El día que descubrí el paraíso de excesos y liberación en un bar gay de México

Para tiempos de incertidumbre, cargas laborales y corazones rotos, la diversión en la ciudad de Monterrey siempre es el mejor escape. Después de un año con muchos altibajos, el único plan ante la inevitable llegada del 2018 era pasarla bien, la Sultana del Norte claramente era el escenario perfecto. Ahí se encuentra El Wateke, un

El día que descubrí el paraíso de excesos y liberación en un bar gay de México

Para tiempos de incertidumbre, cargas laborales y corazones rotos, la diversión en la ciudad de Monterrey siempre es el mejor escape. Después de un año con muchos altibajos, el único plan ante la inevitable llegada del 2018 era pasarla bien, la Sultana del Norte claramente era el escenario perfecto. Ahí se encuentra El Wateke, un bar gay que desconoce los límites y el aburrimiento.

El destino de aquella madrugada se hallaba en el corazón de la zona centro de Monterrey, justo a unas cuadras de la Central Camionera; ¿Seguros que quieren ir ahí?, preguntó el conductor con el mismo rostro que pone mi madre cuando me advierte algo.

Al llegar observé a dos chicos que se comían a besos, en ese instante supe que el plan del viaje se cumpliría. Su fachada era distinta a la de otros bares que frecuento; una lona anunciaba los miércoles de música vallenata sobre la pintura de un arcoíris.

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Un amigo me acompañaba, entramos y la euforia de la gente nos recibió. Había personas muy diversas: fresas, reguetoneros, vaqueros, personas de la tercera edad, vestidos de osos, machos, afeminados, jóvenes, borrachos, etc. Mis hermanas de la comunidad travesti, transexual y transgénero tampoco pudieron faltar. El concepto del lugar era innovador comparado con los bares que hay en otras ciudades. Tenía cuatro áreas con distintos géneros musicales: reguetón, electrónica, vallenato y, por supuesto, norteño.

Asistir al lugar y no conocer sus espacios podría ser uno de los errores más grandes si también planeas visitarlo, por eso, recurrimos a la técnica de la vieja escuela para saber más de él y de su comunidad: la “putivuelta”.

Nuestra primera parada fue en el área de música electrónica. Ahí conocimos a Azul, una chica travesti que le bailaba a un hombre de la tercera edad mientras él disfrutaba de un caguamón; nos hicimos amigos durante el beat y la locura que fue “Love you like a love song” de Selena Gomez. Incluso jugamos a hacer lipsync por nuestras vidas, como si se tratara de drag race.

Entre copas las verdades salieron a la luz, Azul confesó que antes se hacía llamar Alberto; años atrás sufrió bullying en su escuela y fue rechazado por su familia, pero el mundo del travestismo reforzó su seguridad y confianza. Ahora es independiente y le gusta visitar El Wateke para ligar y olvidar los malos ratos.

Más tarde, nuestra inquietud nos llevó al área de música norteña. No pasaría mucho tiempo para que mi vejiga me traicionara y me obligara a acudir al sanitario, un sitio donde la privacidad quedaba en el olvido. Una pared con un desagüe, a la vista de todos, y con un olor tan fuerte que se impregnaba en la ropa; además era el lugar perfecto donde muchos aprovechaban para tener un breve encuentro erótico.

Era inevitable dejar de observar a los costados, mis ojos y la entrepierna de los presentes estaban conectados como un imán. A mi derecha uno de ellos se insinuaba y por la izquierda dos estaban a punto de llegar al éxtasis. Fui testigo de un acto señalado y oculto de la sociedad: el cruising —es una práctica para buscar pareja sexual—; este puede manifestarse tanto en la comunidad LGBT como en la heterosexual; un juego de miradas son suficientes para dar inicio.

La madrugada avanzó y aunque el sol ya había salido, El Wateke seguía despierto; ese sitio donde parece que el tiempo se detiene y la vergüenza no existe, la fiesta dura todo el día y la diversión que lo caracteriza no conoce etiquetas, género o procedencia; todo aquel que busque descontrol es bienvenido.

Después del deleite visual y de algunas copas de alcohol, decidimos partir. Los problemas de la rutina desaparecieron por unas horas. Afuera del Wateke aún se encontraba el mundo triste, lleno de reglas, con doble moral y discriminación… Pero queda la esperanza de regresar, de conocer los miércoles de vallenato y de otra competencia de lipsync contra Azul.

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Las siguientes fotografías históricas que te compartimos te ayudarán a entender las celebraciones y conflictos del orgullo gay.

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