De todas las películas producidas en México, no hay otra que pueda sentarse en el trono de la comedia negra más que ‘El Esqueleto de la Señora Morales’. Esta obra de Rogelio A. González mezcla, como pocas veces hemos visto en México, una historia de crimen, odio y humor tan cáustico de una forma que aún hoy en día provocaría risas nerviosas.
La película cuenta la vida matrimonial de Gloria (Amparo Rivelles) y Pablo Morales (Arturo de Córdova). Él es un alegre y optimista taxidermista que gusta de las cosas simples (la risa de los niños que juegan, los perros y la alegría) y está perdidamente enamorado de su religiosa mujer. Ella vive acomplejada por un defecto físico en su rodilla, está obsesionada con estar permanentemente mal y vive con asco del mundo (incluido su marido, por quien tiene particular repulsión).
Pablo quiere ser feliz con su esposa y tener hijos. Gloria, por otro lado, solo busca atormentarse, a base de celos y reproches religiosos. Es muy hermosa, pero muy beata. La cosa empeora porque Gloria se deja aconsejar solamente por el cura de su colonia, Artemio Familiar (Antonio Bravo), y las señoras puritanas que viven del chisme. Ambos viven en un infierno y eso orilla a Pablo a pedirle el divorcio a su mujer, pero ella se niega. Un día, Pablo anuncia a sus conocidos que Gloria se ha ido a Guadalajara a visitar a una tía, mientras en su laboratorio de taxidermista aparece un esqueleto al que Pablo trata como si fuera su mujer.
El Esqueleto de la Señora Morales es grande por méritos propios. Su llegada a la cartelera en 1960 marcó un cisma entre las grandes producciones de la época de oro del cine mexicano y el cine de autor. Es una comedia negra, una de las pocas que existen en la historia nacional, con una historia arriesgada.
Su peso, además, no descansa en sus dos protagonistas: es una historia coral donde cada personaje juega un papel fundamental en el crimen y para ello el director se rodeó de grandes actores y actrices de la época: Arturo de Córdova, (Pablo Morales), Amparo Rivelles (Gloria), Elda Peralta (señorita Castro, dependiente), Guillermo Orea (profesor), Rosenda Monteros (Meche, criada), Luis Aragón (Elodio, concuño), Mercedes Pascual (Lourditas Mendiola) y Antonio Bravo (Padre Artemio Familiar).
El exiliado español Luis Alcoriza de la Vega fue el responsable de escribir el guion, que tomó de un cuento del escritor galés Arthur Machen ‘The Islington Mystery’, y lo mexicanizó de una forma tan precisa que no ha envejecido un sólo día su historia. Alcoriza escribió ocho de las mejores películas de Luis Buñuel y decenas de películas mexicanas de todos los géneros. Esta historia es la única pieza mexicana que ha bebido un poco de la obra de Arthur Machen, Guillermo del Toro le rindió honores con el personaje del Fauno.
Todos y cada uno de los vicios mexicanos están retratados aquí, pero nos da risa. Celebramos que Pablo logre salirse con la suya porque sentimos que lo merece. Vemos el rostro diabólico del taxidermista y su empleada doméstica cuando por fin logra comerse su filete grande y crudo. Cuando dice “ahora que se ha ido la señora, prepárate un filetote, casi crudo, así de grueso” y señala el grosor con los dedos.
La batalla de la mojigatería y las buenas costumbres contra la felicidad está más que cantada, pero la cosa no termina ahí. Rogelio A. González se anima a ser transgresor y muestra cómo la sociedad católica es asfixiante, pero aquí se vale del crimen como la única herramienta para alcanzar la libertad.
Nos queda claro todo el tiempo a qué lado sirve cada personaje: Pablo rodeado de huesos sueltos en su laboratorio y Gloria, que vive encerrada en su cuarto bajo la mirada de un gigantesco Cristo. Todo esto debió ser todo un escándalo en los años 60. González no deja cabos sueltos, se nota el esfuerzo extra para dejar claro que todo esto se trata de una comedia. Una fotografía llena de claroscuros, que define la transformación de un hombre bueno en un diablo, un rebelde que logró salirse con la suya
Esta historia también quiere dar punto final a los melodramas fáciles de la época de oro del cine mexicano y plantea un nuevo México. Más oscuro, sí, pero también con más ganas de reírse de la desgracia.