“Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”
Orson Welles
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A través de los años el romance ha evolucionado en la industria del cine. Sin embargo, pareciera que siempre cuenta la misma historia: dos personas se conocen, se enamoran, pasan alguna peripecia y el filme termina con un final feliz (y a veces empalagoso), pero la duda que surge en cualquier espectador es: ¿ocurrirá eso alguna vez en mi vida? O como mínimo, en la vida de otro.
En muchas de las películas románticas se ven involucradas historias más complejas, en conjunto con otros géneros, como en About a Time y Ghost, en el que se involucra la fantasía. También existe la otra parte del romance, que lo retrata lo inquebrantable, aunque “real”, como se proyecta en Interstellar o I Am Sam, que en relación tienen esa intensidad que el amor paternal demuestra en cada instante.
Escena icónica de Ghost, una cinta que mezcla tragedia, fantasmas y mucho romance
En todo caso, hay en este tipo de filmes una cualidad edulcorada que trasciende incluso sus propias referencias reales o históricas. Como en Titanic, por ejemplo, cuya historia se suscribe a un hecho real: el trágico hundimiento de un buque trasatlántico. La tragedia, que es real, se transforma en una fantasía romántica, igual de trágica, aunque, a la manera del cine, con un desenlace que hace prevalecer la belleza y pureza (cinematográfica) de los sentimientos de los personajes: Jack (Leonardo DiCaprio) y Rose (Kate Winslet). Lo mismo podría decirse de Ghost, pues la muerte separa a los personajes, pero su relación y el amor que sienten sigue siendo un hecho elevado y recontextualizado en una trama romántica.
Sin embargo, aún hay que destacar puntos a favor de esta categoría de cintas, como es el hecho de que causan en el espectador una sensación en el estómago, como una versión reflexiva de un sentimiento o un cúmulo de emociones, tanto positivas como negativas, en un plano influyente e íntimo.
Hay que tomar en cuenta, parafraseando al escritor venezolano Federico Vegas, que uno asiste al cine para que lo sorprendan, para desligarse, al menos por unas horas, de la realidad. Ver cine, de cualquier tipo, es una experiencia similar a traspasar de un mundo a otro. El velo de lo real se rasga y el espectador se adentra en la fantasía, el sueño, la pesadilla, en fin, el mundo de la imaginación y de lo irreal como un plano lógico, aunque igual se sientan emociones (el plano de lo abstracto).
Asimismo es imprescindible destacar que, por lo general, las cintas románticas tienen una gama de recursos técnicos y estéticos que las distinguen. Una brillante luz que las convierte en piezas de arte convencionales, así como un tipo de “tono” o estilo (en la música, en las actuaciones, en la narrativa). Huelga decir que son precisamente eso: recursos narrativos, fílmicos, artísticos.
Escena de The Notebook, un hito del género romántico
Tal vez sea el molde en que se basan, pero extrañamente podría relacionarse con los vínculos emocionales entre lo que ocurre en la pantalla y nuestra realidad. El simple sustento son las emociones, mas no las imágenes, que a su vez funcionan como proyección de esas imágenes. Pero es necesario insistir en que la ilusión del cine forma un entramado de ficción, así como en el terror o en, casos más claros, la ciencia ficción o la fantasía.
Por si fuera poco, el cine romántico ha permeado en el inconsciente colectivo en todo el mundo. Aunque las producciones hollywoodenses siempre parecieran estar a la cabeza de las taquillas, en Latinoamérica, Europa y en los países asiáticos también hay un público amante y ávido consumidor de este tipo de historias. Incluso, en naciones con industrias fílmicas desarrolladas, como Corea del Sur, tienen grandes e innumerables ejemplos del género. Un ejemplo es la película La isla romántica, del director Kang Cheol-woo, que trata de tres parejas que hacen un viaje hacia Filipinas.
Partir de este argumento no quiere decir automáticamente que la calidad de algunos de estos títulos sea inferior, por ejemplo, a la del cine documental o independiente o de autor. Todo lo contrario: muchas cintas ganan prestigio por su propio mérito artístico y representan una experiencia artística verdaderamente enriquecedora para quien la mira.
En definitiva, aunque puedan rastrearse rasgos del romance cinematográfico en la realidad, éste no existe, al menos no como en la acepción de romance como género o visión fílmica del mundo. La versión no ficcional del romance es mucho más compleja y por lo regular decepcionante, pues no se corresponde con el trabajo editado de un filme y de esa visión perfeccionada y distorsionada de una historia. No hay recursos de invención: el tiempo es lineal, lento, pesado, real. No hay música de fondo, cámara lenta, sólo malas actuaciones de las personas comunes, iluminación natural y, lo más importante, es más visceral el complicado entramado de conflictos generados por los sentimientos, las emociones, los pensamientos y las formas de la comunicación entre las personas. Por lo tanto, podría afirmarse que, de hecho, el romance es una ficción inventada por el cine, pues es el cine el arte que redefine la identidad del imaginario colectivo y, por ende, tienen características irreales, tiene propiedades que en la vida cotidiana nunca ocurrirían.
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Hay gustos para cada quien. Si te gusta el drama y el romance, mira esta lista para cultivar tu ocio mientras sopesas tus sentimientos.