Los 70, qué buena década, una de las más prolíficas para muchos rubros del arte. En la música, por ejemplo, surgieron bandas que ahora son leyendas; por un lado, en Reino Unido unos chicos triunfaban con el proyecto Led Zeppelin, Gilmour y Waters encabezaban Pink Floyd, y de este lado el irrepetible Jimmy Hendrix revolucionaba la concepción que teníamos de lo que se podía hacer con una guitarra. En las salas de cine se estrenaban “Tiburón” y “El último tango en París”, con todo y la escena de violación real que tanta discordia causó entre críticos y espectadores. ¿Pero qué pasaba en el otro cine, el cine pornográfico? La industria del porno, que apenas se solidificaba, estaba a punto de experimentar un cambio que la transformaría por completo.
En 1971, Linda Susan Boreman (1949-2002) —una chica del Bronx, hija de un policía— estaba por conocer a su esposo y proxeneta, Chuck Traynor. Posteriormente sería conocida mundialmente como Linda Lovelace. Linda creció en New York y vivió una juventud agitada. Tuvo un hijo a los 20 años que su propia madre dio en adopción y, según lo que declara Linda en su autobiografía “Ordeal” (1980), este hecho marcó un episodio muy doloroso en su vida, ya que ella nunca estuvo de acuerdo con esa decisión. Después de esto Linda se mudó a casa de sus padres en Florida, donde conoció a Chuck. La relación fue tormentosa, ambos eran adictos a la cocaína y la heroína y para solventar su adicción Chuck decidió prostituir a su pareja.
En una ocasión, Traynor grabó a Linda practicando una felación. Después, en alguna de sus tantas crisis económicas, el hombre llevó la cinta con el productor de cine porno Gerard Damiano con la esperanza de obtener algún tipo de remuneración. Si bien Linda ya había participado en cortos underground —y hasta se rumora que dentro de su portafolio había escenas de actos de zoofilia, dato que ella siempre negó—, la actriz nunca había considerado una entrada oficial a la industria del porno.
Damiano quedó perplejo con las habilidades en el sexo oral de Linda, y decidió que la mejor idea era llevar sus encantos a la pantalla grande. El director contaba con un guion que se inspiraba en una experiencia personal. Según lo que ha contado, la idea le llegó un día que acompañó a su esposa al salón de belleza, y tras varias horas de espera escuchó un sinfín de quejas por parte de las clientas que platicaban con el estilista. Notó que en su mayoría las quejas estaban relacionadas con la vida sexual, había una constante insatisfacción ya que las mujeres no lograban alcanzar el orgasmo con sus parejas.
La cinta narra la historia de una joven que trágicamente no puede llegar al orgasmo como el resto de las personas. Después de intentar de todo sin obtener resultados positivos, decide visitar al Doctor Young (interpretado por Harry Reems), quien tras un minucioso análisis de los genitales de la chica encuentra la razón del padecimiento: la mujer no tiene clítoris. Sin embargo, después de una segunda inspección, los personajes descubren que el clítoris de la chica se aloja en lo más profundo de su garganta.
“Garganta Profunda” fue el nombre final de la cinta que protagonizó Linda. Se estrenó en 1972, inicialmente en salas clandestinas; sin embargo, pronto ganó fama y fue proyectada en salas de cines comerciales. La película tuvo un éxito inesperado. Con un presupuesto que no superaba los 25 mil dólares, en poco tiempo logró recaudar más de 600 millones de billetes verdes, una cifra inaudita para cintas de esta categoría. Existe un rumor que dice que en las salas de cine el dinero se dejó de contar y comenzó a pesarse, debido al fenómeno mediático en el que se había transformado.
La verdadera historia de “Garganta Profunda” comienza después de su proyección. Por una parte, la destreza de Linda cautivó a más de uno, incluyendo al propio Hugh Hefner. Pero la más grande campaña publicitaria se la dio el gobierno norteamericano, que por aquellos años emprendió una cacería sin sentido impulsada por los frentes conservadores del entonces presidente Richard Nixon. El hecho de que el público abiertamente mostrara interés en esta clase de filmes motivó al gobierno a evitar la difusión de la película.
Y como todo lo ilegal se vuelve más deseado, la gente comenzó a abarrotar los cines para ver una función de “Garganta Profunda”. El gobierno buscó a toda costa parar las proyecciones en las salas de cine, incluso encarcelaron al protagonista, Harry Reems, por supuesta distribución y publicación de obscenidades con una ley sacada de la manga. Pero el actor recibió el apoyo incondicional del público e incluso de actores de la talla de Jack Nicholson, quien argumentaban que su aprehensión era un ataque directo a la libertad de expresión.
¿Pero qué tiene que ver todo esto con el FBI? La controversia alrededor del filme ocurrió a principios de 1972, y entre mayo y junio del mismo año Estados Unidos vivió uno de los escándalos políticos más emblemáticos de la Historia: Watergate. Una irrupción a un complejo de oficinas —ni más ni menos que las del Comité Nacional del Partido Demócrata— fue la causante de todo. En esta investigación, cerca de 50 personas fueron encarceladas y casi un centenar estuvieron bajo investigación, todas ellas eran parte del gobierno y miembros del gabinete presidencial; incluyendo agentes del FBI y la CIA. El mismo presidente Richard Milhous Nixon tuvo que dimitir como mandatario. El Comité se encontraba dentro del “Hotel Watergate”, hecho que inspiró el nombre con el que ahora es reconocido este episodio.
Hay cientos de versiones sobre lo que realmente contenían los documentos robados en las oficinas. Los agentes del FBI aseguraban que se trataba de documentos que comprometían la legalidad del dinero utilizado para apoyar la campaña de reelección de Nixon. Se sospecha que fue “dinero negro” que procedía de la mafia americana; además de que había pruebas que desenmascaraban un conflicto de intereses entre miembros del gobierno y la propia familia del presidente.
La investigación no consistió sólamente en la irrupción del recinto, sino que además se intervinieron los teléfonos de los involucrados y hubo estrategias de espionaje que se llevaron a cabo durante mucho tiempo. La resistencia del gobierno por esclarecer el contenido de los documentos aumentaba las sospechas de las agencias de investigación y del mismo pueblo estadounidense. En su famosa declaración oficial, Richard Nixon aseguró: “puedo decir categóricamente que nadie en el personal de la Casa Blanca, nadie en esta administración, actualmente empleado, estuvo involucrado en este incidente extraño”. Ciertas transcripciones de llamadas de Nixon aumentaron el enojo del pueblo, lo cual lo llevó a su inminente renuncia en uno de los hechos más bochornosos de la Casa Blanca.
¿Pero quién filtró la documentación a la prensa? Fue el segundo hombre más importante del FBI, William Mark Felt (1913-2008), cuyo seudónimo era nada más y nada menos que “Deep Throat” (garganta profunda). Se dice que utilizando este seudónimo, y desde la absoluta clandestinidad, Felt contactó al periodista Bob Woodward para darle la información que ponía en jaque al gobierno de Nixon. Aunque Felt siempre negó haber sido el informante, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos juzgó las acciones del agente como inconstitucionales y fue llevado a juicio. En 1981, el nuevo presidente Ronald Reagan otorgó el perdón a Felt, y no fue sino hasta el año 2005 que la revista Vanity Fair publicó un artículo en el que se confirmaba que, en efecto, William Felt había sido el famosísimo Garganta Profunda.
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