba; en Klein, acorde con su idea del vacío, “nada será una obra de arte porque yo lo decido”. Esta relación entre el y la vacuidad es, quizá, la aportación de Yves a la historia del arte.
Los últimos años de Klein fueron los más productivos. En 1961 recibió el mayor reconocimiento para un joven artista, una retrospectiva de su obra en el Museo Haus Lange. Es en este periodo cuando fusiona en su alquimia artística el arte del fuego, del agua, del aire y de las materias primas como el oro en la serie de los Mono-oros. En ésta, el mayor interés de Yves es la disolución de las formas mediante la combustión interna del espíritu de los elementos que conforman el cuadro.
“Es el color lo que se baña en la sensibilidad cósmica… la línea no tiene la capacidad de impregnar que tiene el color… Las obras deben realizarse sin indecisiones con el fin de encarnar ese algo indefinible”. 5
La obra temprana de Yves Klein, principalmente los monocromos, estaba contenida bajo los manifiestos de Les Nouveaux Réalistes (Nuevos Realistas Franceses) 6, los cuales afirmaban que había llegado el fin de la pintura de caballete (pintura clásica) y que ocuparía su lugar un nuevo realismo de pura sensibilidad basado en la creencia de que en la ciudad y en los paisajes urbanos de la civilización humana existe un gran potencial creativo poco explorado, por lo cual, se presentan para estos artistas como los nuevos modelos de inspiración a seguir.
Sobre esta línea de pensamiento, se empieza una búsqueda para ir más allá del color y de la propia pintura, así aparecen los monocromos como una actitud crítica contra la abstracción de la lírica clásica.
“El cuadro no es más que el testigo, la placa sensible que ha visto lo que pasó… Mis cuadros son testigos inmóviles, silenciosos y estáticos de la esencia misma del movimiento y libertad que es la llama de la poesía durante el momento pictórico… Mis cuadros son las cenizas de mi arte”. 7
En su obra, Yves Klein muestra su interés por la atemporalidad entendida como la conversión de un instante efímero en algo eterno. Así, la obra de arte no es el resultado material sino el proceso previo a su ejecución. De esta forma, la presencia de la obra en la propia obra, como fragmento de arte suspendido sobre el vacío, cuestiona la propia posibilidad de su existencia.
Aparece, así, la obra de arte inexistente entendida como monocromos: cuadros no pintados, rituales de venta de zonas de sensibilidad pictórica y demás propuestas Kleinianas en las que el objetivo central es testimoniar la desaparición de la obra de arte como tal. O como se entendía hasta este momento en la historia del arte.
El lienzo se convierte en el único registro de un evento tridimensional y espacial que se realizó en cierto momento y en cierto lugar, previamente seleccionado. Lo que hace valer al objeto como obra de arte es el show que le precede. El arte en Klein se resume a un instante creador en el que se hace partícipe al público, quienes pagan por ser testigos del momento de inspiración artística.
A diferencia del arte conceptual, en el que la idea que precede al objeto es lo que la hace ser una obra de arte, en Klein: tanto la idea motriz como el objeto son elementos secundarios para su valorización. En este caso, el chispazo creador en el instante de su ejecución (y su consiguiente magnificencia) es lo interesante de su propuesta.
Aparece por primera vez en la historia de la pintura un afán por utilizar la superficie como una placa sensible que registra el momento preciso del instante creativo. De esta manera se olvida de la forma, la técnica o la composición en busca de la magnificencia del instante.
Aparece en Yves Klein otro aspecto interesante para su análisis, como la participación de elementos y objetos ajenos al artista durante la elaboración de la pieza estética. Para la elaboración de sus anthropométries utiliza una especie de performance en el que no es propiamente el artista quien ejecuta (manualmente) la obra. Más bien, es el director de una puesta en escena quien involucra a un público, unos actores, un escenario y un ritmo musicalizado.
En cambio, en peintures feu-coleur existen elementos de apoyo como fuego (acompañadas siempre de un bombero) o esponjas que complementan la ejecución de la pieza.
Posterior a Klein, aparecen en otras manifestaciones del arte (incluida la arquitectura), el empeño por hacer de la superficie una imagen instantánea de un acontecimiento. De esta forma, la superficie adquiere autonomía desprendiéndose de cualquier atadura volumétrica y volcándose en una experiencia intensa por sí misma.
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1 Yves Klein, Catálogo de la exposición del Jewish Museum, Nueva York, 1967, pp. 4-7.
2 Ibid., p. 16.
3 Teodoro Adorno, Teoría estética, Taurus, Madrid, 1971, p. 54.
4 Yves Klein, Peintures feu-couleur, FC 21, París, 1961, p. 79.
5 Santiago Roqueta, “Yves Klein”, en Revista d´arquitectura, Universidad Politécnica de Barcelona, 1994, p. 61.
6 Grupo de pintores franceses que a mediados de 1960 se reúnen para escribir y discutir acerca de su obra considerada como el Nuevo Realismo Francés: Arman, F. Dufrêne, R. Hains, Y. Klein, M. Raysse, D. Spoerri, J. Tinguely, Villeglé y P. Restany.
7 Yves Klein, op. cit., p.80.