Un pequeño paraíso al interior de la selva veracruzana sirve de escenario para que el director Ernesto Contreras —Párpados azules, 2007 y Las oscuras primaveras, 2014— narre la historia de un par de corazones separados por el miedo en una comunidad indígena tradicionalista.
Presentada en la edición 32 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, Sueño en otro idioma fue parte de la selección del Festival de Sundance 2017, donde ganó el Premio del Público para película extranjera de drama; y estuvo nominada al Premio del Jurado. El relato escrito por Carlos Contreras, hermano de Ernesto, aspira a 16 premios Ariel; sin embargo, no figura en la categoría a Mejor director, dado que Ernesto Contreras es presidente de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), que otorga dicho reconocimiento. Hecho por el cual renunció a votar por sí mismo, para no negar la posibilidad a sus demás compañeros de equipo de obtener el máximo galardón de esa noche.
El filme cuenta la odisea que tiene que pasar Martín —interpretado por el prometedor actor Fernando Álvarez Rebeil—, un joven lingüista de la Ciudad de México que llega a la comunidad enclavada en la selva para buscar a los dos últimos hablantes de zikril para grabarla, estudiarla y contribuir así a su conservación. Lo que no se imagina es que los dos viejos gruñones que hablan esta milenario lenguaje, Isauro y Evaristo —José Manuel Poncelis y Eligio Meléndez respectivamente—, están peleados a muerte por viejas rencillas de su juventud. Las malas lenguas dicen que por el amor de una mujer, María —Nicolasa Ortíz Monasterio—, pero el problema rebasa los cánones de la época.
Aunque parece sencilla, la premisa de los hermanos Contreras encierra mucho más de trasfondo; la férrea tarea de reunir y convencer a los enemigos para que vuelvan a hablar después de más de 50 años nos revela sorpresivos secretos, enmarcados bajo una perspectiva diferente en el remanso de la selva.
A manera de vívidos flashbacks, el espectador es testigo de la estrecha relación entre Isauro y Evaristo en su juventud —a quienes dan vida Hoze Meléndez y Juan Pablo de Santiago—; y de las pláticas de ambos en zikril, que no entendemos pero sí llegamos a imaginar el sentido de sus frases. Aquí hace su aparición Lluvia —interpretada por Fátima Molina—, la nieta de Evaristo, que ayuda a Martín y convence a su abuelo para participar en las grabaciones. Cuando los rencores parecen haberse disuelto, y los viejos retoman su amistad, la historia da un inesperado giro hacia las entrañas de la jungla.
El drama poco a poco se convierte en relato fantástico, la invención de la mágica lengua sirve para contextualizar a sus personajes en la narración, y contagiar a las nuevas generaciones con la idea de que aprender una lengua desconocida es volver a nacer, reconociendo la simbiosis entre vida y madre naturaleza.
Al final, el objetivo de la herencia lingüística de Martín en Sueño en otro idioma cambia de dirección y fija su objetivo en reparar la relación de Isauro y Evaristo. Nos queda claro que los une mucho más que una amistad. La retrospectiva a la que recurre el director revitaliza la idea de que el amor es un lenguaje universal; mostrándonos que no sólo agoniza una lengua indígena, sino la figura de los adultos mayores, olvidados y rezagados, aún con todas sus memorias y frases tan veraces que nos comparten.
El deseo de Isauro y Evaristo no sustenta su valor en la falta de amor, sino en la incapacidad para verbalizarlo. ¿De qué sirve perpetuar una lengua si su más puro sentido es satanizado por falsos prejuicios que subsisten hasta nuestros días? La libertad de sentir en Sueño en otro idioma es suficiente para que el corazón del zikril lata eternamente.
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